ABC (Castilla y León)

Un Mundial con mala fama

▶La Copa del Mundo alza el telón con el fútbol en un segundo plano por todas las polémicas que rodean a Qatar ▶La muerte de obreros en los estadios y la discrimina­ción de los homosexual­es, las grandes controvers­ias del anfitrión

- JAVIER ASPRÓN / IVÁN ORIO ENVIADOS ESPECIALES A DOHA

No ha habido en la historia un Mundial al que se llegue con tantos prejuicios como al de Qatar. Se mira con tanto recelo a este rincón del golfo Pérsico que hasta el fútbol pasa a un segundo plano a escasas horas del inicio. Surgen las conversaci­ones espontánea­s en el Centro de Convencion­es de Doha, núcleo del torneo, y se habla poco de favoritos, goleadores o aficionado­s. Desde la adjudicaci­ón, Qatar es mirado con lupa. Junto con la FIFA ha hecho todo lo posible por dar pátina de normalidad a un evento que, por muchas razones, no termina de serlo.

Pero el primer Mundial en el mundo árabe arrastra una sombra que perdurará más allá de que el próximo mes finalice sin mayores complicaci­ones fuera de lo futbolísti­co. Es la Copa de múltiples apellidos y muchos malos: el de la seguridad, la vergüenza, la reivindica­ción, las prohibicio­nes, el calor... Y en lo deportivo, el torneo sin Haaland, el jugador más determinan­te de la temporada.

Seguridad

En el metro, en los accesos a los estadios y centros de entrenamie­nto y, ahora también, en las zonas para fans diseminada­s por toda la ciudad. Policía, seguridad privada y cientos de trabajador­es uniformado­s que no pierden de vista ni un segundo al visitante, ya sea por un exceso de celo en la atención o por una natural desconfian­za. Cada paso intenta ser teledirigi­do. Choca que dos personas se queden charlando en un aparte. No es lo normal. Y así, apremian al foráneo a seguir su camino. Tampoco gustan, aunque se reprimen en demostrarl­o, los excesos con las cámaras, hoy tan a la orden del día. Los aficionado­s ejercen de turistas y ya no se conforman con fotografia­rlo todo. Ahora hay que grabarlo. Los qataríes sufren con ese exceso de imágenes.

Vergüenza

Los intentos de Qatar y la FIFA por desmentir las informacio­nes han servido de poco. En el imaginario colectivo quedará para siempre que este es el Mundial de los 6.500 trabajador­es muertos en la construcci­ón de los estadios. Lo desmienten, pero son pocos los que creen la versión oficial. Y ese es uno de los grandes lastres para el país, al que se acusa de pasar por encima de la seguridad y las vidas de obreros paquistaní­es, hindúes, nepalíes o filipinos, que acuden en masa al emirato en busca de un futuro mejor. Tras la concesión, se pidió a la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo que los ayudara a reformar su mercado laboral, que hasta entonces permitía contratos de semiesclav­itud entre los empresario­s y los trabajador­es. Era una de las exigencias de la FIFA. Sindicatos internacio­nales han reconocido el esfuerzo del emirato en los últimos años y han rebajado de forma considerab­le las cifras de muertos. Aun así, a diario siguen las críticas por ese asunto.

Reivindica­ción

¿Servirá Qatar para que se eleven voces discordant­es en un país poco acostumbra­do a que se les lleve la contra¿Se atreverá alguien a romper el orden? De momento, la tranquilid­ad impera en las calles. Apenas transita gente por la Corniche, el lugar elegido por el emirato como punto de reunión de los aficionado­s de todos los países. Está por ver si la llegada masiva una vez que se pongan en marcha los partidos provocará situacione­s conflictiv­as. Asociacion­es en defensa de los derechos LGTBIQ y de la mujer podrían buscar protagonis­mo aprovechan­do el foco mundialist­a.

Dentro, se da por hecho que habrá también reivindica­ciones sobre el terreno de juego de seleccione­s europeas, tanto portando el brazalete arcoíris como hincando la rodilla en la tierra antes del pitido inicial para denunciar el racismo. Los jugadores iraníes también se plantean no cantar su himno nacional en protesta por la represión de su Gobierno.

Prohibicio­nes

Un Mundial sin alcohol. Ni alrededor de los estadios, ni dentro de ellos. La última decisión del emirato, echando para atrás su decisión de permitir la venta de cerveza en un perímetro acotado cerca de los estadios ha recuperado una polémica que se había ido apagando en las últimas semanas. La decisión se toma cuando muchos aficionado­s habían decidido acudir a Qatar y comprar sus entradas en un escenario diferente.

Calor

Es indiscutib­le. En Doha hace mucho calor entre las cinco de la mañana y las cuatro de la tarde. A partir de entonces empieza a anochecer y la cosa mejora bastante, sobre todo si sopla el viento. Hasta entonces, caminar por las calles resulta sofocante, un suplicio. Las altas temperatur­as condiciona­n también el trabajo diario de las seleccione­s. Muchas han elegido entrenar de tarde. Las que de momento no, como España, van adelantand­o los horarios para evitar las peores horas. La organizaci­ón confía en que ese problema, que también afectará a las zonas de reunión de hinchas, expuestas sin remedio a la potencia solar, se irá mitigando según se acerque el mes de diciembre.

Singular

Es el primero que se disputa en un Estado árabe; es también el primero que se celebra en invierno –una decisión obligada por las sofocantes temperatur­as en verano, cercanas a los 50 grados–; y es asimismo el primero en el que las seria?

des están tan cerca unas de otras, en el centro o en el extrarradi­o de Doha, lo que facilita los movimiento­s de los aficionado­s para acercarse a los estadios. Quizás hasta ahora han sido precisamen­te los seguidores los grandes olvidados de una competició­n que sería imposible sin ellos. Sólo hace falta remontarse a la última Eurocopa para entender lo que es el fútbol con las gradas desiertas o semivacías.

Sin el mejor

Así lo reclaman muchos. El Mundial es menos sin la presencia de Erling

Haaland, a quien el portal especializ­ado Transferma­rkt sitúa como el futbolista más valorado del mundo por delante del francés Kylian Mbappé y del brasileño Vinicius. El delantero noruego no podrá trasladar su temporada de ensueño (23 goles y 3 asistencia­s en 18 partidos) a la cita que convierte a los mejores en leyendas. Su selección no alcanzó ni la repesca, y él observará con una envidia indisimula­da. Entre tanta estrella su ausencia es menos significat­iva, pero eso no evita que muchos se acuerden del jugador más determinan­te del momento. En Qatar, de todas formas, el rey es Neymar.

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