JM NIETO MIRANDA
Pío lo clavaba
Confesaba Pío Baroja que su mayor ilusión sería vivir en una imaginaria República del Bidasoa «sin moscas, sin frailes y sin carabineros». Las primeras, reflejo de suciedad. Los segundos, para orientar a los fieles que buscan un sentido de la vida. Los terceros, necesarios para poner orden en la compleja convivencia. Pero como esa Arcadia feraz de pastos verdes no existía, también fustigaba el grandioso novelista vasco otro vicio muy hispano, el desprecio a la ciencia, como uno de los grandes males que impedían nuestro avance. Machado se centraba más en la envidia, pero al autor de ‘El árbol de la ciencia’, en su doloroso desarraigo, le indignaba profundamente la marginación de esta última. Y ahora, muchas décadas después de su muerte, duele comprobar como las críticas de antaño cobran plena vigencia, agravadas por otros dos rasgos muy nuestros como la cortedad de miras y la improvisación, tan presentes en este aciago Gobierno.
En los últimos meses, los ingenieros industriales están insistiendo en algunos mensajes contundentes expuestos con toda claridad sobre asuntos de relevancia. Sin ir más lejos, su planteamiento respecto al modelo energético pasa por asegurar nuestra independencia del exterior mediante una apuesta por la nuclear, gracias a nuevos reactores de última generación, más pequeños que los de las centrales actuales, por ser más seguros y sostenibles. Generan menos residuos que son más fácilmente aprovechables dentro de la economía circular y exigen menos requisitos en cuanto a las condiciones de ubicación. Más aún en una tierra donde andamos sobrados de espacio, con muy baja densidad de población en casi todo el territorio. Estos reactores, además, se construyen en dos años, no utilizan solo uranio como combustible y tampoco necesitan agua para su refrigeración, pues pueden emplear hielo y sales fundidas, de manera que no es imprescindible tener un río cerca.
Los responsables de los colegios profesionales en Castilla y León abundan más en la cuestión y piden, sin caer en la estupidez de lo políticamente correcto, una prolongación de veinte años en la vida útil de las centrales nucleares. Porque la nuclear tiene que ser un recurso primario en nuestro país, y las renovables, un apoyo. Una realidad incuestionable, frente a la milonga que nos quieren vender, justo al revés. Precisamente, para evitar caer en discusiones baldías, actitudes esquizofrénicas y habituales demagogias, los ingenieros recuerdan que esta energía no emite gases de efecto invernadero, ofrece electricidad de base de modo estable y debe seguir suministrando al menos en 20 por ciento de nuestro consumo. Consideran además que el debate energético debe quedar al margen de lo ideológico, un sueño mientras la transición ecológica la pilote una ministra del perfil talibán de Teresa Ribera. Y con el fin de reducir la desconfianza de parte de la sociedad española sobre la seguridad de esta energía, un esfuerzo de información para tener un conocimiento de cómo funciona. Ciencia, ingeniería y verdad frente a la intoxicación permanente. Pío lo clavaba.