ABC (Castilla y León)

Ley de avería

Aquí cada uno remienda el disgusto general buscando un culpable particular, que suele ser el enemigo íntimo de siempre

- ÁNGEL ANTONIO HERRERA

LA ciencia igual avanza que es una barbaridad, pero España no tanto, porque aquí sigue en vigor el viejo lema de que la culpa siempre es ajena, cuando el panorama se pone torcido. Es el caso, porque el lío del sí es sí aviva la incurable costumbre hispánica de señalar al otro. Victoria Rosell ruega a los periodista­s que dejen de orear los recursos legales de los agresores beneficiad­os, y no faltan voces de crédito, o descrédito, que solicitan a los abogados que no cursen peticiones de mejora de pena, porque auxilian así al pabellón de violadores reilusiona­dos. Irene Montero sigue a lo suyo, viendo fachas. Obviamente, Pablo Iglesias no olvida a su musa, Yolanda Díaz, y se pone de nuevo lírico llamándola cobarde. Aquí cada uno remienda el disgusto general buscando un culpable particular, que suele ser el enemigo íntimo de siempre. Rosell es magistrada de vitola, pero se ha metido a consejera de cronistas. Algunos tertuliano­s, que lo saben todo de la nada, arriesgan que los abogados no deben socorrer a su clientela, como si la ley, la de ahora, o la de antes, no fuera sagrada, y por tanto, ética de rigor profesiona­l. Y Pedro Sánchez, entretanto, poniéndose de perfil, para esta foto, que es mirar hacia la judicatura, a ver si a él le sacan guapo, o no tanto. No es sólo culpable Montero de la verbena perpetrada, pero si hemos de tirar de síntesis, que es virtud de columnista, incluso dominical, resulta que el Ministerio de Igualdad ha logrado el honor máximo de su propio nombre, porque una ley de avería nos ha igualado a todos en el desorden. El periodismo tiene que despistars­e, y los abogados tienen que despistars­e, porque antes se han despistado los jueces, y quizá antes se despistaro­n los listos que escribiero­n lo del ‘solo sí es sí’, que ahora reinaugura a las víctimas antes aliviadas y regala navidades a algunos pedófilos de trena. Este caos no es sagrado, sino baratura de un país que tiene en la niñería una censura y en Rociito una causa. La culpa claro que siempre es de otro, al que igual también le falta perspectiv­a de género.

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