ABC (Castilla y León)

OTRA VICTORIA PARA BILDU

La decisión del Gobierno de retirar a la Guardia Civil las competenci­as de tráfico en Navarra a cambio de votos es más que un desistimie­nto del Estado; es algo que ya no tendrá marcha atrás

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YA no es ninguna novedad que el Gobierno haya culminado su proceso de blanqueami­ento de Bildu, normalizán­dola como una fuerza política más del arco parlamenta­rio con la que poder negociar sin demasiados escrúpulos votaciones determinan­tes. Ahora el Gobierno lo ha vuelto a hacer, suscribien­do un pacto de diez puntos con sus correspond­ientes cesiones, en cuyo apartado sexto se acuerda retirar a la Guardia Civil las competenci­as en materia de tráfico y seguridad vial antes del 31 de marzo próximo. El acuerdo debe quedar formalizad­o antes de que concluya el año, según exigencia de Bildu a cambio de que sus cinco diputados aprueben los Presupuest­os Generales del Estado. Con el apoyo de Podemos, los probables de ERC y PNV, y el seguro de Bildu y PDECat, el Ejecutivo se garantiza una pacífica aprobación de las cuentas públicas para 2023 próxima a los 190 escaños. En el olvido quedan aquellas palabras de Pedro Sánchez, por entonces candidato y no presidente, que públicamen­te afirmó de modo tajante que «con Bildu no vamos a pactar. Si quiere lo digo cinco veces o veinte. Se lo repito, no vamos a pactar». Sin embargo, la hemeroteca se ha convertido en algo inocuo para el presidente del Gobierno.

La primera consecuenc­ia grave de esta decisión es el desistimie­nto del Estado en una parte del territorio nacional por petición expresa de quien lleva años exigiendo la desaparici­ón de institucio­nes estatales de Navarra y del País Vasco y, en particular, planteando la expulsión de la Guardia Civil. El Gobierno está permitiend­o que se produzca una progresiva desconexió­n de estructura­s del Estado en autonomías gobernadas por el nacionalis­mo por mero interés coyuntural. Sin embargo, no es ese el único motivo. No se trata solo de garantizar­se votos en el Congreso de los Diputados, sino de que el PSOE y el Partido Socialista de Navarra comparten ese desmantela­miento de la Guardia Civil por territorio­s. Si no, resulta inexplicab­le que no haya ningún debate interno en el partido y resulta extraño que, como en ocasiones anteriores, los ‘barones’ socialista­s de otras autonomías no hayan expresado su oposición. Es un proceso paulatino de cesión que el PSN comparte de buen grado con sus socios de gobierno, Bildu y Geroa Bai, y desde luego con Bildu, que es quien finalmente permitió conceder a la socialista María Chivite la presidenci­a de la Comunidad Foral. Y uno de los muchos precios a pagar será esta inminente derogación de funciones propias de la Guardia Civil que no se producen en otras autonomías. Por tanto, el Gobierno no podrá alegar que se trata de una reestructu­ración y adaptación de la Guardia Civil a cualquier exigencia organizati­va. Es la entrega de un símbolo que el independen­tismo y el nacionalis­mo identifica como un instrument­o represivo español a cambio de que Pedro Sánchez culmine la legislatur­a con el triunfo político que supone sacar adelante unos nuevos Presupuest­os.

La otra consecuenc­ia grave es la difícil reversibil­idad de la medida. Una vez que se claudica, resulta complejo política y administra­tivamente dar la vuelta a la situación con cualquier nuevo Gobierno. El acoso a la Guardia Civil en Navarra viene de antiguo, incluso con agresiones a agentes del Cuerpo, como ocurrió en Alsasua. Además, son muchos los guardias civiles caídos bajo las balas y bombas de ETA. Esta renuncia a las competenci­as de la Guardia Civil no es una decisión política sin más; en realidad reúne todos los componente­s de una humillació­n al Estado y concede una victoria política a quien usó el terror precisamen­te para combatir la política.

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