La unidad del mundo
Ayer se cumplían 20 años de la cumbre de Praga. En la foto, Rumsfeld, Powell y Bush, sustituidos hoy por banderas trans y LGTBI
MACRON ha dicho que «necesitamos un único orden global», lo que nos lleva a la unidad del mundo. No una unidad de comunicaciones ni una unidad humana, ecuménica, sino una unidad política, asunto que trató de forma iluminadora Carl Schmitt en una conferencia española en los años 50.
La unidad, en sí misma, no la veía ni buena ni mala, pero era un mito ya, una pseudorreligión determinada por la tecnología. El desarrollo técnico centralizaba el mundo, algo que ya había advertido en el s. XIX nuestro Donoso: «En el mundo antiguo la tiranía fue feroz y asoladora, y sin embargo esa tiranía estaba limitada físicamente, porque todos los Estados eran pequeños, y porque las relaciones internacionales eran imposibles de todo punto; por consiguiente en la antigüedad no pudo haber tiranías en grande escala, sino una sola, la de Roma. Pero ahora, señores, ¡cuan mudadas están las cosas! Señores, las vías están preparadas para un tirano gigantesco, colosal, universal, inmenso; todo está preparado para ello: ya no hay resistencias ni físicas ni morales; no hay resistencias físicas, porque con los barcos de vapor y los caminos de hierro no hay fronteras; no hay resistencias físicas, porque con el telégrafo eléctrico no hay distancias; y no hay resistencias morales, porque todos los ánimos están divididos y todos los patriotismos están muertos».
La tecnología había reducido aún más el mundo en el siglo XX (qué no decir del XXI), y esa idea de la unidad mundial recibía una plasmación política, según Schmitt, en la ‘doctrina Stimson’ (por Henry L. Stimson, secretario de Guerra de los EE.UU.), una tesis panintervencionista que consideraba que el mundo no era lo bastante grande para dos sistemas contrapuestos. Schmitt observaba en esto un cambio más que político: EE.UU, el país de William James, del pragmatismo y la pluralidad filosófica había pasado a defender la unidad política en solo 30 años. ¿Hacen falta más? Justo ayer se cumplían 20 de la cumbre de Praga en que la OTAN anunciaba su ampliación. En la foto, Rumsfeld, Powell y Bush, sustituidos hoy por banderas trans y LGTBI que hacen aún menos cuestionable la unidad.
EE.UU. venció en la Guerra Fría, cuyos contendientes, Este y Oeste, compartían para Schmitt un mismo ideal de tecnificación heredero de un tronco común: la perfectibilidad humana de la Ilustración, el racionalismo y el positivismo. Compartían, igualmente, la voluntad de superar la dualidad EsteOeste por una unidad triunfante que impusiera una visión del mundo y era aquí, con tono oracular, donde Schmitt señalaba que quizás el mundo no se dejaría reducir, y que de entre varias posibilidades (el ‘mundo hispánico’ entre ellas) surgiría otro poder, un tercero que sería luego imitado por alguno más transformando la dualidad en una pluralidad de grandes espacios en equilibrio que dieran lugar entre sí a un nuevo derecho de gentes, análogo a aquel de las naciones europeas.