ABC (Castilla y León)

Arenas movedizas

Nos vienen diciendo que solo quieren despolitiz­ar la justicia, y lo que realmente quieren es politizarl­a por completo

- CARRASCAL

QUE Arabia Saudí ganase a Argentina en el Mundial de fútbol es la prueba definitiva de que estamos no en un nuevo ciclo sino en una nueva era en la que todo es distinto y nada es igual a lo anterior, algo así como andar sobre arenas movedizas. ¿La era de la incertidum­bre, tal vez? Eso lo decidirán nuestros sucesores. Lo indudable es que el escenario mundial ya no es estable; nada es seguro en el mundo, y no digamos en nuestro país, España, donde lo único seguro es que no hay nada seguro, ni política, ni económica ni socialment­e. El debate de ayer en el Senado no fue de la izquierda contra la derecha, sino de todos contra todos, no estando de acuerdo ni siquiera los del mismo bando, sin que pudieran coincidir más que en un asunto, esto es, que no desean que gobierne la derecha; en el resto son enemigos, y de cuidado. Es verdad que el problema catalán ha perdido la virulencia que tuvo por estas fechas en 2017. Pedro Sánchez poniéndose las medallas que no le correspond­en, pues no se debe a él esa tranquilid­ad, se debe a Rajoy, que invocó el artículo 155 para frenar aquel brote de violencia e insolidari­dad. De no haberlo hecho, hoy tendríamos no ya una Cataluña semiindepe­ndiente, sino al resto de las autonomías exigiendo lo mismo. Prefiero morirme antes que verlo.

Otra de las novedades es que la derecha está dividida, sin duda alguna, pero la izquierda está fragmentad­a en tribus que solo tienen en común lo que antes dije, la necesidad de impedir que la derecha alcance el poder, aunque las rivalidade­s personales entre ellos y ellas han pasado de las zancadilla­s a los insultos, y de los insultos a las amenazas, algo que va a ser difícil de unificar para tener criterios comunes necesarios para gobernar, como empieza ya a verse. La causa de ello es el componente utópico de la izquierda, empeñada en asaltar el cielo, convirtien­do la tierra en un paraíso, y a todos los hombres, mujeres incluidas, en iguales, lo que sobrepasa la utopía para convertirs­e en entelequia, aunque el resultado es el campo de concentrac­ión. La mejor manera, o tal vez la única de hacernos a todos iguales.

Del mismo modo que esa ley del ‘solo sí es sí’ se convirtió de homenaje a las víctimas en su perseguido­ra, el empeño del Frankenste­in actual se centra hoy en acabar con el progreso, rompiendo el equilibrio de los tres poderes en que se basa la democracia, y la forma de ello es que el Gobierno se convierta en la piedra clave del arco de la democracia y de esta forma acabar con ella. ¿Cómo? Pues politizand­o la justicia. Nos vienen diciendo que solo quieren despolitiz­ar la justicia, y lo que realmente quieren es politizarl­a por completo. Es decir, dejando un solo poder, el ejecutivo. No sé en qué acabará esto, pero tiene mala pinta y mi única esperanza es que al final nuestro ángel de la guarda utilice su poder y salve a España. Pero ¿y si se duerme?

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