ABC (Castilla y León)

El peinado rococó de Irene Montero

La corte de Montero diseña sus campañas de igual forma que el peluquero de María Antonieta

- MARÍA JOSÉ FUENTEÁLAM­O

EN el minucioso retrato que Stefan Zweig hace de María Antonieta, el escritor nos lleva hasta los hábitos de peluquería de la reina del rococó. Es una de las preocupaci­ones de la de Austria en su etapa más banal y frívola. Esa en la que vive de espaldas a los franceses, centrada en su bienestar y sin mayor pesar puesto que, en su convicción de destino reinante, no necesita mirar al pueblo. Sin embargo, éste también inspira su vida. Tiene mucho que ver en ello su peluquero, Léonhard Autié, quien todas las mañanas viaja «en coche de seis caballos de París a Versalles para peinarla». Este supuesto artista, arquitecto y escultor, como lo define Zweig con ironía, esculpe sobre María Antonieta auténticas virguerías horteras, muchas veces basadas en el tema del que habla la calle. La ópera que triunfa en París, la vacuna contra la varicela inoculada al rey o la rebelión americana. Ni un acontecimi­ento sin su peinado. Por estas estrafalar­ias torres de cabello muchas damas de la época se desplazaba­n de rodillas en sus carrozas. Pero si ese es el punto jocoso, el autor estremece al lector al presentar el ejemplo más «necio y vil» de las cabezas huecas rococó. Cuando las panaderías de París sufren saqueos en la hambruna de 1775, –señal de lo que luego vino–, «a la frívola sociedad cortesana no se le ocurrió nada mejor que representa­r el acontecimi­ento en los bonnets de la révolte». El peinado de los gorros de la revuelta.

Montero no parece de peinados pomposos ni muy trabajados. Sí otras ministras, siempre en su libertad tanto de acicalarse como de no pasarle la plancha a la de Igualdad. Pero la corte de Montero diseña sus campañas de igual forma que el peluquero de María Antonieta: a golpe de acontecimi­ento callejero y sin complejos por ello. El anuncio del 25-N, día contra la Violencia de Género, termina con una bajada de persianas como la del vídeo del Colegio mayor que llegó a la esfera pública, qué casualidad, el mismo día que la ‘ley trans’ pasó su primer simulacro de debate en el Congreso. No dice nada el ‘spot’, sin embargo, de las violencias contra las feministas que sí han abierto el melón sobre esta norma. Ya saben, todas las mujeres no somos iguales ante Montero. Tampoco habla el vídeo de la encendida discusión por la rebaja de penas a violadores traída por el ‘solo sí es sí’. Como si los problemas reales de la calle, ni aun los creados por ella, fueran de su incumbenci­a. A Montero, como a la caprichosa austriaca con el hambre de París, parece que solo le interesan las modas.

Así, no se sabe si este 25-N aún sigue ciega en su Trianón esperando los vivas del pueblo y creyéndose la elegida o, en un acto de soberbia, ya en las Tullerías, está decidida a ignorar a la calle y sus propios errores y solo busca ganar tiempo. En ambos casos, la comparació­n con la finalmente destronada María Antonieta se completa sola.

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