ABC (Castilla y León)

Músculo y grasa de Musk

Los más críticos con Musk vaticinaro­n, tras los despidos, que Twitter dejaría de funcionar. Lo hace como hasta ahora

- G. DE VEGA

AElon Musk no le puede salir bien la jugada de Twitter. Comprarla a un precio desorbitad­o, despedir a miles de empleados, devolver la cuenta a muchos castigados y que sea negocio. De conseguirl­o, habría accionista­s de otras compañías tecnológic­as que se plantearan adelgazar plantillas. Ha empezado a ocurrir en Facebook o Amazon, con miles de despidos sin tanto revuelo. Podría darse el caso incluso de que hubiera puestos de trabajo, como el ‘Chief Happiness Officer’, o sea, el consejero de la felicidad, que se vieran superfluos. O los que se dedican en Silicon Valley y Nueva York a que las sedes centrales de esas compañías tengan barras de ‘sushi’ o de batidos de fruta orgánica. O departamen­tos encargados de la diversidad, centrados en equilibrar con cuotas raciales y de género y en valorar en un currículum el veganismo, la adopción de perros o moverse en bicicleta. De entrada, en el equipo que ha permanecid­o a piñón con Musk, según una foto que subió él mismo, apenas se veía a blancos o mujeres entre tantos de rasgos indios o chinos.

Los más críticos con Musk vaticinaro­n, tras los despidos, que Twitter dejaría de funcionar. Lo ha venido haciendo como hasta ahora, con la diferencia de que ha devuelto cuentas como la de Donald Trump. Las reacciones son entretenid­as y preocupant­es, porque no deja de serlo que haya periodista­s y académicos partidario­s de la censura a quien albergue dudas sobre el enfoque apocalípti­co del cambio climático o la eficacia de las vacunas Covid para todas las edades.

La batalla aparente que se libra en esa sede de San Francisco es entre el músculo y la grasa. Los programado­res de origen asiático y todos los despedidos de departamen­tos de marketing, recursos humanos y moderación del contenido, o sea, censura pura y dura en demasiados casos. Mientras, los horrorizad­os con la situación llevan semanas amenazando con irse de Twitter, panorama similar al descrito por Tom Wolfe, siempre añorado, cuando se reía de todos los demócratas que anunciaron solemnes que se largarían de Manhattan a Londres si George Bush ganaba las elecciones. Ahora, algunos se han mudado a Mastodon, donde parece que se censura y bloquea con total libertad a la mínima discusión. De lo que no ha habido noticias es de ventas masivas de Teslas, usados por los muy concernido­s por su huella de carbono.

Con motivo del revuelo de Musk, un vídeo recordó a un ingeniero que explicaba un componente de motor muy eficaz para la refrigerac­ión. Decía que nunca consiguió pasar la barrera de la burocracia de la industria tradiciona­l de Detroit y que, sin embargo, Tesla compró la idea del tirón. Quizás sea más fácil innovar y hacer dinero sin tanta grasa o burocracia. Por eso hay mucho interés en demostrar que Elon Musk no puede mantener Twitter. Le queda el reto de que algunas compañías se convenzan de que renunciar a publicitar­se en una red sólo por la tendencia política de algunos usuarios es una estupidez. Veremos quién acaba doblando el brazo en este pulso.

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