Un país de odiadores
No podemos evitarlo: nos sentimos más a gusto instalados en la crítica, que en la razón. En el «esto es inaudito» antes que en el «¿y si fuera cierto?». En la autodestrucción que en el placer. Forma parte de nuestra idiosincrasia y, cuanto antes lo reconozcamos, mejor. Así nos acercaremos antes a ese clímax en el que todo te resbala, porque lo de las realidades incontestables es una entelequia y lo sabemos. Si Luis Enrique lo ha conseguido, es posible.
Nos parece mal que el seleccionador se convierta en ‘streamer’. Nos parecía peor su distancia para con el aficionado. Nos parece mal su lista, pero cualquier otra que no fuera la nuestra nos lo hubiera parecido. Y que no vayan Ramos, ni Aspas, ni Canales, tres grandes jugadores sin los cuales España ha sobrevivido por encima del notable. Y nos molesta que no haya esperado a Gayà, sin valorar que si lo hace y a Alba le pasaba algo frente a Costa Rica, al que habría que esperar es al propio Luis Enrique pero en una esquina. Y da igual que lo explique. Porque, en el fondo, nos da igual lo que diga.
Nos parece mal que hable de su yerno en tono jocoso. Debe evitarlo. Pero, si lo esquiva, es un sieso. Y fíjate qué mal, confundir Centroamérica con Sudamérica a la hora de ubicar a Costa Rica. Nosotros, que nunca nos equivocamos en nada porque somos los más cultos de Europa.
Tampoco está bien eso de hacer ‘streaming’ en pleno Francia-Australia porque claro, Lucho no puede ver el partido ‘a posteriori’ ni tiene gente que vaya tomando nota de lo que pasa. Con todo, lo peor es lo de los huevos. Eso de comerse seis al día es un ataque frontal al nutricionismo ilustrado, compuesto por expertos nacidos, formados y crecidos en Twitter, que aún sigue conmocionado ante semejante afrenta. Y lo último, eso de jugar con pantalón rojo, algo que no hacía España desde el 12 de octubre de 2015, en Kiev, en la fase de clasificación para la Euro 16 y que obliga a un inabarcable grupo de españoles a plantearse qué hacer con las equipaciones ya compradas con un pantalón de color distinto. ¡Ufff! A ver quién consigue olvidar eso.
Al final, todo este sindiós me ha acercado más de lo que estaba, y era mucho, a Luis Enrique. Ese hombre capaz de abstraerse de tanta idiotez y responder, de forma nada impostada, a las preguntas que le puedan hacer en su Twitch, los usuarios tipo como ‘mingapinga’ o ‘bocatadechopped’ y que, sospecho, tengan mucho más que ver con la realidad de nuestra España, que esos puristas del absurdo que pueblan a sus anchas.