ABC (Castilla y León)

Japón tumba el poder de los germanos

La selección germana empezó bailando, pero acabó por los suelos ante el brío nipón

- PÍO GARCÍA DOHA

Alemania se cansó de jugar bien y los japoneses pensaron que quizá ellos no fuesen tan malos. Para que eso sucediera, y se pusieran los cimientos de la segunda gran sorpresa del torneo, tuvo que llegar el descanso. Lo que sucedió en el estadio Al Khalifa no fue una novela de suspense, sino un culebrón, una historia alocada e increíble de buenos que acaban siendo malos y malos que se convierten en buenos.

Al principio, antes incluso de que el árbitro pitara el comienzo, al entrenador japonés le debió dar mucho miedo Alemania. Se conoce que los vio llegar, tan altos, tan fuertes, con esos apellidos tan llenos de consonante­s, que echó un vistazo a su tropa, mucho más menguada, y le entró un pánico cerval. Se le ocurrió entonces una idea. No fue brillante y tampoco nueva. Al señor Moriyasu se le ocurrió otra vez la idea más vieja del fútbol: echarse atrás, aguantar el chaparrón y confiar en que alguno de sus jugadores robase un balón y lo lanzase bien lejos, para que Ito o Kubo, que corren como si hubieran robado un bolso, lo pillaran y lograran ponerle un balón a Maeda.

Al entrenador japonés su idea solo le salió regular. Alemania vio que enfrente no tenía samuráis sino azafatos que le franqueaba­n el paso. Pero la huella de Löw es persistent­e y esta Alemania no arrolla mandando al frente la división pánzer, sino bailando al rival, grácilment­e, a la española, con un Kimmich imperial que repartía balones con sentido. Así cayó el primer gol, aunque en las estadístic­as figure que lo marcó Gundogan de penalti. Kimmich vio por un rendija a Raum en el área, le puso el balón al pie y el portero japonés, Gonda, salió al borde de un ataque de nervios. El VAR entró, un poco para justificar el gasto en television­es, pero allí no había duda de ningún tipo.

Si al entrenador japonés la idea no le salió del todo mal en el primer tiempo es porque Alemania pudo haberles metido tres tan ricamente. Musiala, primero, y Havertz, después, estuvieron a punto de ampliar el marcador.

En la segunda parte Alemania pareció pensar que aquello era un jubileo y se propuso jugar a lo mismo, pero con menos garra y velocidad. Los japoneses, sin embargo, comprendie­ron en el descanso que así no iban a ninguna parte y decidieron acelerar. Perdieron el miedo. Y cuando uno pierde el miedo a los abusones, de pronto todo se vuelve posible.

Fue entonces cuando sucedió. Japón se reveló y desarboló a Alemania a golpes de velocidad, instinto, puntería, ganas, fe. Neuer fue capaz de detener el primer zarpazo, sacando una mano prodigiosa, pero en apenas diez minutos de locura Doan primero y Asano después asestaron dos golpes maestros que derrumbaro­n de golpe el muro alemán. Sí, esa misma Alemania insolente que les había borrado en el primer tiempo y que acabó encomendán­dose a que alguien (Rüdiger, Görezka, el que fuera, incluso Neuer) acertara de cualquier manera en el tiempo añadido.

 ?? // AFP ?? El japonés Asano celebra la victoria de Japón
// AFP El japonés Asano celebra la victoria de Japón

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain