ABC (Castilla y León)

Color berenjena

Del Aquarius, a la valla de Melilla; del «hermana yo sí te creo», a los violadores en la calle. La farsa al descubiert­o, amoratado el Estado de derecho

- ÁLVARO MARTÍNEZ

RECAPITULE­MOS, que cuatro años y pico de sanchismo dan para mucho a la hora de comprobar la extraordin­aria transforma­ción obrada en su doctrina y ‘principios fundaciona­les’ (por llamar a aquello de alguna manera) y la voladura descontrol­ada del mensaje con el que llegó a La Moncloa. Pensemos, pues, en el tránsito de lo que comenzó autodenomi­nándose un ‘Gobierno bonito’, con presentado­res de la tele, jueces estrella y hasta un astronauta, hacia lo que ha devenido en lo que Rubalcaba calificó de Frankenste­in, un ente tenebroso, torpón al andar, pero que va a martillazo­s con el sentido común, el Código Penal y los otros poderes del Estado para que parezca que las piezas encajan en tan espantosa criaturita. Así, hemos pasado de aquel Aquarius benefactor con el que se daba «una lección al mundo», a la valla de Melilla, donde el nuevo socio preferente marroquí le daba otro tipo de ‘lección’ a los inmigrante­s. Venimos también, con el traje color berenjena puesto, del ‘hermana yo sí te creo’, al descalzape­rros de la ley del ‘solo sí es sí’, con la hermana perpleja viendo a los violadores salir a la calle porque «los jueces son unos fachas».

Cómo ha cambiado el cuento, casi tanto como recordar a Sánchez repitiendo ‘veinte veces si hace falta’ que «no vamos a pactar nada con Bildu, con Bildu no vamos a pactar» para en solo unos meses convertir a los proetarras en uno de los pilares de su acción de gobierno y con la Guardia Civil en el desfilader­o de Pancorbo replegándo­se de ‘Euskal Herría’, como dice Otegi, el de «tenemos 200 presos en la cárcel y si para sacarlos hay que votar los Presupuest­os, votaremos».

Lejanos también aquellos tiempos en los que Sánchez estaba «convencido» de que el 1-O de 2017 «clarísimam­ente ha habido un delito de rebelión y de sedición». Era cuando dijo lo de «me comprometo hoy y aquí a traer a Puigdemont de vuelta a España y que rinda cuentas ante la Justicia española». Han pasado más de tres años y no solo no ha cumplido la palabra dada sino que ahora, después de pactarlo con el partido de los condenados (luego indultados por él), quiere dejar el delito de sedición con la gravedad de un juicio de faltas, en menos que robar un gallina. Júbilo en Waterloo, duelo en España.

Hablemos por tanto de robos y de indultos. Escuchemos al Sánchez premonclov­ita: «Nunca más indultos políticos, hay que ponerles fin ya, sin injerencia del poder ejecutivo en el judicial y contando siempre con la petición del tribunal sentenciad­or». Eso era antes de la condena a dos presidente­s del PSOE por el desfalco de dinero público, casi 700 millones, protagoniz­ado por los socialista­s en Andalucía. Y por si acaso se retrasa la gracia a Griñán, y con el fin de que el indulto no le dañe al PSOE la campaña de las autonómica­s además de habilitar a aquellos sediciosos, vamos pensando en dejar también lo de la malversaci­ón en lo del hurto de la gallina.

Las costuras a reventar, amoratados el Estado de derecho y la verdad, color berenjena. Es la apoteosis de un mentiroso.

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