¿Qué celebramos en diciembre?
Estamos a finales de noviembre, quedan pocos días para empezar el Adviento y en las calles solamente se habla de los descuentos del Black Friday, de los regalos, de las cenas de amigos y de empresa, de las fiestas de fin de año y, por supuesto, del gastar y consumir en cualquier momento del día; sea por los escaparates maravillosos que atraen a cualquiera, por el estrés de quedarte sin el regalo que más quieres o por la inercia y velocidad en la que todos seguimos viviendo, sin ni siquiera acordarnos de la desgarradora pandemia que tuvo su debut hace casi tres años.
Permítanme que alce la voz en favor de todos aquellos que aún creen en la Navidad, por todos aquellos que viven el mes de diciembre concienciados de que se están preparando para algo mucho más grande que lo citado en el párrafo anterior, ciudadanos del mundo que en medio de este frenesí de actividad constante preparan su corazón para la llegada del niño Jesús. Hombres, mujeres, niños, niñas y, en definitiva, familias enteras que creen y esperan confiados que lo más importante de estas ‘fiestas de invierno’ (como muchos se atreven a llamarlas) es la Natividad del Salvador en el portal de
Belén. Un Dios que haciéndose pequeño y humilde viene a dar esperanza, alegría y paz a todos los que lo seguimos. Un Dios hecho carne, que con sus enseñanzas y su ejemplo viene a guiarnos en el camino hacia la felicidad.
Hoy, en plena crisis de integridad de la familia, el modelo de Jesús, María y José es el mejor ejemplo que podemos tener todos los cristianos: la llamada Sagrada Familia de Nazaret. Muchos aún buscamos seguir fieles a nuestras raíces judeocristianas, matrimonios que queremos educar a nuestros hijos en la verdad, en la fe y en la esperanza. Y, sobre todo, familias que buscamos transmitir a nuestros hijos una forma de vida diferente a la que se nos quiere imponer.
Y es que no todo vale. No podemos vivir eternamente en esta fluidez de valores y de falsas libertades que sólo llevan a la confusión. No podemos obviar que vivimos en un mundo de contrastes: por un lado, se nos anima a dar rienda suelta a nuestras pasiones y a que cada uno sea totalmente libre con su cuerpo, vida y condición; y, por otro lado, tenemos las tasas más altas de desequilibrios mentales y suicidios. No deberíamos cerrar los ojos ante tanta desgracia humana, que busca insaciablemente una respuesta a su vida que ni gobiernos ni políticos son capaces de dar. Gracias a Dios, hay gente extraordinaria y educadores impresionantes que siguen creyendo en el amor verdadero, el amor que viene de nuestro Creador y el mismísimo que se describe en la primera carta del apóstol Pablo a los corintios.
Este Amor en mayúscula es el que todos anhelamos y estamos llamados a vivir, el Amor que cambia y remueve vidas, el Amor que transforma corazones y ayuda a mejorar en lo cotidiano, el Amor que da paz y sosiego a nuestra existencia, el Amor que calma y reconforta, el Amor que en definitiva viene de Dios. Este Amor que empieza el 25 de diciembre y no termina nunca es el Amor que todos estamos invitados a conocer y a experimentar para ser libres y vivir en la verdad. Feliz Adviento y feliz Navidad.