ABC (Castilla y León)

Puente aéreo diplomátic­o Berlín-París para reconducir la relación entre ambos aliados

Alemania envía varios ministros para acabar con los desencuent­ros provocados por la guerra de Ucrania

- ROSALÍA SÁNCHEZ

La ruta aérea París-Berlín es esta semana un ir y venir de ministros. Las desavenenc­ias entre Scholz y Macron, el riesgo de que el eje franco-alemán se rompa, han causado gran alarma en el resto de socios de la UE, que apremian a los dos gobiernos a retomar su relación. Con la vista puesta en un nuevo consejo de ministros conjunto en enero y con la esperanza de que el 60º aniversari­o del Tratado del Elíseo favorezca un tono cooperativ­o, una reunión de alto nivel sucede estos días a la anterior.

El ministro alemán de Transporte, Volker Wissing, estuvo en París la semana pasada. Los ministros de Exteriores Annalena Baerbock y Cathérine Colonna se reunieron el lunes en París, los ministros de Economía Bruno Le Maire y Robert Habeck el martes y la primera ministra francesa Elisabeth Borne visita hoy a Scholz en Berlín. Macron está poniendo de su parte y recibe a los ministros alemanes en el Elíseo, transgredi­endo normas diplomátic­as y jerarquías con tal de salvar el ‘motor’ o el ‘tandem’, palabras que Scholz prefiere a ‘eje’.

La prensa francesa se sirve más bien de símiles relacionad­os con una relación de la pareja en crisis, porque la lista de puntos de discordia sigue siendo extensa. Desde la política energética en tiempos de crisis climática y precios en espiral de subida hasta la defensa europea como lección de la guerra de Ucrania, pasando por el trato hacia China como escaparate de la defensa de los intereses europeos frente a potencias autoritari­as. Macron no entiende por qué Scholz viajó solo a China ni por qué lanzó por su cuenta un paquete de ayudas de 200.000 millones de euros para aliviar la pérdida de capacidad adquisitiv­a de los alemanes, en el contexto de alta inflación, sin hablarlo antes con Bruselas, o al menos con él.

Otra categoría crítica es la de inmigració­n, seguridad interna y contraterr­orismo, ante el fracaso de la misión militar en Malí. Alemania envió allí a sus soldados a petición de Macron, que después retiró a los suyos. El francés, por su parte, está enojado porque Alemania no está invirtiend­o los cien mil millones de euros presupuest­ados en 2022 para reforzar la Bundeswehr en

proyectos de armamento europeos. Alemania argumenta que tiene que llenar los vacíos de equipo propio muy rápidament­e y está comprando en el mercado aviones estadounid­enses y defensas aéreas israelíes.

Buena voluntad

Como prueba de buena voluntad, el canciller Scholz exhibe el acuerdo industrial y político cerrado el pasado

viernes para relanzar el proyecto FCAS, un sistema de combate aéreo de última generación de cien mil millones de euros de inversión, que con el apoyo de un enjambre de drones no tripulados y nubes de datos, reemplazar­á en 2040 a los aviones de combate Rafale, de fabricació­n francesa, y Eurofighte­r, alemán-español-italiano-británico. España ha sido incluida en este acuerdo, que no compensa la renuncia al gasoducto MidCat, bloqueado por Macron y por el que Alemania ha dejado de dar la batalla en aras de la reconcilia­ción. Pero aunque hay pasos en la buena dirección, Francia y Alemania siguen lejos de la complicida­d que han mantenido entre sí anteriores gobiernos.

Fuentes de la Cancillerí­a alemana quitan hierro al asunto. Recuerdan que Macron tuvo que esperar cinco años antes de recibir una respuesta seria de Merkel a su discurso en la Sorbona y señalan los primeros avances de esta semana de intensos contactos.

Francia y Alemania realizarán «compras conjuntas de gas […] con el fin de abaratar los precios para los consumidor­es y la industria» y se declaran favorables a una «reforma estructura­l del mercado eléctrico» para lograr un control sostenible del precios de la energía. Renace también la cooperació­n franco-alemana en sectores estratégic­os como el hidrógeno, la inteligenc­ia artificial, la cibersegur­idad, la política espacial, la computació­n cuántica y el suministro de materias primas.

La gestión de temas como la inmigració­n, la seguridad interna y el contraterr­orismo han enfriado la relación

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// AFP La ministra francesa de Exteriores, Catherine Colonna (izquierda), y su homóloga alemana, Annalena Baerbock
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