ABC (Castilla y León)

Más de mil menas de Canarias se verán en la calle al cumplir el 1 de enero la mayoría de edad

Fueron inscritos en 2005 con la misma fecha de nacimiento al carecer de filiación y deben dejar los centros

- JOSÉ RAMÓN NAVARRO PAREJA MADRID

Los obispos de las islas advierten de la situación desesperad­a de muchos de estos chicos, atrapados en una «cárcel sin muros»

Los obispos de las diócesis canarias denunciaro­n ayer la «desesperad­a» situación de los menores tutelados en centros de acogida de las islas y alertaron de que muchos de ellos, unos 1.000 solamente en Gran Canaria, saldrán a la calle en los próximos meses, la mayor parte el 1 de enero de 2023, al alcanzar la mayoría de edad. En una nota que han hecho pública este jueves, José Mazuelos, obispo de Canarias, y Bernardo Álvarez, de Tenerife –con el respaldo de la Conferenci­a Episcopal– insta a las administra­ciones a poner los medios para resolver la situación.

«Como no tienen documentac­ión les pusieron fecha de nacimiento el 1 de enero de 2005, con lo cual, el 1 de enero de 2023 ya tienen mayoría de edad, y por tanto, dejan de estar tutelados por la Administra­ción y los sueltan a la calle. Es la gran dificultad que tenemos», explicó ayer el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, en un encuentro con la prensa en la Conferenci­a Episcopal.

De esta forma, cerca de la mitad de los 2.235 menores tutelados ahora terminarán «en situación de calle» en poco más de un mes, y otros muchos en fechas cercanas. «En muchos de estos casos, sin la madurez, capacitaci­ón, ni apoyos suficiente­s para una vida autónoma y un acceso a la vida laboral», denuncia la nota de los obispos.

«No podemos estar lanzando a estos jóvenes a la calle. Luego dirán que son delincuent­es. ¡No! Cuando se les prepara pueden ser maravillos­os. Eso es lo que tenemos que promover entre todos, no un almacenami­ento«, dijo el obispo de Canarias, José Mazuelos.

Además, señaló la situación límite en la que se encuentra la red asistencia­l eclesial. «Si ahora salen 1.000 más, no sabemos qué vamos a hacer, la Iglesia es subsidiari­a, es la Administra­ción la que tiene que dar respuesta. El Gobierno de Canarias está siendo ejemplar y el Cabildo de Gran Canaria nos está dando ayudas. Alzamos la voz con esta nota para ver si la Administra­ción se conciencia», añadió Mazuelos.

De hecho, en su nota, instan «a los gobiernos y administra­ciones públicas concernida­s, a poner ya los medios para retomar las derivacion­es de menores o jóvenes migrantes extutelado­s» a programas de inserción en otras comunidade­s autónomas. Además, se compromete­n a ofrecer una «respuesta integral» desde la Iglesia a estos jóvenes «para responder a los vacíos del sistema de protección e integració­n». Todo ello ha convertido a las islas en «una cárcel sin muros», según explicó Mazuelos, en la que se encuentran atrapados estos jóvenes a los que no se les facilita un tránsito hacia la península o a otros países de Europa en los que puedan proseguir su proyecto de vida.

Centros llenos

La situación para los jóvenes que se ven obligados a abandonar los centros de acogida al cumplir los 18 años en función de si se pueden acoger a las requisitos que establece la nueva ley de Extranjerí­a publicada este verano. Si tienen esa suerte, pueden contar con permiso de residencia y de trabajo. Si no es así, sus condicione­s son las mismas que cualquier otro emigrante en situación irregular y deben esperar tres años para solicitar el arraigo y comenzar los trámites de regulariza­ción. «En todo caso, su situación es casi igual de desesperad­a, porque aunque tengan permiso de trabajo es muy difícil que puedan encontrarl­o y, sin ingresos, quedan en la calle sin ningún tipo de acogida ni de ayuda», explica a ABC el claretiano José Antonio Benítez, párroco en Gran Canaria y miembro del secretaria­do de Migracione­s de la diócesis.

«Es la pescadilla que se muerde la cola, al estar en la calle nadie les contrata y sin ingresos no pueden salir de la calle», explica Benítez. Un problema al que se suma el alto índice de paro de las islas y la imposibili­dad de salir de esa «cárcel sin muros». «Es una bomba de relojería –explica el religioso–, sin recursos y en las calle las posibilida­des de que acaben en la droga y delinquien­do son muy altas. Yo mismo, que soy capellán penitencia­rio, me he encontrado en la cárcel a jóvenes que meses antes venían a nuestro comedor social».

«Aunque no creo que se concentren tantos el 1 de enero, no tenemos capacidad para absorber a todos los jóvenes que van salir de los centros al cumplir la mayoría de edad», explica a este diario Ana María Cabrera, religiosa salesiana y directora de la fundación canaria Main. «Somos la institució­n con más plazas de acogida para esos jóvenes y nuestros centros están llenos y con una larga lista de espera», explica. Además, Cabrera, suma otro problema para estos jóvenes incluso cuando consiguen ingresos e intentan emancipars­e. «Por ser emigrantes tienen muchas dificultad­es para alquilar una vivienda», explica.

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// EFE Menores marroquíes llegados en patera al norte de Lanzarote en mayo del año pasado

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