«Es mi segunda oportunidad; he vuelto a nacer»
Abandonó su casa embarazada y con un niño de año y medio para huir de insultos y agresiones. Hoy rehace su vida volcada en sus dos hijos y se prepara para ayudar a otras mujeres
Con sólo 29 años, Pepa (nombre ficticio que ella misma elige) trata de «cerrar todo lo que me relacione con él». Ya tiene el divorcio y la guarda y custodia de sus dos hijos, pero el camino no ha sido fácil. Una mañana abandonó la vivienda familiar. Embarazada de cinco meses y con su hijo de año y medio, tomo la decisión después de una noche en la que las agresiones verbales derivaron en físicas. Puso así fin a siete años de relación de los que sólo se salvaron los primeros tres meses. «Me insultaba, me humillaba, me impedía hacer amigos, sólo existía para él...», relata a ABC en la sede de RedMadre en Valladolid, donde recibe ayuda material para sus niños y, sobre todo, apoyo humano.
Pepa, de origen rumano, cuenta cómo aquel día que desembocó en la huida y de la que tan sólo ha transcurrido poco más de un año, se produjo la enésima discusión pero, esta vez, con violencia física. «Tuve miedo», admite, y más aún cuando su marido la dejó sin dinero y sin móvil. «A la mañana siguiente estuve andando cuatro o cinco horas por la ciudad y acabé por entrar en la comisaría. Tenía muy claro que no quería volver, pero estaba muy mal».
Narra su historia con tranquilidad, con un perfecto dominio del castellano en el que sorprende la riqueza de su vocabulario y su escaso acento extranjero. «Aprendí a hablar mientras trabajaba cuidando niños; ellos me enseñaban», asegura con el más pequeño de sus vástagos en brazos. «Menos mal que éste es más tranquilo porque el mayor no para», confiesa viéndole corretear y demostrando que, con sus dos años y medio, tiene las mismas habilidades dialécticas que su madre. Un niño feliz que no parece recordar los dos meses que pasó con su progenitora en el centro de emergencias, donde Pepa ingresó tras denunciar a su marido –para el que se decreto orden de alejamiento– y quedarse literalmente en la calle.
Tomar esa decisión no fue fácil. Para ello fue fundamental el apoyo de la matrona del centro de salud de Valladolid
al que acudía para el seguimiento de su embarazo. Fue ella la que detectó, por su bajo estado de ánimo, que algo pasaba La profesional sanitaria activó el protocolo y, de esta forma, dio a Pepa el empujón que necesitaba para salir de la espiral de violencia machista en la que vivía. «En el centro de emergencias, te asignan un psicólogo y lo primero que le pregunté es si yo estaba loca», recuerda. Ese es el resultado de los años «de hacerme creer que todo lo hacía mal, que era una inútil», en los que Pepa llegó a interiorizar muchas situaciones como normales. «Tanto yo como mi marido nos criamos sin padres, así que llegué a pensar que era así», lamenta, más aún cuando, reconoce, en su país de origen el sometimiento de la mujer al marido sigue siendo habitual. «Yo me crié siendo una adolescente sumisa», confiesa.
Pero del centro de emergencia, donde convivió con situaciones personales muy duras, pasó a la Casa de Acogida del proyecto ‘Nueva Esperanza’, de Cáritas. Allí nació el segundo de sus hijos. «Son mi familia: educadoras, asistentes...te acompañan en todo», señala agradecida. Desde el papeleo a las cuestiones legales o, incluso, la convalidación del titulo de Bachillerato que había sacado en su país y que le permite hacer un grado superior de Formacion Profesional con el que se prepara
para poder trabajar en «ayudar a otras mujeres que pasan por este tipo de situaciones».
Ahora mira al futuro y se vuelca en sus hijos porque sólo así «puedes regalar buenas personas a la sociedad». Es consciente de que «es una segunda oportunidad; he vuelto a nacer» y a ello se aferra con todas sus fuerzas porque «una vez que puedes decidir por ti misma, te comes el mundo». Ni siquiera las maratonianas jornadas en las que tiene que conciliar el instituto con el
cuidado de dos niños muy pequeños le generan quejas: «No estoy cansada porque estoy tranquila y tengo paz». Está a punto de trasladarse con sus pequeños a una vivienda social del Ayuntamiento de Valladolid, un motivo más de agradecimiento. En este Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Pepa quiere dar testimonio de que esta lacra es real y existe pero, sobre todo, de que «de ella se sale» y de que hay mucha gente dispuesta a ayudar.