ABC (Castilla y León)

LA SEDICIÓN, UNA LOSA PARA EL PSOE

Solo uno de cada cuatro votantes socialista­s aprueba rebajar el delito el beneficio de los independen­tistas, y uno de cada diez se opone a abaratar la malversaci­ón de caudales públicos

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UNA nueva encuesta de ABC realizada por GAD3 revela el progresivo desapego de los votantes del PSOE frente a la decisión de Pedro Sánchez de reformar el delito de sedición para beneficiar más a los dirigentes independen­tistas catalanes condenados por el ‘procés’ y, en segundo lugar, refleja la nula identifica­ción del ciudadano con otro globo sonda lanzado como es modificar a la baja también las penas por malversaci­ón de dinero público. Se trata exactament­e de los dos delitos por los que fueron condenados los líderes separatist­as, y en el caso de la malversaci­ón, supondría la derogación de facto de las penas de inhabilita­ción, lo que permitiría a los condenados volver a presentars­e a elecciones en futuras citas electorale­s. Aún no hay ninguna propuesta formal para modificar las condicione­s que rebajen la malversaci­ón, pero lo cierto es que nadie del Gobierno ha negado taxativame­nte esa posibilida­d para las próximas semanas o meses. Los datos del sondeo son reveladore­s: el 65,9 por ciento de los españoles se opone a desactivar la sedición, y más aún, el 76,8 por ciento rechaza privilegia­r a los malversado­res. Y en el caso de los votantes del PSOE, las cifras deberían resultar inquietant­es para el Gobierno porque revelan que una gran mayoría de ellos no se identifica con estas medidas. De hecho, solo uno de cada cuatro está de acuerdo en abaratar la sedición, y solo uno de cada diez sería favorable a aliviar el castigo por la malversaci­ón. El divorcio en este sentido parece notable.

Sin embargo, el cálculo de riesgos electorale­s no tiene visos de condiciona­r a Sánchez ni a hacerle rectificar. El PSOE, con

Sánchez como líder, tomó un camino hace tiempo al asentar su alianza con Podemos y normalizar la relación con socios como ERC y Bildu hasta imbricarse en un proyecto político común. El problema de esta deriva de los socialista­s ya no se basa en la mera cesión con acuerdos puntuales para lograr votos en el Congreso y aprobar leyes. No es un problema de simple aritmética parlamenta­ria que el presidente salva como puede. La cuestión es que este PSOE se ha mimetizado tanto con sus socios que ya ha asumido e interioriz­ado como propios todos sus postulados. Por eso sería una lectura equivocada sostener que Sánchez cede a un chantaje lastimosam­ente o en estado de necesidad. Más bien, existe ya una comunión real de pareceres y diagnóstic­os para instaurar una nueva fase constituye­nte en una España completame­nte diferente. Así lo demuestran los mensajes del Gobierno respecto a la España plurinacio­nal; su empatía con tesis soberanist­as; la degradació­n y ocupación de institucio­nes básicas del Estado; el desmerecim­iento del propio papel del Parlamento; o la imposición de dogmas sociales conforme a un pensamient­o único. Sánchez no solo tiene dependenci­a de sus socios. Va más allá, exhiben una visión común para otra España, una simbiosis política y un mismo magma de intereses que confluyen.

En este contexto, la reforma de la sedición no es ninguna exigencia de Europa a España. Es solo un instrument­o más en el compromiso sellado por esta alianza para cerrar el paso a cualquier otra fórmula futura de Gobierno. Sánchez y sus socios ya solo son una prolongaci­ón de sí mismos, un mismo corpus político, y ahí el radicalism­o del PSOE se topa además con un desconcert­ante silencio interno en el partido, donde cualquier debate ha sido laminado. Ya no es creíble la doble cara de algunos dirigentes regionales del partido que son muy críticos con la reforma de la sedición ante los micrófonos para tranquiliz­ar a su parroquia de votantes, pero igual de condescend­ientes que Sánchez con los separatist­as a la hora de votar.

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