ABC (Castilla y León)

El pedroyolan­dismo

No seré yo quien defienda el golpe contra la República, pero la historia fue mucho más compleja que ese relato maniqueo que le gusta al Gobierno Si Feijóo hace como Luis Enrique y no hace caso a nadie lo tiene hecho. Sabe que cuanto más entren a la gresca

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO LA JOSÉ F. PELÁEZ

EL 14 de junio de 1940 el Ejército de Hitler entró en París sin disparar ni un solo tiro. Ahí están para la posteridad las fotos de Hitler y Speer delante de la Torre Eiffel en una ciudad desierta. Pasaron cuatro años hasta que las tropas aliadas reconquist­aron la capital tras el desembarco de Normandía.

Durante la ocupación y el régimen títere de Vichy, con el mariscal Petain al frente, la gran mayoría de los franceses aceptó como inevitable el sometimien­to al Reich. Se han publicado decenas de buenos libros sobre la época. Pero esta oscura etapa de Francia fue reescrita tras la victoria de los aliados y el ascenso al poder del general De Gaulle.

Durante los años de posguerra, se olvidó que muchos franceses habían colaborado o asumido de forma pasiva la ocupación y se fomentó la falsa idea de que Francia había ganado una guerra que había perdido.

En los últimos tiempos un novelista llamado Romain Slocombe ha vendido cientos de miles de libros que tienen como protagonis­ta a León Sadorski, un inspector de policía, anticomuni­sta y antisemita, que se dedica a perseguir a los judíos y los miembros de la Resistenci­a. Es un oportunist­a sin escrúpulos al servicio de Vichy.

Las obras de Slocombe, cuya abuela era judía, han vuelto a poner sobre la mesa el tema todavía tabú del colaboraci­onismo de los franceses. Ya lo hizo el cineasta Marcel Ophüls en su largo documental ‘Le Chagrin et la Pitié’, estrenado en 1969, que no pudo ser proyectado en la televisión pública y quedó relegado a la distribuci­ón en pequeñas salas.

Si en Francia se ha querido borrar esos cuatro años negros del colaboraci­onismo, en España está sucediendo algo que guarda un paralelism­o: la aprobación de unas leyes de la memoria histórica que quieren reescribir la Guerra Civil como un enfrentami­ento de buenos y malos. Se desdeñan los crímenes cometidos por los comunistas y los anarquista­s y se subraya el ilegítimo levantamie­nto armado de los militares y la posterior represión franquista. Lo que es peor: la nueva ley pretende imponer en los colegios una visión ideologiza­da de ese periodo nefasto. No seré yo quien defienda o justifique el golpe contra la República, pero la historia fue mucho más compleja que ese relato maniqueo que le gusta al Gobierno.

Lo que se pretende tanto aquí como en Francia es reescribir la historia al servicio del presente, interpreta­ndo los hechos con un sesgo retrospect­ivo que es una falsificac­ión del pasado. Si Podemos sostiene que la ley de Amnistía fue una victoria del franquismo, ¿por qué no utilizar la Guerra Civil para descalific­ar y deslegitim­ar a la derecha?

Para comprender la historia es necesario leer. Y ahora no sólo no se lee, sino que además se asume de forma acrítica una propaganda que es un cuento de hadas que poco tiene que ver con lo que pasó.

NO sé si se acuerdan de cuando López Garrido y Cristina Almeida rompieron con Anguita y se montaron su propio chiringuit­o, Nueva Izquierda, que empezó yendo a las elecciones junto al PSOE y, que acabó integrado y deglutido por él. Un cambio de chaqueta en dos fases muy del gusto del Frente Popular de Judea que, como siempre, arrancó con unos comunistas luchando contra el PSOE y terminó con esos mismos comunistas tatuándose el puño y la rosa en la pantorrill­a. Pues lo de Yolanda Díaz va por el mismo camino, pero cambiando ese tatuaje por uno con la cara de Pedro debajo del tribal y de la constelaci­ón que presupongo en su espalda. Es inimaginab­le que ‘Sumar’ se presente en solitario a unas elecciones porque no tiene candidatos, ni estructura orgánica ni nada excepto una candidata monjil con una inexplicab­le buena prensa entre la izquierda ‘kumbayá’. En cualquier caso, siempre está bien que el comunismo pase del Holodomor a Sor Citroën. No falla, se empieza oyendo a Barricada bebiendo calimocho y se termina escuchando a Enya con una taza de rooibos. Y en diez años votando a Feijóo, como buena gallega.

Si Díaz fuera a presentars­e podría caer en el error de utilizar las municipale­s para ir armando listas y no lo está haciendo, porque una cosa es tener pinta de hermana y otra de prima. Así que descartamo­s esa opción. Tampoco es creíble convertirs­e sin más a la fe única del PSOE, eso no gusta en el Frente Judaico Popular, que, a la mínima te llaman ‘disidente’. A todo lo anterior añadimos que, al contrario que la derecha, la izquierda tiene la suficiente inteligenc­ia como para haber aprendido que ir divididos es tirar muchos votos y llegaremos a la conclusión de que ‘Sumar’ llegará a un acuerdo ‘in extremis’ para ir a las generales integrado como corriente dentro del PSOE con algunas candidatas en puestos de salida en capitales grandes.

Es lo mejor para ella, para el PSOE y, además, es la única salida lógica, así que no hace falta ser un genio para darlo por hecho. En tiempos de expansión de la demanda, la oferta se atomiza y, en tiempos de contracció­n, se tiende a la integració­n, es decir, al crecimient­o no orgánico, vía absorción. Podemos volverá así la marginalid­ad que les correspond­e y yo abriré el champán más caro que tenga para celebrar que el mundo es un lugar mejor. Pero antes de eso prepárense para ver la peor versión de Podemos, que ya es decir: un animal herido crispando con todas las armas a su disposició­n no solo al ‘pedroyolan­dismo’ sino también a Vox, que entrará a todos los trapos.

Si Feijóo hace como Luis Enrique y no hace caso a nadie lo tiene hecho. Sabe que cuanto más entren a la gresca Podemos y Vox, más votos para él. Y ya está, disculpen que les traiga hoy esta columna de politólogo con cuello vuelto, pero es que tengo a una niña mirando y entenderán que no pueda hablar de la basura que vi en el Congreso el jueves. Ya le he explicado que podemos adaptarnos a los bajos fondos, pero nunca a los bajos niveles.

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