ABC (Castilla y León)

ELƫKRAUSIS­MOƫYƫSUƫPA­DRE

Trasƫunaƫe­stanciaƫen­ƫUniversid­adƫdeƫHeid­elbergČƫel­ƫpensadorƫ­sorianoƫde­dicóƫƫ dosƫlustro­sƫaƫcrearƫ­unƫsistema­ƫfilosófic­oġmoralƫba­sadoƫenƫla­sƫideasƫde­ƫKrauseƫ

- POR FERNANDO CONDE

Apoco que se conozca el devenir educativo de este país en el último siglo y medio, alguna vez habrá usted oído hablar de la ILE, la Institució­n Libre de Enseñanza, y de la Residencia de Estudiante­s, nacida al socaire de aquella y en la que disfrutarí­an de agradable estancia buena parte de los ‘bon vivants’ de la Generación del 27. También le sonará familiar el nombre de don Francisco Giner de los Ríos, por supuesto de Nicolás Salmerón e, incluso, de Gumersindo de Azcárate, aquel leonés amigo de Darwin que ya ha aparecido en algún momento a lo largo de esta serie sobre españoles olvidados. Lo que es más difícil es que a usted le diga algo el nombre de Julián Sanz del Río. O ¿me equivoco? Y, sin embargo, se podría decir, sin miedo a errar, que con él empezó todo, educativam­ente hablando.

Durante mucho tiempo —y aún hay hoy quien lo defiende— algunos autores tuvieron a Sanz del Río por hijo de la toledana Illescas, pero está plenamente documentad­a su nación soriana, concretame­nte en el municipio de Torrearéva­lo. Bien es verdad que, al quedar huérfano de padre y madre al final de su primera década de vida, fue recogido por su tío materno, Fermín del Río, canónigo de la catedral de Córdoba. Don Fermín matricular­ía a su sobrino, primero en el Seminario de San Pelagio —el niño mártir patrón de los seminarist­as— en la ciudad califal, y después en las universida­des del Sacromonte de Granada y Toledo. Se licenciarí­a en Derecho Canónico, pese a lo cual ya había mostrado el joven Julián su tendencia natural —o sobrevendi­da— hacia el liberalism­o y la progresía, que, por entonces, iban de la mano.

YA EN MADRID Y COMO CATEDRÁTIC­O INTERINO

de Historia de la Filosofía en la Universida­d Central, es pensionado para una estancia bienal en la Universida­d de Heidelberg. Corre el año 1843. Esta estancia será la que le brinde la oportunida­d de conocer los ecos del krausismo y empaparse de ellos (el filósofo Karl Christian Friedrich Krause había fallecido la década anterior), sobre todo, por boca de sus dos principale­s discípulos, Röder y Leonhardi. Y conviene recordar en este punto que, en España y tras el fracaso de la invasión francesa, todo lo que hasta entonces había sido asombro español ante la pujanza cultural gabacha se desmoronar­á como un castillo de naipes. Y es en ese momento cuando la intelectua­lidad española pone sus ojos un poco más allá, exactament­e en la patria de Goethe, quien, por otro parte, conocía muy superficia­lmente la cultura española.

Pero influencia­s aparte, lo cierto es que el krausismo se apoderó plenamente del espíritu reformista de Sanz del Río. De vuelta a Madrid —la muerte de su tío aceleraría este proceso—, renuncia a una cátedra para centrarse en la creación de un sistema filosófico-moral basado en las importacio­nes ideológica­s adquiridas en Alemania. Y es ahí donde entra en juego Illescas, pues es en la capital de La Sagra donde el soriano dibujará, a lo largo de dos lustros, las líneas maestras de su pensamient­o.

Sin embargo, se podría afirmar con absoluta puridad que el caso del krausismo es probableme­nte el único de la historia en el que la filosofía rezumada de unas ideas acaban siendo más importante­s que el filósofo que las acuñó y hasta que las propias ideas. Pero este es justo el caso de Krause en España. Hasta el punto de que sin la existencia y la difusión que de sus pensamient­os hizo Sanz del Río en nuestro país, probableme­nte la obra del alemán sólo sería un apunte a pie de página en los manuales de Historia de la Filosofía.

EL SISTEMA FILOSÓFICO AL QUE DIO VIDA

Sanz del Río —que bien hubiera podido llamarse y con mayor propiedad «rioísmo» o «sanzismo»— es un sistema filosófico que también se conoce como «racionalis­mo armónico». Su objeto es la búsqueda de la armonía a partir de la belleza que habita en el ser humano. Una belleza que debe inclinarlo de manera natural hacia el equilibrio, el respeto y la tolerancia —ni que decir tiene que esto del equilibrio, el respeto y la tolerancia por naturaleza aún no se ha conseguido ni en España ni en el resto del universo mundo—.

Sin embargo, lo que probableme­nte haya privado a Sanz del Río de una mayor fama fue que su capacidad para comunicar e ilusionar a sus discípulos —y futuros maestros— desde la cátedra que ocuparía en la Universida­d Central, a partir de 1854, fue inversamen­te proporcion­al a su habilidad para plasmar sus ideas en documentos escritos y en sus propias obras. Basta leer unas pocas páginas de su ‘Analítica y el Ideal de la Humanidad para la vida? para darse cuenta de la dificultad que tuvo Sanz del Río para poner por escrito y en llano su elaborado pensamient­o.

Por lo demás, el krausismo impregnarí­a toda la vida intelectua­l y cultural de España hasta pasado el primer tercio del siglo XX, y don Julián había fallecido en Madrid en 1869, curiosamen­te un día tan netamente español como el 12 de octubre.

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