China estalla contra la política de Covid-cero de su Gobierno
Fallecen diez personas en un edificio que había sido confinado con infectados
Un rebrote descontrolado, el peor desde el comienzo de la pandemia, y una frustración ciudadana al límite. La confluencia de ambos factores amenaza con colapsar la política de Covid-cero que desde hace más de dos años y medio mantiene a China sometida al virus y aislada del resto del mundo. El régimen se coloca, de este modo, ante un peligroso e incierto escenario.
La última erupción del descontento popular se ha producido en Urumqi, capital de la provincia de Xinjiang. Allí, un incendio en un complejo residencial dejó en la noche del jueves al menos diez muertos y nueve heridos. Los bomberos no pudieron actuar a tiempo a causa de las restricciones sanitarias, que impiden el acceso a muchos edificios y llevan incluso a soldar por fuera las puertas de los apartamentos confinados.
Imágenes compartidas en redes sociales chinas, pronto eliminadas por la censura, muestran cómo las llamas se mantuvieron activas durante al menos cuatro horas; también los mensajes desesperados de las personas atrapadas en el interior del bloque. «Os lo ruego, en la planta dieciséis, nos falta el oxígeno, mis hijos se están muriendo, rápido, nos falta el oxígeno», imploraba una mujer en una grabación de audio. Informaciones posteriores apuntan que ella y sus tres vástagos se contarían entre la decena de fallecidos.
Tres meses de confinamiento
Esta catástrofe ha provocado marchas multitudinarias por la ciudad, encaminadas hacia sedes gubernamentales al grito de «No más cuarentenas». Casi toda la provincia cumple más de tres meses de estricto confinamiento domiciliario. Las autoridades han reaccionado anunciando haber alcanzado el objetivo de frenar las «transmisiones comunitarias» –producidas fuera de espacios en aislamiento– por lo que a partir de ahora comenzará una retirada gradual de las restricciones en áreas «de bajo riesgo». Según datos oficiales, en las últimas veinticuatro horas, Xinjiang ha registrado 967 contagios.
El alcalde de Urumqi, Memtimin Qadir, ofreció una rueda de prensa en la que detalló la respuesta de los bomberos y pidió disculpas por lo sucedido. Sin embargo, sus palabras no han aplacado la indignación. Esta semana, una mujer se ahorcó en un campo de cuarentena en Cantón. La pasada, en Zhengzhou, un bebé de cuatro meses separado de su madre no llegó a tiempo al hospital tras once horas de espera. En septiembre, un autobús se estrelló en Guiyang cuando trasladaba a 27 personas a un centro de aislamiento. Son algunas de las últimas víctimas.
Todo ello ha suscitado desde el viernes una oleada de protestas en redes sociales chinas; una expresión colectiva sin precedentes desde la muerte de Li Wenliang, el médico de Wuhan que a finales de 2019 alertó a sus familiares de la aparición del coronavirus, por lo que fue sancionado y después falleció tras infectarse.
Rechazo generalizado
Entre los contenidos virales está el discurso enardecido de un hombre anónimo en Chongqing. «Solo hay una enfermedad en el mundo y es ser pobre o no tener libertad. Nosotros padecemos las dos. Seguimos luchando y sufriendo por un ligero resfriado», lamentaba. De nuevo, la censura ha actuado a toda velocidad, y el historial de publicaciones está lleno de mensajes borrados por «incumplir la regulación».
China, mientras tanto, trata de sofocar el rebrote más virulento hasta la fecha, también el de mayor alcance geográfico. Apenas cinco de sus cien principales ciudades no tienen restricciones en vigor, de acuerdo a un estudio de la consultora Gavekal. En las últimas veinticuatro horas el país ha reportado 34.909 casos, un nuevo máximo diario, según las cifras divulgadas por la Comisión Nacional de Salud. Una de las urbes afectadas es Pekín, que en el mismo periodo ha identificado 2.595 contagios.
El régimen ha priorizado arreglos a corto plazo obviando soluciones reales como la vacunación de colectivos vulnerables –paralizada desde julio–, la importación de fármacos occidentales de mayor eficacia, o el acondicionamiento de más unidades de cuidados intensivos.
Las redes sociales chinas se han llenado de críticas contra las medidas aplicadas por Pekín, que ha recurrido a la censura