ABC (Castilla y León)

Digna de ser morena y sevillana

- GUILLERMO

No quiero traerme de Sevilla casi nada, igual que no quiero de Sanlúcar el mar. Ni siquiera los montaditos o las espinacas. No quiero venirme a Valladolid con las papas aliñás que aquí ya no serían igual. Ni la morriña que en Andalucía tiene mucho de soleá. Me sobra la manzanilla que aquí me falta. Y el sol y el jamón de la feria. No quiero ni siquiera sus cielos, con su luz de otoño convalecie­nte de Velázquez. Puedo volver incluso sin la Giralda porque una vez aquí, en La Mudarra, tengo verticalid­ad de campanas en torres más bajas pero que, como relojes sincroniza­dos, apuntan a un único Dios. Puedo dejar puesta en su sitio la Calle Betis, la Puerta de la Carne o la Plaza del Cabildo. Y ceder mi hueco en ‘La Fresquita’, donde Pepe Rodríguez, que es ese lugar en el que el sevillano se reúne para hablar del mundo, es decir de Sevilla y queda nada más que un único hueco libre para el Señor. Todo ello, en mi memoria, lo envuelvo cuando vuelvo con el paño del abrigo para que no se enfríe, pero conservarl­o. Y dejo allí ‘Casa Moreno’, que es la trastienda del paraíso sin rejas a diferencia de aquel poema de Cernuda. Allí escribo papeles sin vergüenza que pego en la pared, artículos míos y tuyos, más míos que ninguno.

No quiero traerme nada, ni siquiera un idioma. No quiero decir ya una vez en Valladolid lebrillo, gitanerío o rabobulla. Quiero que cada una de esas palabras me espere ahí bien plantá, muy quieta, en las bocas que me reciben al llegar. Y que el próximo viaje rescatemos otras nuevas como pirindolum para nombrar lo poco que queda sin bautizar.

No quiero ni siquiera a mis amigos sevillanos, que aquí se helarían de frío irremediab­lemente en lo que llega la Semana Santa… Y todavía estamos esperando a que nazca Dios. Que esperen todos allí. María José Solano, columna del imperio romano en la Calle Mármoles, pandillera de los siglos, morena del ABC. Alberto García Reyes, pregonero de todos los pregones de todas las esquinas de Sevilla. De todos los cristos y las vírgenes que sólo él puede explicar. Incluso que espere allí Álvaro Rodríguez Guitart, que es más importante que las grapas del ABC. No me traigo a Ignacio Camacho a cuestas porque le exigen ser monumento en cada plaza, articulist­a en cada efeméride, periodista para la eternidad.

Quiero Sevilla en su sitio, los domingos alegres, mientras hacen a los amigos académicos de Buenas Letras en sus claustros con los vencejos de Antonio Burgos bien puestos solo para nosotros. Sevilla del maestro Curro Romero. Sevilla mía y del ABC, que allí es el verdadero ABC y no el que decía Ansón. Porque mi Sevilla es, como en el poema de Campoamor, digna de ser morena y sevillana. Y para que así quede yo lo asevero de vuelta en Valladolid.

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