Black Week
Las rebajas han sido múltiples: rebaja de la Guardia Civil en Navarra; rebaja del delito de sedición, rebaja de la pena en los delitos de violación y violencia sexual y rebaja de la liturgia totalitaria
TODAVÍA no celebramos el Día de Acción de Gracias, pero hemos abrazado el Viernes Negro, con tanto entusiasmo que lo hemos alargado durante toda la semana pasada.
Las rebajas han sido múltiples: rebaja de la Guardia Civil en Navarra; rebaja del delito de sedición, para animar a los tibios del ‘ho tornarem a fer’ a que se quiten miedos, que ya sabemos que el secesionismo es ducho en cobardías, y huye del heroísmo; rebaja de la pena en los delitos de violación y violencia sexual, a causa de una ley confeccionada por una callada jurista, que no necesitó ni siquiera acercarse a una Facultad de Derecho; y, por fin, rebaja de la liturgia totalitaria por parte de los socialistas en el Congreso, que protagonizaron una puesta en pie colectiva como ejemplo de ‘Prietas las Filas’. Fue un desastre. La corta arenga de la diputada socialista por Granada no provocó esa disciplina de militarismo civil, sino una puesta en pie desmadejada, y un coro desafinado, creo que no por falta de condiciones de los diputados socialistas, sino por falta de ensayos. Con algo de entrenamiento, no me cuesta nada imaginármelos, en fila de a cuatro, desfilando delante de Pedro I, El Mentiroso, e inclinar la cabeza tras el grito de «¡Vista a la izquierda!» para saludar al líder de la tropa.
Claro que, como estamos en una sociedad capitalista, toda rebaja lleva consigo subidas en otros sectores y, en la semana de las rebajas, vino la subida del insulto a la mujer, si es de izquierdas, y se le recuerda, por ejemplo, que ocupa un cargo por mandato de su marido. Eso se considera «extrema violencia machista».
Esta semana pasada se cumplieron seis años de la muerte de Rita Barberá. Fue alcaldesa sin que la señalara el dedo de ningún marido, porque era soltera y sin compromiso, pero se le dedicó una ‘web’ exclusivamente para insultarla, se la llevó a los tribunales por supuestos delitos que nunca se demostraron, fue absuelta y, en la puerta de su casa, había siempre un grupo que la aguardaba cuando entraba y salía para gritarle e insultarle.
Como fue seis años antes de esta semana de rebajas, nadie protestó, ni consideró que aquello fuera «violencia política extrema». Y el Partido Popular se portó con ella –¿cómo lo expresaría de una manera fina y elegante?– pues con el mismo grosero y cerdo egoísmo con el que el PP trató a Francisco Camps: pidiéndole que se marchara.
Los tiempos han cambiado, y si alguien expresa que una ministra ha sido nombrada por la influencia de su marido, aunque sea verdad, se trata de «extrema violencia política contra la mujer». Y si esa mujer insulta a otra mujer, que es juez, como fascista, no pasa nada. Se constata que las rebajas son sectoriales.