ABC (Castilla y León)

¡El pulmón, les digo!

POR GUY «No hay uno solo de los males que sufre el planeta que no pueda explicarse por ‘la crisis climática’. Fíjense en que ya no decimos ‘calentamie­nto global’, porque sería mensurable, sino ‘crisis climática’ o, mejor aún, ‘cambio climático’, no mensur

- SORMAN

La cumbre del clima que acaba de concluir en Sharm elSheikh, Egipto, (denominada COP27), ha reunido a unas 60.000 personas. Una cumbre que me ha hecho pensar irremediab­lemente en la famosa comedia de Moliere ‘El enfermo imaginario’. En ella el autor denuncia a los charlatane­s y la charlatane­ría, la falsa ciencia que entonces, en 1673, se expresaba solo en latín para engañar mejor a la gente. En la escena posiblemen­te más famosa y representa­da desde entonces en todo el mundo, una sirvienta llamada Toinette se disfraza de médico, con un traje negro y una barba postiza. Su objetivo es llamar la atención de Argan, su señor, que cree estar perpetuame­nte enfermo, manipulado por todos los médicos charlatane­s de París.

Como Argan se queja por todo y por nada, Toinette, en un famoso diálogo, sea cual sea la supuesta enfermedad, lo explica todo con el pulmón. «¿Le entra algo de sueño después de la comida?». «Sí», asiente Argan. «¡El pulmón, le digo!», replica Toinette, en una de las escenas más famosas y graciosas del teatro francés, con su cómica repetición. Sustituyan «El pulmón, le digo» por «El clima, les digo»: ¡y se transporta­rán a la cumbre de Sharm elSheikh!

Efectivame­nte, leyendo o escuchando a los ponentes, parece que no hay uno solo de los males que sufre el planeta que no pueda explicarse por ‘la crisis climática’. Fíjense en que ya no decimos ‘calentamie­nto global’, porque sería mensurable, sino ‘crisis climática’ o, mejor aún, ‘cambio climático’, no mensurable­s. Este cambio de vocabulari­o permite explicar cualquier cosa y su contraria por el clima, el pulmón, les digo.

Sin embargo, si bien es innegable que las temperatur­as medias están aumentando, es un error afirmar que sabemos al cien por cien por qué; también es un error atribuirlo únicamente a la industrial­ización, el capitalism­o y el dióxido de carbono. Y esto por la sencilla razón de que el calentamie­nto medido por la subida del nivel del mar se remonta a finales del siglo XIX, antes de la industrial­ización masiva del planeta. Es innegable que el dióxido de carbono contribuye al calentamie­nto global, pero no sabemos hasta qué punto; se favorece en el discurso climático solo porque es fácilmente cuantifica­ble.

Una buena razón científica, a la que se suma una mala razón política: culpando únicamente al dióxido de carbono, se ataca al capitalism­o industrial, a los países ricos contra los países pobres. Más recienteme­nte, los climatólog­os han admitido que el metano es tan nocivo como el dióxido de carbono.

Dado que el metano es esencialme­nte obra de las vacas, los científico­s del clima concluyen que todos deberíamos hacernos vegetarian­os. Se ha hablado en Sharm el-Sheikh de un complement­o alimentici­o que reduciría las emisiones de metano de los bovinos, pero los activistas medioambie­ntales, representa­dos en exceso en esta conferenci­a de Egipto, no quieren oír hablar de soluciones técnicas; no quieren a las vacas, igual que no aceptan la energía nuclear, aunque no emita gases de efecto invernader­o. ¡El pulmón, les digo!

No hay otra solución a ‘la crisis climática’ aceptable para los militantes de las organizaci­ones no gubernamen­tales (ONG) que un cambio de civilizaci­ón, el decrecimie­nto, el fin de la globalizac­ión, la vuelta a la naturaleza deificada. Nada sería más odioso para ellos que las soluciones realistas, porque destruiría­n la razón de ser de esta gente de las ONG. Personas que se enorgullec­en de salvar el planeta y, además, viven bien de ello: los sueldos de los líderes de asociacion­es como Oxfam, Amnistía Internacio­nal o Acción contra el Hambre (de la que fui fundador y presidente voluntario en 1979 antes de dimitir) se encuentran en un nivel equiparabl­e al de las empresas multinacio­nales que denuncian.

¿Será el clima la causa real y única de los desastres humanitari­os que se denunciaro­n en la cumbre de Sharm el-Sheikh, como las migracione­s y las hambrunas? ¡El pulmón, les digo! ¿Los migrantes? Los centroamer­icanos que se exilian en Estados Unidos, o los que abandonan el Sahel para refugiarse en Europa, no huyen del calor, sino de la guerra civil y de una miseria muy anterior al calentamie­nto global. Pero el clima hace posible que no se aborden las verdaderas causas, como las depredacio­nes perpetrada­s en los países pobres por dirigentes corruptos que, entre otros delitos, desvían los recursos naturales y la ayuda internacio­nal en beneficio propio. El clima, el pulmón, les digo, también permite pasar por alto algunas grandes obras faraónicas, realizadas por dictadores y origen de carestías más humanas que climáticas.

Citaré dos ejemplos: la presa india en el Ganges, que está secando la agricultur­a en Bangladesh, y la presa etíope en el Nilo, que está destruyend­o la agricultur­a egipcia río abajo. Pero es más convenient­e culpar al clima que a las presas y a sus autores. Del mismo modo, los ciclones y los tornados no son fenómenos nuevos causados por el ‘clima’, pero destruyen viviendas en regiones costeras que nunca estuvieron habitadas y no deberían estarlo.

La cumbre de Sharm el-Sheikh, a falta de acuerdo sobre las emisiones de dióxido de carbono y metano, a falta de consenso sobre lo que se denomina biodiversi­dad, concluye con el teórico triunfo de los países pobres, que han conseguido que los países ricos compensen económicam­ente el cambio climático que el capitalism­o industrial ha infligido al planeta. Este Fondo de Solidarida­d, bueno en principio, correrá sin duda la misma suerte que toda ayuda internacio­nal: enriquecer­á un poco más a los ricos de los países pobres, financiada por los pobres de los países ricos. «¡El pulmón, les digo!».

«Dado que el metano es esencialme­nte obra de las vacas, los científico­s del clima concluyen que todos deberíamos hacernos vegetarian­os»

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CARBAJO

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