ABC (Castilla y León)

Tras la máscara de una sonrisa

La monja belga vendió millones de discos con su canción ‘Dominique’, abandonó la orden y se suicidó tras una vida de desdichas

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

Nadie se acuerda hoy de Jeannine Deckers, la monja dominica que hace 60 años consiguió colocar su canción en el número uno de los discos más vendidos en Bélgica, en Francia, en España y en Estados Unidos. Los niños que teníamos entonces ocho años nos sabíamos de memoria la letra de ‘Dominique’, un himno que se cantaba en las escuelas y en las excursione­s de nuestra infancia.

Resulta inevitable un sentimient­o de nostalgia y tristeza al evocar la memoria de esta religiosa que se suicidó en 1985 cuando solamente tenía 51 años tras haber abandonado la orden. Había sido explotada económicam­ente y maltratada por sus compañeras, escandaliz­adas por su orientació­n sexual.

A pesar de que la grabación de ‘Dominique’ la había catapultad­o a la fama, nadie conocía su rostro ni su nombre porque en el disco sólo figuraba ‘sor Sonrisa’, el apelativo con el que se hizo famosa en toda Europa. Se especulaba sobre su verdadera identidad y la prensa llegó a publicar que era una joven de extraordin­aria belleza que se había hecho monja por un desengaño amoroso.

Sometidas a la presión de los medios, las responsabl­es de la orden de las dominicas decidieron revelar que la autora de la canción era Jeannine Deckers, una monja de 30 años, nacida en Bruselas, que había ingresado en el convento de Fichermont en Waterloo.

Su verdadera imagen no correspond­ía en nada con la leyenda, pero eso no disuadió al periodista Ed Sullivan, la estrella de la televisión estadounid­ense, de viajar a Bélgica para entrevista­rla. Era una figura tan icónica que en 1966 se estrenó la película ‘La monja cantante’, distribuid­a por la Metro, en la que Debbie Reynolds hacía el papel de Jeannine. El filme obtuvo varias nominacion­es para los Oscar de Hollywood.

Tras los oropeles del éxito y su increíble popularida­d, latía una vida desgraciad­a desde su infancia. Jeannine, que tuvo una problemáti­ca relación con su madre, nunca encontró su lugar en el mundo. Intentó ganarse la vida como profesora de dibujo, pero decidió finalmente meterse monja a los 25 años. Era muy aficionada a cantar y tenía talento para componer.

La superiora del convento vio en ella un posible filón de ingresos y convenció a la discográfi­ca Philips para grabar un disco. En el contrato firmado por Jeannine, todos los derechos iban a parar a la orden dominica. Ella no obtenía ni un solo céntimo por sus temas.

Abrumada por el interés de la prensa y la envidia de las otras religiosas, Jeannine optó por dejar los hábitos. Se había matriculad­o en Teología en la Universida­d Católica de Lovaina a pesar de que atravesaba una crisis de fe. Conoció por esa época a una profesora llamada Annie Prescher, con la que se fue a vivir.

Ambas trabajaron en una escuela para niños autistas, mientras Jeannine intentaba reanudar su carrera. Grabó una canción titulada ‘La píldora de oro’, que ensalzaba los medios anticoncep­tivos e inició una gira por Estados Unidos, que fue un fracaso. Expresó también su apoyo a los estudiante­s de Mayo del 68 y se declaró seguidora de John Lennon.

Los últimos años de la existencia de Jeannine fueron una pesadilla por culpa de la Hacienda belga, que la exigía el pago de impuestos por unos ingresos de los que no había disfrutado. Philips, que había ganado mucho dinero con sus discos, se negó a ayudarla. La orden dominica fue más generosa y la compró una casa en Wavre a cambio de un compromiso por escrito de que nunca volvería a criticar a esa comunidad y de que todas las deudas habían quedado saldadas.

Agotadas por las exigencias del Fisco, Jeannine y Annie se sumieron en una profunda depresión que las llevó al alcoholism­o. El 25 de marzo de 1985 se suicidaron juntas tras ingerir una sustancia letal. Por una rara ironía del destino, ese día la Sociedad Belga de Autores había recaudado ya entre sus afiliados más de medio millón de francos, una cantidad que superaba con creces la deuda con Hacienda. Era demasiado tarde. La pareja está enterrada en Wavre. La lápida de su tumba reza: «He visto volar su alma a través de las nubes». Por allí deben vagar estos dos espíritus desgraciad­os.

Había sido explotada económicam­ente y maltratada por sus compañeras de orden

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// ABC Jeannine Deckers, antes de colgar los hábitos

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