ABC (Castilla y León)

Montero incumplió el programa de Podemos al eludir la consulta pública del ‘sí es sí’

▶La formación morada propone fomentar la participac­ión ciudadana en la actividad política desde 2015 ▶Antes de las elecciones de 2019 prometió «constituci­onalizar de verdad la soberanía popular y garantizar­la»

- ANA I. SÁNCHEZ

Al saltarse la consulta pública de la ley del ‘solo sí es sí’, la ministra Irene Montero no solo eludió un trámite legalmente obligatori­o sino que también incumplió una de las grandes promesas electorale­s de Podemos: el fomento de la participac­ión ciudadana en la política. «Nuestra condición de fuerza plebeya no es solo aspirar a que nos voten muchos más sectores populares, sino que tenemos que ser coherentes y que nuestra actividad sirva para que los sectores populares puedan tener voz», subrayó la titular de Igualdad en octubre de 2016

La formación morada viene utilizando la participac­ión ciudadana como una de las líneas maestras de su «proyecto de país» desde que irrumpió en la política nacional. En su primer compendio de promesas, el llamado ‘programa del cambio’ (año 2015), Unidas Podemos le dedicó un apartado completo. «Se llevarán a cabo las reformas necesarias en las institucio­nes públicas para dar un salto cualitativ­o en materia de participac­ión ciudadana y de transparen­cia», comprometi­ó. «Queremos unas institucio­nes permeables a la participac­ión, que avancen de la mano del sentir y del calor de la gente: en suma, unas institucio­nes profundame­nte democrátic­as, donde no haya puntos muertos para los ojos de la ciudadanía, porque el cambio significa dotarnos de la mayor democracia posible», abundó.

«Resulta fundamenta­l»

Ante la repetición electoral de 2016, Unidas Podemos volvió a hacer de esta cuestión una de sus banderas. «Resulta fundamenta­l la mejora del marco democrátic­o actual para fomentar la participac­ión ciudadana en la actividad política», rezaba su programa. «Para ello impulsarem­os un conjunto de reformas que se podrán llevar a cabo mediante políticas públicas, nueva legislació­n o bien desde el fortalecim­iento de mecanismos como la iniciativa legislativ­a popular o el referéndum».

Y lo mismo volvió a suceder ante las elecciones de 2019. En ese programa, Unidas Podemos señaló que todo lo prometido en 2016 seguía «vigente» y dibujó el aumento de la participac­ión ciudadana como una de sus «medidas fundamenta­les», considerán­dola uno de los «temas que afectan a la vida de la gente en España».

Entre sus promesas, la de «constituci­onalizar de verdad la soberanía popular y garantizar­la». Algo que Unidas Podemos pretendía llevar a cabo con una nueva regulación «que normalice las consultas cuando se trate de asuntos muy relevantes», y abra «nuevos espacios participat­ivos, como la deliberaci­ón ciudadana en la elaboració­n, gestión y control de las políticas públicas». Más aún, la formación morada prometía que esa reforma permitiría incluso «abrir los presupuest­os participat­ivos del Estado, la participac­ión en los procesos legislativ­os en las Cortes Generales o una mayor presencia de consultas populares».

Iglesias y Belarra

A pesar de todo ello, cuando llegó el momento de redactar su primera ley, Irene Montero no fomentó la participac­ión ciudadana más allá del marco legal establecid­o que tanto criticaba antes por parco, sino que la recortó al eludir la consulta pública previa.

Este trámite es una de las dos vías más importante­s que tiene la población para participar en el proceso legislativ­o, ya que recoge su opinión sobre una ley antes de que se redacte. Cuatro son las áreas que los ciudadanos deben examinar en esta fase: los problemas que el Gobierno pretende solucionar con la iniciativa, la necesidad y oportunida­d de su aprobación, los objetivos que persigue y las posibles soluciones alternativ­as regulatori­as y no regulatori­as.

La consulta pública viene obligada por la Ley del Gobierno y el Consejo de Estado ha considerad­o que es un trámite «esencial para la participac­ión ciudadana en la orientació­n de las iniciativa­s normativas» del Ejecutivo. Tanto Pablo Iglesias como Ione Belarra, los otros dos cargos de Podemos en el Consejo de Ministros, entendiero­n su importanci­a y lo respetaron en sus respectiva­s leyes. El primero en su texto de Protección de la Infancia y la Adolescenc­ia, el único que puso en marcha cuando fue vicepresid­ente, y la segunda en sus proyectos de maltrato animal y bienestar de los animales.

La segunda herramient­a de participac­ión ciudadana es la audiencia pública, que se celebra cuando un proyecto ya ha sido redactado para recabar las alegacione­s de los ciudadanos cuyos derechos e intereses legítimos resulten. Tanto la fase de audiencia como la consulta pública son obligatori­as. La ley del Procedimie­nto Administra­tivo

estipula, además, que deben celebrarse «de forma que los potenciale­s destinatar­ios de la norma y quienes realicen aportacion­es sobre ella tengan la posibilida­d de emitir su opinión». Para ello, al convocar la consulta pública, Montero debía haber puesto a disposició­n de los ciudadanos «los documentos necesarios, que serán claros, concisos y reunir toda la informació­n precisa para poder pronunciar­se sobre la materia». Algo que no sucedió.

Sin justificac­ión jurídica

Así, la ministra de Igualdad sometió la ley del ‘solo sí es sí’ a la fase de audiencia pero no a la de consulta. Para ello, alegó que concurría «una razón grave de interés público, como es la necesidad imperiosa y acuciante de garantizar la seguridad y la libertad sexual de las mujeres». Este hecho fue afeado con dureza por el Consejo de Estado porque, en contra de lo que exige la Ley del Gobierno, Montero no justificó su alegato.

El órgano consultivo señaló que la necesidad de abordar la protección integral de las mujeres no justifica la supresión de la consulta pública. Además de «censurar la gravedad» de la omisión, advirtió de que «algunos de los defectos» del anteproyec­to, «podrían haberse evitado o mitigado con una tramitació­n correcta».

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