ABC (Castilla y León)

La protestas en China desnudan el modelo autoritari­o de Xi Jinping

▶La Policía frena los ímpetus mientras los contagios marcan un nuevo máximo por quinta jornada consecutiv­a ▶Pekín disputa dos partidas simultánea­s, una contra el virus y otra contra el pueblo, y en ambas va perdiendo

- JAIME SANTIRSO

El régimen chino disputa dos partidas simultánea­s, una contra el virus y otra contra la ciudadanía, y en ambas va perdiendo. El mayor rebrote desde el comienzo de la pandemia coincide con un estallido ante la política de Covid cero, que desde hace más de dos años y medio sofoca la cotidianei­dad sin fin a la vista. Unos derroteros que encamina al país, en apariencia sin remedio, hacia una caótica crisis sanitaria y social.

Un cuantioso despliegue policial custodiaba ayer por la tarde las zonas cercanas al río Liangma en Pekín. Su amenazador­a presencia ha prevenido la repetición de la histórica jornada de manifestac­iones vivida en la noche del domingo. Cientos de jóvenes tomaron las calles de la capital china, también las de muchas otras ciudades, para vociferar su hartazgo ante una pandemia que por no haber llegado del todo tampoco acaba de irse.

La multitud entonaba a gritos el himno nacional, con especial énfasis en el ‘qilai’ del estribillo: «Levantaos». «Levantaos, aquellos que rehusáis ser esclavos», continúa, de hecho, la revolucion­aria letra. «¡No queremos PCR, queremos libertad!», era otra de las proclamas más reiteradas. Sin embargo, los asistentes se mostraban cautelosos a la hora de apuntar hacia arriba con sus afiladas críticas. «No estamos pidiendo la dimisión de nadie», aclaraban en algunos corrillos.

Notas discordant­es

Por ahora, las protestas limitan su repudio a la política de Covid cero y rehúsan, salvo algunas voces minoritari­as, la etiqueta de antigubern­amentales. Sin embargo, la evolución de este tipo de movimiento­s siempre resulta incierta, en particular a ojos de un sistema totalitari­o obsesionad­o con un control recrudecid­o desde la llegada al poder de Xi Jinping. Laureado ya como el líder chino más poderoso desde Mao, este dicta una reideologi­zación de la sociedad en la que caben menos notas discordant­es que nunca.

Los manifestan­tes y su mesura armonizaba­n con los agentes movilizado­s, quienes pasada la medianoche les abordaban dóciles y, en otro contexto, casi sugerentes. «Venga, vayámonos todos a casa». Ante colisiones puntuales, ambos bandos trataron de calmar a sus respectivo­s exaltados.

Esta apática tirantez dejó espacio al ingenio. Varios jóvenes portaban hojas en blanco que bien parecían confirmar la tesis del filósofo canadiense Marshall McLuhan –«el medio es el mensaje»– en su propósito de esquivar una censura que opera sin descanso en la sombra, borrando todo rastro digital de las protestas. Tanto es así que una empresa papelera de Shanghái ha anunciado hoy la suspensión temporal del suministro de folios, convertido­s en soporte para la subversión.

Sentido del humor

También al humor. Cuando un policía ordenó que cesaran los cantos de «¡No más cuarentena­s!», la muchedumbr­e pasó a exigir de inmediato «¡Más cuarentena­s!», reacción que no satisfizo al demandante, pues no hay autoritari­smo que entienda de ironías. El domingo, un estudiante animó a las fuerzas de seguridad a retirarse para así poder seguir en directo el España-Alemania. Esa misma propuesta lanzó una pareja de agentes a este correspons­al tras revisar su pasaporte –«¡Pero qué haces aquí ahora!»–, no sin antes reprochar la ausencia de «Saierxiao Lamosi», Sergio Ramos, en la lista de convocados al Mundial.

Las marchas tuvieron por escenario

Protesta en Pekín contra las restriccio­nes por el Covid el distrito de Chaoyang, el más importante de Pekín, cuyas autoridade­s han pedido a los residentes a lo largo de la última semana que no abandonen sus casas si no es imprescind­ible ante el repunte de casos. En la capital china impera desde entonces un semiconfin­amiento que obliga al cierre de oficinas, colegios y todo tipo de locales comerciale­s. Solo los supermerca­dos continúan abiertos con normalidad, y gran parte de las com

pras se despachan gracias a la mediación de repartidor­es a domicilio. Muchos de ellos duermen al fresco, pese al frío otoñal, para no verse obstaculiz­ados por el aislamient­o de complejos residencia­les, cada vez más habituales. China registró ayer un nuevo máximo diario de positivos por quinta jornada consecutiv­a, los cuales por primera vez han rebasado los 40.000.

Arrestos y agresiones

En Shanghái, por contra, el ambiente resultó muy distinto, quizá por suponer la segunda jornada de concentrac­iones. La Policía realizó varios arrestos, entre ellos el de un periodista de la BBC al que esposaron y agredieron. La entidad británica ha protestado por medio de un comunicado en el que denuncia que las autoridade­s chinas «no han ofrecido ninguna explicació­n o disculpa» por lo sucedido, «más allá de la afirmación pronunciad­a por los funcionari­os de que el reportero había sido detenido por su propio bien, para evitar que se contagiara de Covid entre la multitud». El Club de Correspons­ales Extranjero­s en China también ha emitido una nota, señalando que «periodista­s de varios medios de comunicaci­ón fueron hostigados físicament­e por la Policía mientras cubrían los disturbios».

Esta tensión evidencia la relevancia histórica de estos movimiento­s de desobedien­cia cívica, sin precedente­s desde las movilizaci­ones que en 1989 desembocar­on en las multitudin­arias protestas de Tiananmen, también extendidas entonces por todo el país. Su trágica conclusión, con el Partido Comunista lanzando a las tropas contra los manifestan­tes, ha marcado la historia reciente de China. Sin embargo, la censura ha logrado en gran medida eliminar el recuerdo de la memoria colectiva.

Un joven que en la noche de ayer recorría las calles de Pekín se mostraba nervioso ante el incierto rumbo de los acontecimi­entos, pero al mismo tiempo expresaba su confianza en las autoridade­s. «La Policía nunca nos hará daño», aseguraba, sabedor en su desconocim­iento que solo las partidas pasadas están perdidas de antemano.

Los manifestan­tes cantan el himno nacional: «Levantaos aquellos que rehusáis ser esclavos». «¡No queremos PCR, sino libertad!»

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