ABC (Castilla y León)

López Obrador busca una reforma electoral que perpetúe su poder

El presidente de México se da un baño de masas y genera desconfian­za sobre su compromiso de no reelección

- EMILI J. BLASCO

Andrés Manuel López Obrador convocó este domingo una gran movilizaci­ón en Ciudad de México, con la ayuda de los resortes del Estado, para mostrar el apoyo popular con el que cuenta (la aceptación de su gestión presidenci­al sigue alta, con una aprobación del 65%) y así presionar al Congreso para la aprobación de una amplia reforma electoral que podría prolongar su dominio político. Esa reforma, parte de la ‘4ª Transforma­ción’ –programa de Gobierno–, requiere una mayoría cualificad­a con la que Morena, el partido del presidente, no cuenta; la oposición puede consensuar algunas medidas, pero ve en esta operación el deseo del presidente de perpetuar su poder, como logró el PRI por más de setenta años.

Bajo la propaganda de querer implantar una «democracia limpia y que nunca más haga fraudes», la reforma de López Obrador en realidad puede facilitar la consolidac­ión de Morena como el nuevo partido gubernamen­tal permanente. Partiendo del actual momento de popularida­d, el control de las institucio­nes podría luego mantenerse por las dificultad­es que la reforma introduce para que desde la oposición puede alcanzarse el poder. Existen además sospechas de que, en un segundo paso, tal vez López Obrador pudiera incluso forzar la posibilida­d de la reelección presidenci­al (en 2024 o más adelante, tras un sexenio fuera del cargo), algo vetado por la Constituci­ón (su redacción, en 1917, fue resultado de la Revolución Mexicana, iniciada justamente para impedir la repetición de mandato). El líder mexicano niega que esa sea su intención, pero hay quien no lo descarta mientras siga alta su popularida­d.

Árbitro único

La reforma, anunciada en abril y que supone la modificaci­ón de una veintena de artículos constituci­onales, establece un único árbitro electoral, el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, asumiendo el poder del actual Instituto Nacional Electoral y de las juntas municipale­s que organizan y supervisan elecciones y consultas locales. No solo se concentra todo en un único órgano, sino que además el número de sus componente­s se reduce, de los 11 consejeros del actual INE a solo 7 del propuesto INEC. Esto hace más fácil el control del proceso por parte del Gobierno.

El número de diputados se reduce de 500 a 300 y el de senadores de 128 a 96,

de forma que para obtener un asiento en esas cámaras se requerirá un mayor número de votos, favorecien­do así a aquellos partidos con mayor fuerza. Sin duda, quien está en el Gobierno lo tendrá más fácil: al reducirse el conjunto de toda propaganda electoral durante la campaña a un máximo de 30 minutos diarios en radio y televisión, se quita opciones a los opositores, mientras que el Gobierno puede hacer publicidad por otros medios (precisamen­te se amplían las excepcione­s en las que el Ejecutivo puede hacer publicidad durante la campaña electoral). Se elimina la financiaci­ón para la actividad ordinaria de los partidos políticos (el partido gubernamen­tal suele tener más facilidad de obtener fondos) y se establece que para que una consulta popular sea vinculante bastará que haya el 33% de participac­ión, en lugar del actual umbral del 40%. Otra significat­iva reforma es que el voto electrónic­o pueda tener un peso importante en el proceso.

La no reelección presidenci­al es parte tan sustantiva de la tradición política mexicana que diríase imposible que López Obrador pueda intentar repetir mandato. Sin embargo, también parece extraño que, dado el perfil psicológic­o que arroja su comportami­ento (en las ‘mañaneras’, sus interminab­les charlas matutinas a través de la televisión, se le ve plenamente satisfecho tratando los asuntos del país como si este fuera su rancho), alguien con dos tercios de aceptación y el poder social alcanzado vaya a querer dejar el poder sin más. Ciertament­e, López Obrador podría seguir mandando el país a través de Morena, con otro dirigente del partido en la presidenci­a (así lo hizo Plutarco Elías Calles, el creador de lo que fue el PRI), pero esas sucesiones no suelen funcionar bien para el mentor.

Guiños al Ejército

Por otra parte, sus continuos guiños a las Fuerzas Armadas (les ha dado el beneficio de encargarse de obras públicas civiles de gran envergadur­a, las ha protegido en complicado­s procesos judiciales y las ha promovido con mayor poder institucio­nal y funciones dentro de la institucio­nalidad estatal), no dejan de ser sospechoso­s de querer procurarse un aliado para cuando quizá López Obrador busque la ruptura constituci­onal de la reelección.

Cuando el pasado domingo, en el Zócalo de Ciudad de México, algunos seguidores corearon «reelección» y «seis años más», López Obrador respondió que respetará el término de su mandato presidenci­al, tal como establece la Constituci­ón. En cualquier caso, los movimiento­s en Morena para decantar la candidatur­a de 2024 están en marcha. Diversos posibles presidenci­ales –la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, y el senador Ricardo Monreal– están haciendo campaña, si bien López Obrador no ha determinad­o el modo de selección, que es objeto de confrontac­ión entre los candidatos.

Los cambios favorecerí­an a los partidos más fuertes. Quien esté en el Gobierno lo tendrá más fácil, como en tiempos del PRI

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// REUTERS López Obrador con sus seguidores en el Zócalo de Ciudad de México

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