ABC (Castilla y León)

«Es una estupidez congénita de la izquierda pegarse tiros en el pie»

El artista asturiano reúne clásicos, rarezas e inéditos en su antología definitiva, ‘La vida en canciones’

- Víctor Manuel Cantante NACHO SERRANO MADRID

A las puertas de la Navidad, la gran esperanza blanca para el formato físico, Víctor Manuel, regresa a la actualidad con ‘La vida en canciones’, la más completa retrospect­iva jamás editada de su obra. Se trata de una cuidada edición en formato libro con 3 CD con un total de 59 canciones incluyendo todos sus grandes éxitos, rarezas, caras B, canciones pequeñas y joyas perdidas de su catálogo. También colaboraci­ones con Raphael, Ana Belén, Sabina, Miguel Ríos, Pablo Milanés, Serrat, Aute y otras tres de reciente factura.

—¿Cuál sería el top 5 de imprescind­ibles de Víctor Manuel?

—Yo creo que pondría ‘El abuelo Víctor’, ‘Asturias’, ‘La madre’, ‘Sólo pienso en ti’ y ‘La planta 14’.

—¿Y las cinco rarezas más raras de la antología?

—Me gusta mucho que estén ‘Matador’, ‘Canción pequeña’, ‘Me gusta saber de ti’ o ‘No quiero ser militar’, que salió en un momento muy extremo, en 1972.

—¿Qué ocurrió cuando salió esa canción, antes de acabar la dictadura?

—La mandé junto a varios otros temas a los organismos de censura, y me aplicaron un silencio administra­tivo durante varios años. Yo enviaba canciones y canciones, y no me contestaba­n. Como veía que no podía editar canciones propias, decidí sacar un disco de transición con folclore asturiano que se llamaba ‘Verde’. Esa canción era muy provocador­a, y la mandé a censura. A la semana siguiente Fuerza Nueva publicó la letra. Las conexiones que había entre el Ministerio de Cultura y Blas Piñar... —Miguel Ríos me dijo una vez, claramente hiperboliz­ando, que prefería la censura franquista a la actual porque estimulaba el ingenio de los letristas. —No sabe lo que dice (risas). No estoy de acuerdo para nada. Hace poco han reeditado ‘Spanien’, un disco que grabé en la República Democrátic­a Alemana en el 77. En ese álbum hay letras que sólo se pueden entender si tienes un manual para descifrarl­as. Lo que pasa con la censura de ahora es que es más sibilina, y está en las redes, donde a la gente se la machaca si se atreve a salirse del tiesto.

—¿Siente cierta incomprens­ión por la (sobre)dimensión que se le otorga a las declaracio­nes políticas de los artistas?

—Parece que está prohibido tener opiniones políticas. Si las tienes, pagas un peaje. Pero creo que eso se ha suavizado, porque ahora los partidos políticos se miran muy mucho lo de utilizar a artistas para campañas. Ya no es útil. —¿Lo de Sabina se ha exagerado? —Yo creo que sí. Como nunca habla ni da entrevista­s, cuando lo hace son todo titulares. Le meten los dedos en la boca y él vomita.

—¿Entendió en cierta manera lo que quería decir?

—Sí, pero no lo comparto. No me gusta que se generalice. Meter en un mismo saco a Nicaragua y a Lula no tiene sentido. Joaquín puede decir lo que se le pase por la cabeza, pero creo que ahí está desenfocad­o en lo que dice.

—¿Cree que vivimos un revival del franquismo?

—Sientes que están ahí, que han crecido muchísimo, pero esa fiebre no será perpetua. Cuando acabó el franquismo, la extrema derecha estuvo sacando cincuenta mil votos. Después, desapareci­eron. Hasta que las circunstan­cias han propiciado que puedan vociferar.

—A un año y poco de elecciones generales, la izquierda a la izquierda del PSOE otra vez a la gresca.

—Es el sino de los partidos de izquierda, pelearse, deshacerse, reconfigur­arse... Es una estupidez congénita de la izquierda, lo de pegarse un tiro en el pie cuando tiene posibilida­des de hacer cosas y mejorar la sociedad.

—¿Cómo cree que hubiera sido una pandemia con Gobierno de derechas?

—Yo estoy convencido de que hubiese sido terrible. Se habrían quedado muchos más millones de personas descolgada­s por el camino.

—Volviendo al disco, la presencia de Pablo Milanés en la antología ha adquirido una dimensión distinta.

—Estoy encantado de que esté. Una de las últimas alegrías que le di fue cuando editaron en vinilo ‘En blanco y negro’, que sólo estaba en CD. Yo sabía que estaba muy malito estos últimos meses. La noticia de su muerte me pilló en México y fue un palo porque confiaba en llegar a tiempo para verle en persona antes de morir. No me ha dado tiempo a darle un último abrazo.

«Como Sabina casi nunca habla, cuando lo hace todo son titulares. Le meten los dedos en la boca y él vomita»

—En el libreto de la recopilaci­ón se destaca su lucha por los derechos de autor. ¿Alguna vez se sintió solo en la batalla, como le ocurrió a Ramoncín?

—No, porque tampoco estaba en el frente de la batalla como estaba él. Cuando absolviero­n a Teddy Bautista me acordé de que en su momento yo denuncié que tras las noticias de corrupción sólo había humo. ¡Los palos que me cayeron por decir eso! Yo estaba convencido. En la SGAE hemos hecho muchas cosas mal, pero se ve que lo peor que hemos hecho ha sido recaudar dinero para repartir entre los autores.

—¿Le han hecho una oferta por su catálogo?

—Sí, me han tentado. Nunca llegué a hablar de cifras, pero cuando lo comenté con mis hijos, mi hija me dijo: «Te vuelo la cabeza como vendas tu repertorio» (risas). Las cantidades que se ofrecen aquí no son las de EE.UU. o Inglaterra. No merece la pena.

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