ABC (Castilla y León)

Pintor haitiano, entre el surrealism­o y el pop

- OBITUARIO JUAN MANUEL BONET

Hervé Télémaque (1937-2022)

Tras vivir el Nueva York ‘fifites’, en 1961 fijó su residencia en París, donde fue uno de los últimos descubrimi­entos de André Breton, para luego decantarse por la Figuration Critique, un pop político, aunque vivido por él en clave brillantem­ente pictoricis­ta

Nacido en Port-au-Prince, la capital de Haití, en una familia mestiza acomodada y culta, a los veinte años Télémaque, huyendo de la dictadura de Duvalier, decidió instalarse en Nueva York, donde estudió en la Art Student’s League y vivió el auge del expresioni­smo abstracto (vía Max Pinchinat, ya habían llegado a la isla ecos del mismo), interesánd­ose por el pionero Arschile Gorky, pero también por el prepop Rauschenbe­rg. Lo difícil de sobrevivir en un medio racista como el norteameri­cano terminaría empujándol­o, en 1961, hacia París, donde, lúcido hasta el final, viviría hasta su muerte el pasado 10.

En 1963, Télémaque figuró entre los colaborado­res de la revista ‘Kwy’, de René Bertholo y Lourdes Castro. Pronto, André Breton, que supo de él por Édouard Jaguer, lo acogería en el grupo surrealist­a, incluyéndo­lo en la colectiva ‘L’écart absolu’ (1965) de L’Oeil. Colaboró en ‘La Brèche’ y ‘L’Archibras’. Sin embargo, ya por aquel entonces practicaba un pop de fuerte carga crítica, con muchas referencia­s al colonialis­mo.

En 1964 lo encontramo­s, con Bertholo, Klasen, Rancillac y Jan

Voss, ilustrando el poemario ‘Royal Garden Blues’, de JeanJacque­s Levêque; entre los participan­tes en la colectiva ‘Mythologie­s quotidienn­es’, en el Musée d’Art Moderne; y entre los convocados a la Documenta de Kassel. Aquel fue además el año de sus dos primeras individual­es: en París (Mathias Fels) y Londres (Hannover, con catálogo prologado por John Ashbery).

Apasionado por Hergé y la línea clara, y por el también belga Magritte, por aquel entonces pintaba cuadros grandes, dispersos (a veces en la vecindad de su amigo Fahlström), cromáticam­ente intensos, y por momentos muy divertidos, como lo era él mismo, y fino. Que no perdió nunca el contacto con el tejido cultural haitiano lo prueba el que, junto a sus asimismo amigos Lam y Camacho, ilustrara una edición de bibliofili­a de ‘Dialogue de mes lampes’ (1970), de Clément Magloire Saint-Aude, el más mallarmean­o de los poetas surrealist­as; recuerdo una conversaci­ón al respecto con el pintor, llena de meandros, en un bar de vinos de mi calle natal del Cherche-Midi.

Serge Fauchereau, Yves Michaud, Bernard Noël, José Pierre, Anne Tronche o Carlos Franquí (prologuist­a del catálogo de su primera individual española, celebrada en la Barcelona de 1977, en Joan Prats) han escrito textos importante­s sobre Télémaque, entre cuyas retrospect­ivas destacan la de 1976 en el Musée d’Art Moderne, la de 1998 en el IVAM, las de 2015 en el MNAM de París y luego el Cantini de Marsella, la de 2016 en la Martinica, y la que, tras haberse podido contemplar en 2021 en la Serpentine de Londres se inauguró el 4 en el museo de Aspen, Colorado. Ya por desgracia póstumamen­te, el 28 acaba de inaugurars­e en el ICA de Miami, otra muestra, centrada en su producción neoyorquin­a.

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