Antonio en la Historia
El que paró a Tejero en Tiananmén, el que liberó París
AFranco lo exhumó él, Pedro, aquella mañana de fríos primeros en que Carmen Calvo lloraba de memoria democrática y de alegría. Fue cuando atronó Cuelgamuros, y a los dóciles chicos de la prensa nos puso un autobús desde Moncloa a la puerta baja del Valle, y nos aliñó el alba con caldo gallego y un aperitivo de jamón ibérico con cargo a los PGE y en beneficio de la democracia plena. Disfrutamos cual gorrinos en charca en aquel día ‘histórico’ con los helicópteros, los rumores, con Lola, la notaria/garzona mayor del reino y sus ojos astrológicos. Y con Félix Bolaños, lucecita ‘monclovil’, dando el portazo final a la vieja España y agarrando la ubérrima ubre de la mamandurria (sic).
Él, Sánchez, pasará a la Historia, y es justificada la mayúscula aquí. Que se sepa de Polo a Polo, que lo sepan Maduro y López Obrador y sus cofrades de la ‘chompa’ andina. Que en España ni Marianita Pineda, ni Torrijos, ni Adolfo; ni siquiera Felipe, ni Guerra, ni la foto del Palace, ni ZP. Pasará él, qué narices, que para eso ha reconquistado España en un Peugeot 407, la ha limpiado, y la España limpia camina con Otegi y sus rabietas de cartoné.
Recuerden a Zorrilla en el funeral de Larra. Y a Sánchez en el de Rubalcaba y en la fiesta necrófila del Ateneo del otro día en la que todos fueron un poco Almudena Grandes y un poco –más– Sánchez, este lector precoz de Machado, aquel poeta soriano que tanto lo inspiró para librarnos del mal. Amén.
Lo dijo así. Rotundo. Sólo él es él, y él, con su resiliencia inquebrantable, sacó al Maligno del descanso eterno y lo resignificó en El Pardo refutando las palabras de Arias Navarro. Schz, libertador nuestro, el hombre que trajo la democracia y liberó el Guadarrama y al mundo entero del franquismo. El mismo que paró a Tejero en Tiananmén, el que salió con el Falcon en Normandía. El que entró primero en París.
Sólo está Pedro ante el juicio de la Historia. Y la Historia lo contempla admirada. Como a un Apolo victorioso. Sólo él es él. Sólo sí es sí. Y qué bien pasaba los apuntes a limpio Irene, la pobre.