ABC (Castilla y León)

Chiqui Fernández: «Para hacerme feliz basta con invitarme a un karaoke»

La actriz estrena ‘A que voy yo y lo encuentro’, en la que nos habla de la maternidad, de su familia y de su debilidad por espantar los males cantando

- ANTONIO ALBERT

«Aque voy yo y lo encuentro» es una expresión muy de madre. Chiqui Fernández (53 años) reconoce que la suya se lo decía mucho de adolescent­e: «Ahora soy yo la que se lo dice a mi hija, que ni se molesta en abrir un cajón antes de pedirme ayuda cuando no sabe dónde ha dejado las cosas. Aunque yo no recuerdo que hiciera lo mismo a su edad, yo creo que al menos me preocupaba en mirar». No es la única frase de madre en la obra de Ana Graciani: «Es curioso porque no dejas de sentirte rara cuando ves que tú las repites, asimilándo­las». Además de esas expresione­s, las madres tienen un superdón: «El de adelantars­e a los acontecimi­entos. El ‘no te lo quiero decir, pero te lo dije’. Yo me muerdo la lengua muchas veces, no lo puedo evitar. Tenemos esa intuición porque conocemos a nuestros hijos, sabemos en qué se van a equivocar». Pero la vida da muchas vueltas: «Te das cuenta con los años porque es el ciclo natural. Mi madre me cuidaba, ahora soy yo quien la cuida a ella. Y haciendo esta obra he descubiert­o otra perspectiv­a, me ha ayudado a entender la relación y me ha unido más a ella. De pequeña, yo era la oveja negra de la familia, pero no es que fuera mala chica, es que era rebelde, soñadora, apasionada. Cuando me preguntaba­n qué quería ser de mayor, yo decía que payasa. Mis padres no se opusieron, pero no entendían cómo podía ganarme la vida actuando». Ahora, las piezas encajan.

La hija de Chiqui sigue sus pasos: Julia Fernández tiene 17 años y va a debutar en el cine con ‘Verano en rojo’, junto a José Coronado. Curiosamen­te, su madre le ha dado un consejo, «que cambie de profesión, porque es una superdotad­a y preferiría que se dedicara a otra cosa». No deja de ser una paradoja muy de madre: «Es que es un trabajo con tanta intermiten­cia. Yo lo he vivido, sé lo duro que es». Más en su caso, como madre soltera: «La gente tiene horarios normales. Las actrices, no. Por eso tuve que renunciar al teatro para vivir la maternidad». Chiqui reconoce que entre su hija y ella hay un vínculo muy poderoso, una fuerza invisible que las une: «Yo tenía miedo a los gatos, pero ella adoptó uno. Al cabo de unos años, desarrollé una alergia y tuvimos que darlo. Una noche, los dos tuvimos el mismo sueño, aunque con finales distintos, porque en el de ella el gato se escapaba y en el mío, yo temía que ella pensara que lo había dejado escapar. Casi el mismo sueño, la misma noche», recuerda Chiqui. «Un día, cuando ella tenía tres años, yo me mordí la lengua comiendo una rosquilla y sangré muchísimo. Cuando fui a buscarla al colegio, Julia se había caído y se había hecho una herida en la lengua».

Banda sonora

Si tuviera que presentars­e al mundo, Chiqui lo tiene claro: «Soy una mujer que sigue aprendiend­o, que intenta no tener que luchar por todo, que quiere fluir, estar en paz. Me gustaría encontrar y dar lo mejor de mí. Y del otro». Aunque en la obra la música se convierte en una ‘playlist’ que ilustra cada momento, Chiqui no sabría poner banda sonora, aunque reconoce que si la vida fuera un karaoke, «entonces mi ‘hit’ sería ‘Como una ola’, de Rocío Jurado. Disfruto cantando, pero no sé cuándo me toca entrar en una canción, por eso necesito que me lo marquen. Para hacerme feliz basta con invitarme a un karaoke».

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