ABC (Castilla y León)

La libertad y sus trayectori­as PENDÁS

- POR BENIGNO Benigno Pendás es presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

«¿Corre peligro la libertad? Según y como. En política, populistas y oportunist­as ponen en riesgo los principios estructura­les del Estado constituci­onal. La sociedad pos-Covid busca un camino que no encuentra. Es necesario asumir que la seguridad absoluta no existe ni existirá, porque el riesgo deriva de la frágil condición humana por mucho que se enfaden quienes exigen todos los derechos y rehúyen todas las obligacion­es. Hay que estar alerta frente a un autoritari­smo de apariencia ‘soft’, pero no por ello menos agresivo»

LA libertad bajo el imperio de la ley es la única forma civilizada de la convivenci­a. Más aún, la mejor Historia se escribe desde el punto de vista de la dignidad de la persona. Como pedía Ortega hace ya un siglo, es tiempo para navegar por el «alta mar» de la Historia, sin buscar refugio –añado– en el puerto seguro de la erudición estéril y la repetición de lugares comunes. Hace algunos meses anticipé en esta Tercera de ABC un proyecto académico ambicioso, bajo el rótulo general de ‘Biografía de la libertad’. Se acaba de publicar el primero de los seis tomos previstos y me gustaría dar cuenta y razón al lector interesado sobre el tránsito por las formas de la cultura europea y universal de esa Idea suprema que bien merece la mayúscula platónica. Las citas en su elogio pueden multiplica­rse hasta el infinito. La más hermosa, bien conocida, a cargo de Don Quijote, el más universal de los españoles: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos…». Seguir las trayectori­as de una idea tan principal por los vericuetos y encrucijad­as del pensamient­o, el arte y la literatura es tarea apasionant­e que promete grandes satisfacci­ones (intelectua­les y morales) a quien la practica con recta intención. Puedo dar fe de ello.

En el principio era el Renacimien­to, con su libertad estética. Ejerció como albacea de la Antigüedad clásica, pero se excedió en el propósito de ruptura con la Edad Media. El individuo pretende vivir en plenitud una vida que le ofrece novedades antes insospecha­das. Lo consigue solo a medias, como siempre nos ocurre a los humanos. Viene luego el Barroco, con su libertad prudencial: un escenario teatral donde triunfan los más sutiles. Sigue la Ilustració­n, la luz que desplaza a las tinieblas con el riesgo cierto de ser víctima de la razón sublimada. Su antítesis, el Romanticis­mo, es apto únicamente para héroes y genios; resulta tan exigente para el hombre vulgar que le obliga a buscar refugio en malos sentimient­os tribales. Triunfa por fin la Modernidad: burguesía, capitalism­o, positivism­o; es decir, la ilusión (fallida) del progreso sin límites. Tiempo después, al socialismo que se dijo «científico» le sucedió lo mismo, incluso peor. En fin, llega la Posmoderni­dad, paraíso para los epígonos en versión frívola, a ratos ocurrente, de una civilizaci­ón que padece fiebre helenístic­a. Intelectua­les sedicentes encuentran la ocasión de descubrir cada día un nuevo Mediterrán­eo a base de banalidade­s. Allá ellos.

Acerca de tales formas históricas y culturales discurre esta ‘Biografía de la libertad’. Comienza por aquel Renacimien­to apasionant­e con su canon intemporal de Belleza que hoy día contemplam­os con nostalgia. De la mano de Jakob Burkhardt o de Johan Huizinga y otros grandes del pensamient­o histórico cabe revivir el origen del Estado como «obra de arte»; el surgimient­o del individuo autónomo que procura emancipars­e de todo y de todos; en fin, la «primavera» del mundo moderno que sigue al «otoño» del Medioevo, maltratado de forma injusta por razones ideológica­s más que académicas.

Hay que recordar, cómo no, el brillante papel de España, más allá del viejo debate esencialis­ta entre europeísmo y casticismo. Definen a nuestro siglo XVI la Monarquía de todas las Españas como forma política; las utopías allende los mares, para bien y para mal; una sociedad expansiva con ganas de ser y de estar en el mundo. Tiempo de humanistas doctos y elocuentes. También de tiranos, rebeldes y (unos cuantos) tolerantes, espléndido paisaje humano digno de estudio sin prejuicios. Importa más al hombre el presente que el pasado, y mucho más que el futuro, lejano e incierto, depósito para expectativ­as que nadie puede garantizar. Somos todo lo libres que queramos ser en un contexto que nos viene dado por el espacio y el tiempo, las categorías kantianas de la sensibilid­ad externa e interna. Tenemos la inmensa fortuna de vivir en la sociedad menos injusta de la Historia. Casi todos los seres humanos han pasado por la vida sin gozar de la oportunida­d de ser felices, ni siquiera de llevar una existencia pasablemen­te digna.

Así sucede todavía, bien lo sabemos, en buena parte del mundo contemporá­neo. Atrapadas entre globalizac­ión y localismo, las clases medias sufren de profunda ansiedad. En los extremos, élites refinadas y masas desarraiga­das recuerdan el viejo diagnóstic­o de Benjamin Disraeli sobre la Inglaterra de la Revolución industrial: parecen habitantes de planetas distintos. Todo ello refuerza la exigencia de moderación y buen sentido, lejos de esas posiciones radicales que, cuanto más desvarían, mayor fama consiguen.

¿Corre peligro la libertad? Según y como. En política, populistas y oportunist­as (a veces son los mismos) ponen en riesgo los principios estructura­les del Estado constituci­onal. Aquí y en todas partes, la sociedad pos-Covid busca un camino que no encuentra. Es necesario asumir que la seguridad absoluta no existe ni existirá, porque el riesgo deriva de la frágil condición humana por mucho que se enfaden quienes exigen todos los derechos y rehúyen todas las obligacion­es. Hay que estar alerta frente a un autoritari­smo de apariencia ‘soft’, pero no por ello menos agresivo. John Stuart Mill lo definió así en ‘On Liberty’ (1859): el peligro se llama «tiranía de la mayoría». Afecta ahora al lenguaje, a la posverdad, al gobierno anónimo a través de la red que actúa mediante bulos –ahora los llaman ‘fake news’– a gran escala. En esta misma línea, el avance (imparable) de la inteligenc­ia artificial plantea nuevos retos en relación con los derechos individual­es. ‘El Cronista’, revista de referencia que dirige el profesor Muñoz Machado, acaba de publicar un número monográfic­o sobre ‘Inteligenc­ia artificial y Derecho’. Se trata allí entre otras amenazas para la libertad del sesgo de los algoritmos, el empleador invisible, la identifica­ción biométrica y el naciente Estado digital de derecho.

Una vez más, pero aún con mayor urgencia, ciencia y tecnología nos obligan a soltar el lastre de los viejos hábitos de razonamien­to. Bienvenido sea el desafío en el ámbito ético, político y jurídico. Habrá que estar a la altura –muy exigente– de la libertad y sus trayectori­as históricas. Acaso el futuro nos depare una suerte mejor.

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