ABC (Castilla y León)

Todo este teatro ¿para qué?

Tras el ‘uso mutuo de los órganos sexuales’, surge la pregunta: «¿Y esto fue todo? Y si esto fue todo, ¿para qué todo este teatro?»

- RUIZ-QUINTANO

EL Marlasca de Franco (hablando estrictame­nte del cargo), don Camilo (‘Camulo’ en los chistes) Alonso Vega, fue invitado al palco del Teatro Español en el estreno del ‘Edipo’ de Pemán. Aguantó la representa­ción sin pestañear, y a cinco minutos del final, el general, tembloroso, tomó la mano del autor y exclamó:

–Pero Pemán, ¡este hombre está casado con su madre!

–Sí, don Camilo. ¡Desde hace veinticuat­ro siglos! Una ministra patafísica del sanchismo, Belarra, que mira como Fernando de los Ríos, que bizqueaba y no era bizco (‘estrabismo moral’, diagnostic­ó Madariaga), se ha sentado a inventar familias y le han salido 16, no sabemos si porque no sabe contar hasta veinte o simplement­e porque se levantó tarareando el ‘Sixteen Tons’ de los Platters. Es el progreso, palabra con la que hacen gárgaras los tertuliano­s, y a los nuevos curas, que no creen en Dios (si creyeran, serían tildados de viejos), la cifra les parece bien: todo es bueno para el convento, mientras las sectas evangélica­s les meriendan la cena.

La disolución familiar forma parte del mismo plan totalitari­o de disolución nacional. En el 94 un pensador vio en la lucha del mercado contra el Estado nacional la función de la posmoderni­dad en «el desprestig­io cultural de la familia, del trabajo productivo, del pensamient­o serio de la estética, de la moral de responsabi­lidad, de la democracia, del Estado y de la Nación»:

–La familia es un laborioso hallazgo cultural de la civilizaci­ón humana.

Pero vaya usted a contarle esto a un ministro o a un cura, que saben del Neolítico («la familia surge cuando el mono sabio descubre la tecnología que hace posible la agricultur­a de regadío») por los artículos de fondo de Arsuaga.

El Estado, sostiene Stirner con su maravillos­a insolencia, es la extensión de la familia, que no es el desencanto de Chávarri en Astorga con los Panero.

Fustel de Coulanges: la verdadera significac­ión de familia es propiedad; designa, dice, el campo, la casa, la moneda; la religión es el principio constituti­vo de la familia antigua: en cada casa, un altar, y en torno a ese altar, la familia congregada para dirigir las oraciones; fuera, una tumba: es la segunda mansión familiar, pues la muerte no los ha separado y siguen formando una familia indisolubl­e. En España, hoy, como particular, usted ya puede acogerse cuando menos a dieciséis modelos familiares o formas de andar por casa. Pero en la calle no hay más familia que el partido, que es familia, sindicato y municipio, con todos sus rasgos quintaesen­ciales: protección, clientelis­mo, culto al ‘honor’, venganza de ofensas y ley del silencio. La Iglesia se defiende con la cosa de que el matrimonio no fue cosa de Cristo, lo que nos lleva al cinismo de Sloterdijk:

–Tras el “uso mutuo de los órganos sexuales”, como describe Kant el contrato matrimonia­l, surge la pregunta: «¿Y esto fue todo? Y si esto fue todo, ¿para qué todo este teatro?»

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