El caballero inexistente
Los barones del PSOE tienen las rodillas desolladas de tanta rendición ante Sánchez
«AEspaña le habría ido mejor con otro líder del PSOE»... Dicho esto desde el cariño y el respeto, le faltó añadir a Javier Lambán cuando anteayer le lanzó a Pedro Sánchez, más que una granada, material de pirotecnia de esos que mandan ahora por carta los prorrusos. En realidad, las críticas de Lambán a Sánchez tienen a estas alturas el poder atemorizante de un pellizco de monja pues se han convertido en un guadiana erráticamente sulfuroso, tan recurrente que ya no sorprende. Sobre todo porque luego no se compadece con las decisiones políticas que toma el presidente aragonés, finalmente pastueñas, casi hocicantes ante las tropelías sanchistas de mayor enjundia política que van encaminadas a hacer de su capa un sayo con el Estado de derecho y la división de poderes con tal de la perpetuación del líder en el poder. Un día se pone Lambán de brazos en jarra con la cintura oscilante, con la prestancia de un jotero, y dice que «España no va bien encaminada en la reforma del delito de sedición»; pero al siguiente, sus diputados en las Cortes de Aragón y sus concejales en el Ayuntamiento de Zaragoza votan en contra de que se mantenga como delito en el Código Penal. Como decía Lola Flores, lo de Lambán es «mucho lirili y poco lerele», mucho ruido y pocas nueces, si nos ponemos shakespearianos, pese a que él sabe que buena parte de la política de Sánchez le sienta peor a sus expectativas electorales que unas purgaciones. Eliminar la sedición o dulcificar la malversación para que, por ejemplo, Junqueras pueda presentarse serán veneno para Lambán, Page o Vara en mayo.
El discurso de los barones regionales del PSOE, que antes eran tenidos como un ‘lobby’ político con cierta capacidad de presión e influencia en el diseño de la política del partido, tiene ahora un regusto casi humillante por lo inofensivas que resultan sus quejas y sobre todo por la claudicación final. Tras ser apercibido por Ferraz, no tardó mucho Lambán, por ejemplo, en «lamentar» sus «desafortunadas palabras» de la víspera contra Sánchez, que fueron «un error inmenso». Hasta tuvo que salir para desmentirse a sí mismo con una declaración en la que en vez de un atril hubieron de ponerle un reclinatorio para que, genuflexo, el acto de contrición estuviera a la altura de la presunta ofensa al líder. En lo referente a lo que les parece Sánchez, la verdad les dura a los barones un suspiro. No terminan de decir la frase crítica o lanzar un resquicio de queja y ya comienzan a temblarles las piernas. Lo de Vara es caso aparte. Fue meterle en la Ejecutiva de Ferraz y se convirtió en una especie de ‘Manolo el del bombo’ del sanchismo, que hasta le parece bien lo de la sedición «si se explican bien las cosas y el contexto».
El contexto, en realidad, es que los barones tienen ya las rodillas casi desolladas de tanta rendición, de hinojos ante Sánchez. Hoy el barón-tipo del PSOE representa como nadie aquella formidable trilogía de Italo Calvino: antaño fue ‘el barón rampante’, luego ‘el vizconde demediado’ para terminar siendo ‘el caballero inexistente’.