ABC (Castilla y León)

España se deja engañar

▶Japón se hace la dormida y acaba con la selección cuando se creía ganadora ▶La victoria de Alemania deja segunda a la Roja. Marruecos espera en octavos

- JOSÉ MIGUÉLEZ

Japón engañó a España. La hizo creer que estaba derrotada y rendida, eliminada, y cuando la vio con las manos en los bolsillos, confiada, sesteando con pelota y pensando en la siguiente fase, le asestó dos navajazos. Una trampa en la que la selección entró como un pardillo. La Roja creía estar durmiendo al rival y fue ella la que se quedó dormida. Cuando quiso volver al partido, después de dejarlo cerrado en falso, ya no supo cómo. Y vivió a expensas de Alemania, de que no perdiera con Costa Rica y se viera fuera no solo de la primera plaza sino de todo el Mundial (llegó a estarlo 12 minutos). Terminó la fase sin jugar y mordiéndos­e las uñas. Finalmente los germanos cumplieron con su parte y dejaron a Luis Enrique unos días más con su twicht. Japón pasa primera. Y España, segunda, por diferencia de goles, pero avergonzad­a. En octavos le espera Marruecos.

España empezó como siempre. A Luis Enrique le salen más combinacio­nes diferentes en sus onces de la selección de las que se pueden alcanzar en un boleto de la primitiva. No repite nunca el técnico. Algunas novedades no lo fueron tanto. Pau Torres era un habitual, Azpilicuet­a ya fue titular ante Costa Rica y Morata es el nueve de toda la vida (no hace tanto de lo de Morata y diez más). Lo exótico esta vez estaba en el lateral izquierdo y en el extremo derecho, Balde y Nico Williams, debutantes de inicio, aunque ambos ya gozaron de minutos en los dos compromiso­s previos. Más juventud sobre la arena.

La promesa era de no especular. Ni jugar con la tentadora idea del empate es suficiente ni arriesgar con la posibilida­d de escoger el lado del cuadro por el que avanzar (trampear con forzar la segunda plaza, la que al final le dejaron). Y España de salida cumplió (aunque luego pagó hacerlo). Jugó a lo de siempre, pelota, pelota y pelota, ante un adversario que le invitaba a hacerlo, que se encogía ante la posesión enfermiza de la selección.

Tuvo además España el beneficio calmante (nocivo finalmente) de un gol nada más levantarse de la cama. Insultante­mente sencillo. Un centro muy bombeado de Azpilicuet­a que Morata remató sin vigilancia desde el área pequeña, con el permiso absoluto de los dos centrales que le rodeaban y del guardameta. Un gol difícil de asumir en el juego profesiona­l. Un gol de tercero de BUP a octavo de Básica.

Dos no se pegan si uno no quiere y no hay partido de fútbol si uno no toca la pelota. Se la quedó ayer España en el primer tiempo como si fuera solo suya. Todo el rato. Se produjo una mala entrega, de Busquets, en zona peligrosa además, o prohibida (borde del área), que provocó un susto antes incluso del 0-1. Pero no volvió a verse un fallo ni a compartirs­e el objeto decisivo en esa fase toda la primera parte. La selección lo movió de un lado a otro, sin intención aparente, por tenerlo. Un aburrimien­to. Abrió el marcador y jugó a que no pasara nada.

A Japón no se le notó en ningún momento la necesidad. Ni cuando recibió el gol en contra, ni antes, cuando desde la otra punta de Doha se escuchó el grito de gol de los alemanes ante Costa Rica. Estaban eliminados, pero no parecía importarle­s. O se les notaba incapacida­d. Aceptaban la somnífera circulació­n española sin rebeldía ni inteligenc­ia. Corrían, o se movían, detrás del tic tac tic tac de los de rojo. O los miraban. Era una trampa.

Porque de repente, nada más partir la segunda parte, salió otro Japón, revolucion­ado, como si su complacenc­ia anterior fuera premeditad­a, formara parte del plan. El cambio de cara le sorprendió dormido a España, bloqueado por su propia modorra. Unai multiplicó su exceso de confianza y le metió en un lío a Balde, al que se lo comieron. Robo de Ito y zurdazo del recién salido Doan. El susto dejó grogui a España, que al instante sufrió otro manotazo. Con ayuda del VAR, que estableció que el centro no había salido por el fondo, Tanaka castigó la pereza con un segundo tanto.

En tres minutos, el partido y el Mundial estaba dado la vuelta. España se quedaba sin la primera plaza y hasta veía peligrar la segunda con el gol del empate de Costa Rica ante Alemania. Uno más y la selección estaba fuera. El miedo se le clavó en la cara. España tenía la pelota, pero ya no sabía que hacer con ella. Ya no jugaba a no jugar, pero no sabía cómo arañar a Japón. Y llegó el gol de Vargas, que lo dejaba fuera de todo. 12 minutos.

Alemania volvió a empatar, pero España quedó avisada. Tenía que nivelar su partido sí o sí, pero no se le ocurría cómo. Tampoco con Ansu Fati. La angustia minimizaba la cabeza y agrandaba la convicción de haber gastado un tiempo entero para nada. Creía haber dormido al rival y el que se estaba quedando planchado era él mismo. Al final el trabajo lo hizo Alemania, que derrotó a Costa Rica, y mandó a España como segunda a la cita de octavos con Marruecos. Pero avergonzad­a. Y mucho.

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