ABC (Castilla y León)

Doce minutos fuera en una noche de locos

La selección dilapida su crédito y se clasifica a octavos con las peores sensacione­s

- JAVIER ASPRÓN DOHA

Se las prometía muy felices España tras el gol de Morata y una primera mitad plácida, jugando casi al trantrán ante una Japón engañosa y servil. Pero solo hicieron falta unos minutos en la segunda mitad para que el Mundial se pusiese patas arriba para la selección. Primero fue Doan, que aprovechó el doble error de Unai y Balde para batir al portero vasco. Y luego Tanaka, en un tanto que el VAR prolongó de forma agónica. Fue un centro al segundo palo que finalizó en gol gracias a la lección de fe de Mitoma, que se dejó el alma para que no saliese el balón, y un remate igual de corajudo de Tanaka. A España le entró la ansiedad. Japón remontaba en apenas dos minutos y metía el miedo en el cuerpo a la selección, que durante coce minutos estuvo eliminada. Fuera a las primeras de cambio en una carambola casi impensable. El trance se salvó por los pelos, y curiosamen­te ahora España se quita de su camino a Brasil, que se presentaba como el gran ogro en cuartos.

No se puede decir que no estuvieran advertidos los chicos de Luis Enrique. Japón siguió el mismo patrón que tan buen resultado le dio ante Alemania en el debut mundialist­a. Una primera mitad agazapada, centrada solo en defender, y una segunda al galope, desmoronan­do a la defensa de España y sacándole los colores.

Otra vez se tiene que hablar de la defensa, porque chirría de forma preocupant­e cuando le aprietan. No fue dramático ante Alemania, pero sí ante Japón. Incluso en el primer acto, resuelto casi de forma impecable, cantaron demasiado los fallos de Busquets en el pase y los despistes en la banda izquierda de Balde y Pau Torres.

El descanso trajo otro partido en el que España se vino abajo con el toque de corneta nipón. Balde pagó los nervios en su estreno como titular y falló en el primer gol después de un pase tampoco muy acertado de Unai. Y de nuevo las dudas provocaron la jugada del segundo, un tanto polémico que traerá cola. El balón salvado por Mitoma tenía toda la pinta de haber traspasado la línea por completo. Esa fue la primera impresión también de Victor Gomes, el árbitro sudafrican­o. Pero el VAR no lo tenía tan claro. El juego se paró, con el balón en el área de España dispuesto a que lo sacara Unai. La tardanza en la decisión provocó las dudas, y Busquets se puso nervioso. Al final, tras una espera interminab­le, celebró Japón.

Un rumor recorrió el campo con el segundo gol de Costa Rica. España estaba fuera del Mundial y la tensión se empezaba a convertir en drama. Los jugadores lo sabían, y también el selecciona­dor, que buscaba respuestas en el banquillo, un tanto incrédulo. Asensio, Jordi Alba, Ferran... se buscaba la fuerza de los dos primeros partidos, la misma mordiente, la claridad de ideas. Pero no llegaba. Llegó la hora de Ansu Fati, convertido de repente en solución de urgencia, porque España estaba en la UVI.

El segundo gol de Alemania se cantó en la grada como propio. Pero la tensión seguía, sobre todo porque Japón seguía mandando en el partido y España no se quitaba la caraja de encima. No fue hasta el doblete de Havertz cuando en la grada se relajó el ánimo y en el césped se puso a jugar de nuevo España. Pero para entonces el desgaste físico y mental de un partido de locos ya resultó demasiado para la selección.

España está en octavos, sí, pero ha dilapidado la confianza ganada en el apabullant­e debut ante Costa Rica y refrendada en el empate ante Alemania. Empieza otro Mundial.

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