Me robaron España
Aún dormía cuando me robaron mi selección. Los butroneros entraron por la noche, de puntillas. Me la hurtaron en plena fase REM y cuando el hipocampo andaba trempante con el gol de Rubén Cano en el Pequeño Maracaná yugoslavo. Mi amigo Isidoro San José fue soldado en aquella batalla que acabó con Surjak sin oler la pelota, desesperado por un marcaje de libro. Juanito busca en profundidad a Cardeñosa, que parece que no va a llegar pero al fin llega a lo Gordillo, lanza una moneda al aire de Belgrado y nuestro nueve remata mal con el alma nacional: 0-1 y al Mundial. El seleccionador, Kubala, era un mito del Barça pero a nadie le importaba. Y Rubén, que marcó a pase de un bético, era el delantero del Atleti pero a nadie le interesaba porque había ganado España, con eñe, la selección nacional, nada de la Roja, que esa era La Pasionaria, sino España. A la mañana siguiente me fui a comisaría para presentar la denuncia. Me han robado mi selección, le dije al amable policía, que me miró sonriendo, señaló con la vista y dijo «Póngase a la cola».
Cuando yo era un crío a nadie le importaba de dónde procediera este o aquel jugador o si se había formado en la Ciudad Deportiva o en La Masía. Nadie pasaba lista cuando yo era un crío y los desagravios del día a día de la Liga se guardaban en un cajón bajo llave hasta que acababan los partidos de España. Cuando yo era un crío nadie caía en la ridícula cuenta de que las blocaba un madridista porque quien las paraba en realidad era el portero de España, toda España. Por mi selección, que era perdedora, nunca pasaba el cobrador del frac, era mucho más grande la ilusión por ganar. Nos ganaban a todos y, muy de vez en cuando, todos ganábamos también alguna vez.
Oyendo el otro día a Laporta, que es el Perfecto Detritus de este tebeo de Astérix, recordé lo confortable que era mi selección, lo mullidito que uno estaba en ella. La historia es conocida por todos: el Mundial de 2010 no lo ganó España sino el Barcelona, jugamos seis contra once aquel campeonato, no estuvo allí Casillas ni apareció por ejemplo Ramos, el éxito es atribuible al ADN culé, el fracaso es del resto. No sucedía eso cuando yo era un crío, claro que tampoco pasaba que un profesor llamara trapo a la bandera y ordenara retirarla. Antes España subía nota, ahora la baja. Me la robaron. Me robaron España.