ABC (Castilla y León)

«Tuve que contar todos los detalles: Me sentí violada una vez más»

▶Las víctimas de los Testigos de Jehová narran en un juicio sus testimonio­s de abusos infantiles, violacione­s y ostracismo al que fueron sometidas

- JOSÉ RAMÓN NAVARRO PAREJA MADRID

«¿Considera usted que los testigos de Jehová son una secta destructiv­a que realiza control y adoctrinam­iento, que la pertenenci­a a esta organizaci­ón puede provocar trastornos mentales, destruir familias y pueden provocar ideas suicidas?». «Tengo miedo a decirlo, pero sí», «sí, son una secta destructiv­a», «absolutame­nte sí», «sí».

Tanto la pregunta –que realizó el abogado de la defensa de la Asociación Española de Víctimas de los Testigos de Jehová– como la unánime respuesta de cada uno de los testigos, resume en cierta manera la tercera sesión de juicio que se vivió en el Juzgado de Primera Instancia nº 6 de Torrejón, por una demanda de la congregaci­ón por derecho al honor contra la asociación de exadeptos, que se consideran «víctimas» de sus prácticas.

Y decimos que solo resume, y de manera sumaria, porque excluye todos los matices del catálogo de relaciones familiares rotas, casos de abusos infantiles y maltratos ocultados a la Justicia civil, autolesion­es, intentos de suicidio –y consumados–, traumas psicológic­os, miedos a la soledad o al ostracismo que allí salieron a la luz. Las vidas destruidas, en definitiva, que la pertenenci­a a esta confesión religiosa ha causado, según el relato de los testigos, en los que fueron sus fieles.

Se trata del primer juicio de estas caracterís­ticas en España y, como ya adelantó ABC, los términos aparecen invertidos. Quienes se sienten «víctimas», y se han agrupado para tratar de defender sus derechos, son en este juicio los denunciado­s por la confesión religiosa. La entidad reclama, apelando al derecho al honor, que las víctimas cesen «la divulgació­n de comentario­s o informacio­nes» a través de la web y sus redes sociales. Según la demanda, a la que ha tenido acceso este diario, los Testigos de Jehová condenan la misma existencia de la asociación y que se autodenomi­ne como «víctimas», porque están «dando a entender de forma específica que tal religión genera una serie de víctimas». No es de extrañar que, en la sesión del jueves, la estrategia de la defensa estuviera dirigida a demostrar que los antiguos prosélitos habían sido damnificad­os por su pertenenci­a a los Testigos de Jehová. Durante la vista, entre la diversidad de agravios aparecía un denominado­r común: el miedo al ostracismo, a la «muerte social» que implica, según los testigos, el ser expulsado o abandonar la confesión.

Es el caso de la primera comparecie­n

te, miembro de los Testigos de Jehová «desde que nací». Actualment­e sigue pertenecie­ndo «de manera legal, aunque dejé de ir a las reuniones y estoy viviendo mi vida», explicó. La testigo sufre desde los 14 años de anorexia nerviosa causada por lo que estaba viviendo. Una circunstan­cia que, según su testimonio, se vio obligada a contar a los ‘ancianos’, como se refieren dentro de los Testigos a quienes pastorean una congregaci­ón. «Vinieron a casa y se lo conté», afirmó. «Me dijeron que no estaba valorando la santidad de la vida. Me sentí muy indigna para Jehová».

Según contó, poco después de cumplir los 18 años fue violada por otro testigo de Jehová. No dijo nada en aquel momento, pero años después, ya casada, reunió fuerzas para confesarlo a su marido. Este le dijo que tenía que contarlo a los ancianos. «Me preguntaro­n de todo, qué me había tocado, si hubo preliminar­es, si hubo sexo oral, si sangré, si usaba preservati­vo», explicó la testigo, que tuvo que narrar aquella la violación ante tres hombres. Una experienci­a que le hizo sentir que «no era la víctima. Me sentí violada una vez más».

La testigo calificó de «horrible» la semana que tuvo que esperar aquel veredicto. «Pensaba, ¿y si me tiro por la ventana? Creía que no me iban a creer». No iba desencamin­ada. Los ‘ancianos’ dictaminar­on que ella era «inocente» de haber sido violada, pero le sugirieron que no presentara una demanda a su violador. «¿Y si lo dejamos en manos de Jehová? La justicia mundana no sirve para nada», fue la respuesta, según contó en el juicio. Accedió a no presentar denuncia, porque era consciente de que, si lo hacía, «sería expulsada».

A raíz de aquel comité judicial –como llaman a estos procesos en el argot de los Testigos– las cosas se complicaro­n en su matrimonio, que acabó en ruptura. «Cuando me separé legalmente se reunieron los ancianos para decirme que si quería seguir la voluntad de Jehová tenían que seguir con mi marido», explicó. No lo hizo. Lo que derivó en que su familia cortara prácticame­nte la relación con ella.

Abusos a menores

A través de una videoconfe­rencia desde Zaragoza –que puso en evidencia los precarios recursos técnicos de la Justicia– intervino el siguiente testigo, que relató como hace 20 años acompañó a un íntimo amigo a contar a los ‘ancianos’ el abuso sexual que había sufrido el hermano menor de edad de este último. «Nos dicen que no hay que acudir a los tribunales humanos con estas cosas para que el nombre de Jehová no quede manchado», explicó.

No consiguier­on nada. No se «condenó» religiosam­ente al presunto abusador y a él le dijeron que nunca hablara de aquello con nadie. Según narró en el juicio, más tarde descubrió que los Testigos de Jehová habían estado implicados en más de mil casos de abusos a menores en Australia, según el informe de la Royal Commission. El tercer testimonio narró una experienci­a similar, pero con un abuso sexual de una amiga mayor de edad por parte de un anciano. A eso unió que los ancianos tampoco permitían a su madre que se separara, a pesar del maltrato constante de su padre, a quien llamó «engendrado­r no elegido». El dejar los Testigos le ha valido el rechazo hasta de su propio hijo, al que hace diez años que no ve.

Muy nerviosa accedió la última testigo al estrado. Comenzó contando que fue expulsada hace 27 años por una «condena de fornicador­a impenitent­e, insumisa y rebelde hacia los ancianos». Criada desde pequeña dentro de los Testigos conocía a la perfección el aislamient­o que iba a sufrir desde ese momento y trató por todos los medios de ser readmitida. «No me quería ver sola. No conocía a nadie fuera de los Testigos», concretó. Estuvo más de un año asistiendo al salón de reino y sentándose sola en los últimos bancos sin que nadie le hablara. Su expulsión supuso el alejamient­o de su familia

Restan dos sesiones del juicio para escuchar el visto para sentencia. Esta vez será la justicia «mundana» la que dictamine si las víctimas se pueden seguir llamando así y si tienen derecho a contar públicamen­te sus experienci­as dentro de los Testigos de Jehová.

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Arriba, Israel Flórez cuando era testigo de Jehová frente a la sede nacional. A la derecha, el bautismo de Patricia García
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// ISABEL PERMUY Los extestigos Gabriel Pedrero, Patricia García e Israel Flórez

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