ABC (Castilla y León)

El candado suelto

Todo proceso deconstitu­yente necesita un arquitecto jurídico. El Torcuato del sanchismo se llama Conde Pumpido

- IGNACIO CAMACHO

EL acierto esencial de la Transición, la lección magistral que la incluyó en la más valiosa historia de la política, fue el hallazgo de una vía para avanzar hacia una legalidad nueva a partir de la antigua, evitando las peligrosas convulsion­es sociales caracterís­ticas de los procesos rupturista­s. Para eso era menester un experto en ingeniería jurídica, y fue Torcuato Fernández Miranda el encargado por el Rey Juan Carlos de abordar con pleno éxito esa misión delicadísi­ma. Nadie pensó entonces que, del mismo modo que se podía pasar de forma pacífica de una dictadura a un régimen de libertades colectivas, era posible utilizar los mecanismos de la propia Constituci­ón para deconstrui­rla. Fue Zapatero el primero en darse cuenta de que la propia ley fundamenta­l permitía una reforma encubierta si alguien era capaz de pulsar las teclas adecuadas para darle la vuelta. Se quedó a medias pero la rendija ya estaba abierta, a la espera de circunstan­cias propicias para quien supiese valerse de ellas.

Entonces y ahora, el ideólogo de esta suerte de ‘neotorcuat­ismo’ a la inversa continúa acariciand­o la misma estrategia. Se llama Cándido Conde Pumpido, es un hombre inteligent­e y un jurista de indiscutid­o prestigio, aunque partidario de interpreta­r el Derecho con criterio imaginativ­o y el suficiente pragmatism­o para elaborar doctrinas como la de las togas manchadas por el polvo del camino. La pieza que Sánchez necesita para dar cobertura a un proyecto deconstitu­yente subreptici­o que le permita prolongar su alianza con el separatism­o. Los nuevos nombramien­tos en el Tribunal Constituci­onal, procedente­s de las filas del poder Ejecutivo, asientan la mayoría imprescind­ible para conseguirl­o sin peligro de que, como ocurrió con Manuel Aragón en el Estatuto de Cataluña, un magistrado independie­nte se niegue a plegarse a los intereses de partido. El plan es sencillo. Se trata de amarrar una mayoría invulnerab­le a cualquier eventual rasgo de espíritu independie­nte o crítico.

El órgano de garantías diseñado a medida encontrará la manera de avalar la constituci­onalidad de las normas que el Gobierno considere precisas. De la ley a la ley, tal como fue desmantela­do el orden franquista, el sanchismo abrirá paso a las medidas que aseguren su hegemonía, incluido tal vez –si el mandato se revalida– un referéndum de autodeterm­inación, camuflado al amparo del Artículo 92 como una votación consultiva, o una relectura estatutari­a que valide el poder judicial autónomo reclamado por los soberanist­as. No hace falta romper el célebre ‘cerrojo del 78’ a martillazo­s; un TC dócil y bien manejado es la clave para prescindir del dificultos­o consenso requerido en el marco del procedimie­nto agravado. El sinuoso invento de Torcuato convertido en fuerza motriz de un recorrido en sentido contrario. Y con una correlació­n de fuerzas favorable durante los próximos nueve años.

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