LAS MIL RAZONES DE UN PAÍS QUE NO TIENE HIJOS
1,2 niños por
Menos de mujer. La natalidad en España es la segunda más baja de Europa, solo por detrás de Malta. ¿Qué dicen los que viven en casas sin bebés?, ¿cuáles son sus razones? ABC pregunta a los perfiles más representativos, según el INE, que han optado por mantenerse alejados de los parques infantiles
En España nos sobran los columpios. «Y usted, ¿por qué no tuvo hijos?». La pregunta no es rebuscada, pero es tan poderosa que casi siempre resulta imposible responder sin enfrentarse al abismo íntimo de cada uno. La dificultad es aún mayor si es una sociedad entera, la española, la que tiene que dar una respuesta.
Una ejecutiva de Coca-Cola a la que la vida fue llevando por otro camino, una actriz preocupada por la superpoblación mundial y que considera que los niños son un potencial agente contaminante, una pareja de veinteañeros con trabajos precarios que posponen el momento de ser padres, una mujer que no logra quedarse embarazada por problemas de fertilidad y un hombre que no encontró a la persona adecuada para formar una familia y ahora la busca a través de una aplicación móvil, algo así como el Tinder
de los padres. Cinco perfiles cuentan a ABC las circunstancias y las razones por las que no se prodigan por los parques infantiles. Algunas veces se trató de una decisión voluntaria, casi ideológica, pero en otras la pulsión por la paternidad se vio frustrada por causas que se escaparon a su control.
Que las españolas retrasen su maternidad en un 42 por ciento de los casos es uno de los factores que mejor explican ese dato que desvela a nuestros demógrafos: en el 2021 no llegábamos a 1,2 hijos por mujer. Tenemos la tasa de natalidad más baja de Europa, solo por detrás de Malta.
Y la cuestión es tan trascendental que cuesta zanjarla con un escueto porcentaje del INE.
Según su última encuesta de fecundidad, no tener una relación sentimental estable es la causa principal por la que las españolas retrasan el momento de ser madres una vez cumplidos los 30 años. Ahí aparece el «no encontré con quién». Seguido de cerca por los motivos de conciliación de la vida familiar y laboral y por la tercera causa mayoritaria para posponer el embarazo: las razones económicas. El «no me lo he podido permitir».
Eso es lo que les pasa a María José Ramírez y a Javier Manzano, para los que la adquisición de una sillita de bebé aún resulta muy lejana. No han cumplido los 30 y aunque se reconocen el uno al otro como futuros padres, califican de «imposible» serlo ahora. Ambos tienen trabajo en el sector cultural (con sus consabidas intermitencias) y preparan un doctorado. «Cuando encuentras pareja, claro que surge la pregunta. La necesidad de reproducción es humana, natural. Y no es que el momento actual sea más complicado que otros a lo largo de la historia. Pero la responsabilidad de tener a un ser vivo es enorme y la estabilidad laboral cada vez llega más tarde», dice él. Ambos coinciden en que hasta los 35 años es una idea que cuesta tomarse en serio y que tampoco se sienten presionados en absoluto. «Primero tendremos que poder irnos a vivir juntos, ¿no?», dice María José, que también reconoce que atrasar la maternidad te hace pensar en tus familiares de mayor edad: «Quieres que también ellos puedan disfrutarlo».
El antinatalismo
Forman parte de la generación de Greta Thunberg y los botes de pintura acechando los marcos de ‘Las Majas’ de Goya. Ese activismo, conciencia medioambiental en los mejores casos, también tiene su efecto en la natalidad. Una encuesta realizada por Unicef el mes pasado reveló que dos de cada cinco jóvenes en todo el mundo se replantean el deseo de formar una familia debido a los efectos del cambio climático.
Dentro del ‘antinatalismo’, que ha encontrado en el filósofo sudafricano David Benatar a su gurú de cabecera, hay posiciones más extremas que abogan por la extinción de la especie y la esterilización. También otras más moderadas que se oponen a la procreación por motivos éticos y ecológicos.
El mes pasado nacía el humano número 8.000 millones, algo que no ha pasado desapercibido para los antinatalistas. María José y Javier no se encuentran entre ellos. Pero sí que es una causa que empieza a resonar en las cabezas de algunos jóvenes españoles. Ana Polo es actriz, cómica y cantante, y antes de profundizar en cualquier causa, deja claro que «nunca tuvo instinto maternal». Esta murciana de 36 años afincada en Madrid, cuenta a este periódico que varias de sus amigas ya son madres y también menciona la precariedad laboral como una de las dificultades que percibe en su entorno más cercano. Sin embargo, para ella hay una razón que pesa mucho más: «El mundo está superpoblado. Los niños que nazcan ahora se van a encontrar con un futuro difícil. Los recursos son los que son, y ya somos demasiados. Creo que adoptar es una alternativa más respetuosa con el medio ambiente».
Sin arrepentimiento
Al preguntarle por el prejuicio que a veces existe sobre las mujeres que renuncian a la maternidad, Polo expresa que nunca se ha sentido presionada ni por su familia, ni por sus amistades más cercanas. «Al revés, alguna de mis amigas me ha llegado a confesar que tengo suerte de no haberme metido en estas movidas», cuenta a ABC. Muy distinto es el caso de Nuria Giménez, a quien sorprende el argumento medioambiental esgrimido por las corrientes antinatalistas. Esta madrileña de 50 años es la responsable del área digital en toda Europa de un gigante como Coca-Cola y atiende a este diario en las oficinas de la compañía, con una vitrina llena hasta los topes de los premios que ha ido ganando la marca para la que trabaja desde hace ocho años.
Al contrario de lo que pudiera querer decir la vitrina de éxitos, su historia no es la de la mujer que renuncia a tener descendencia por no perjudicar su trayectoria profesional. «En mi caso, no elegí no ser madre. Cuando fue el momento no tenía a la persona adecuada y, ahora, cumplidos los 50, ya no puede ser. No se han dado las circunstancias». Al igual que la actriz, reconoce que lleva años sin sentirse juzgada o evaluada por no haber tenido niños, aunque recuerda que al principio, cuando tenía 30 y pocos, sí había preguntas. «Mi cara debía ser un poema, y pararon de preguntarme».
En su caso, ayudar a la conciliación de los que sí tienen hijos la ha penalizado laboralmente: «Hay veces que tienes que sacrificarte tú para que tus compañeros con hijos disfruten, por ejemplo, de vacaciones entendidas como familiares».
Se refiere a sus sobrinos como sus «superhéroes» y hace suyo el dicho de que «el demonio da sobrinos a quien Dios no da hijos». No se arrepiente de la vida que ha vivido, aunque sí que cree que ese amor incondicional, ilimitado, que se siente por un hijo es algo que nunca podrá experimentar.
N. Giménez, ejecutiva «YO NO ELEGÍ NO SER MADRE. CUANDO FUE EL MOMENTO NO ESTABA CON LA PERSONA ADECUADA»
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