La tragedia de Ischia, símbolo de la indiferencia ante la construcción ilegal
Doce personas murieron en la isla italiana por la irresponsabilidad de políticos y ciudadanos
Ya no hay más lágrimas en la isla italiana de Ischia para llorar por las doce personas que fallecieron por el corrimiento de tierra, a causa de un temporal, en el municipio de Casamicciola Terme (7.600 habitantes). Los expertos dicen que ha sido una tragedia anunciada, la enésima en una tierra geológicamente frágil, donde abunda la ilegalidad con edificaciones no autorizadas. Desde el sábado, 26 de noviembre, ha habido también en toda Italia muchas lágrimas al ver la muerte y destrucción causadas por un río de fango en una isla maravillosa, situada ante el golfo de Nápoles, un paraíso famoso por sus aguas termales, visitado por personajes célebres como la excanciller Angela Merkel, que pasó aquí muchas de sus vacaciones.
Pero estas lágrimas derramadas ante la tragedia de Ischia han sido de cocodrilo. Es inútil llorar cuando se sabe que en toda Italia abunda la construcción ilegal y se producen tragedias, como la de Ischia, en las que hay claras responsabilidades de las autoridades y también de los ciudadanos.
Sin control
Un constructor de la isla, Luigi, de 53 años, arrepentido al ver la dimensión de la tragedia, confesó al diario ‘La Repubblica’: «Tendrían que haber detenido la ilegalidad hace muchos años, pero el sistema nos superó, estaba bien para todos. En todo el mundo hay un plan regulador, pero en Ischia no lo hay. Y no existe porque si lo hubiera, no se podría construir en ninguna parte». El mismo constructor explicó cómo se originó el ‘boom’ de la construcción en Ischia, que comenzó en los ochenta: «La gente tenía un pedazo de tierra de la familia y construía casas de huéspedes. Luego se ampliaban: poco a poco, iban añadiendo habitaciones y habitaciones, así se convertían en grandes hoteles».
El turismo fue un maná para la isla. Luigi, el constructor, concluyó su testimonio con una frase que puede aplicarse a muchos lugares de Italia: «En
Ischia, construí casas de la mañana a la noche. Aquí todo el mundo lo hace así y nadie controla».
Ischia no es una excepción. Por ejemplo, en San Felice Circeo, en la provincia de Latina, en la región central del Lazio, con un mar bello y el Parque Nacional del Circeo, se han levantado casas desde el amanecer hasta la noche. Era suficiente con poner los cimientos y muros. Al día siguiente, un funcionario municipal colocaba una placa con la denuncia de la ilegalidad. Pero no se derribaba la construcción. El propietario solo tenía que esperar al próximo indulto del gobierno de turno y pagar una pequeña multa, mientras seguía ampliando su casa con habitaciones para toda la familia o nuevas casas para los hijos. Para Ischia, el último indulto llegó en el 2018, firmado por el ex primer ministro Giuseppe Conte, Líder del Movimiento 5 Estrellas.
El diario ‘La Stampa’ escribió, a propósito de la tragedia de Ischia, que Italia es «una nación de gente abusiva» en la construcción, porque «hemos tenido y tenemos una clase dirigente que, en nombre de la ‘necesidad’, ha alentado y legitimado la actividad ilegal durante los últimos cuarenta años».
Esa necesidad se resume en dos ideas: se consentía construir sin permiso y luego llegaba el indulto, legalizando casas y edificios no autorizados, con la justificación de ayudar a sanear en parte las finanzas públicas y también, claramente, a cambio de votos.
Causas y responsables
Durante toda la semana, además de lágrimas, se han consumido infinidad de palabras para comentar las causas de esta enésima tragedia, ahora en Ischia y antes en otras partes de Italia, siempre con las mismas causas: abusos en la construcción, inestabilidad hidrogeológica y cambio climático. Y siempre se denuncian los mismos culpables: gobernantes, políticos y administradores locales que hacen buenas promesas y no las cumplen, o prometen cosas absurdas y sí las realizan. Pero, asimismo, son culpables los ciudadanos que votan a esos políticos nacionales y locales porque ven favorecidos sus intereses y mantienen sus casas construidas abusivamente.
Así, para legitimar esa ilegalidad de las construcciones sin permiso, las autoridades y los políticos han empleado en sus campañas electorales eufemismos, a veces tragicómicos, como hablar de ‘pace edilizia’ (paz en la construcción), un término que utiliza desde hace años, el líder de la Liga, Matteo Salvini, actual vicepresidente y ministro de Transportes.
Pero también los hay que, sin vergüenza ni hipocresía, piden a sus electores el voto para mantener en pie las casas ilegales. Así, Severino Nappi, jefe del grupo de la Liga en Campania, región a la que pertenece Ischia, cubrió el territorio con carteles electorales en los que figuraba su lema de campaña: «¡Amnistía inmediata en la construcción! Vota Nappi».