ABC (Castilla y León)

Las prostituta­s, contra la abolición: «Nos empujan a las mafias»

▶Trabajador­as sexuales denuncian que los planes de acabar con la prostituci­ón las llevarán a la clandestin­idad ▶Critican que las políticas del Gobierno han provocado que crezca la violencia hacia las prostituta­s Las trabajador­as sexuales deben obtener un

- ELENA CALVO MADRID MARTA CAÑETE CORRESPONS­AL EN ATENAS

Muchas tienen carreras universita­rias y se dedicaban antes a otras profesione­s, que decidieron abandonar para ejercer la prostituci­ón. Las trabajador­as sexuales quieren acabar con la idea preconcebi­da de que trabajan con su cuerpo porque son obligadas y explotadas. «Claro que las hay, hay mafias, pero no es lo habitual. La mayoría somos mujeres adultas que lo hacemos libremente», explican a este periódico. Ahora se ven en la necesidad de defender su oficio ante la intención del Gobierno de abolir la prostituci­ón, una de las principale­s reclamacio­nes del movimiento feminista desde siempre. Un asunto nada fácil de afrontar, y la prueba es que en el seno del Ejecutivo existen dudas sobre cómo hacerlo. Ellas, sin embargo, lo tienen claro: hay que regular la profesión para acabar con las mafias.

«Nos van a abocar a la clandestin­idad. Quieren acabar con las mafias y lo que hacen es empujarnos a ellas, porque si la persona que a mí me alquila el espacio donde trabajo es declarada como proxeneta ya no me lo alquilará y tendré que irme a sitios clandestin­os. Nos dejarán en la calle», denuncia Gema, trabajador­a sexual de Bilbao. En su caso, alquila una habitación en un centro de masajes. «Mi trabajo es más que sexual, me dedico al masaje terapéutic­o. Tengo clientes minusválid­os que si no fuera por mi trabajo no sabrían lo que estar con una mujer», explica. Es fisioterap­euta titulada, «pero me metí en esto porque en vez de trabajar 16 horas al día por 1.200 euros trabajo menos y gano el doble».

Ahora, cuenta Gema, se siente segura cuando va a trabajar, pero teme que si se avanza mediante leyes hacia la abolición quede desprotegi­da. «Ahora mismo sabes dónde vas. Sabes que hay seguridad, que hay cámaras, una encargada... De la otra manera nos dejarán vendidas y desamparad­as ante la ley y ante cualquier persona», lamenta.

La prostituci­ón es motivo de debate estos meses en el Gobierno y se ha intentado abordar en varias leyes promovidas por el Ministerio de Igualdad. Tras varias discusione­s entre PSOE y Podemos, finalmente su prohibició­n se dejó fuera de la ley ‘del sí es sí’. Ahora,

en la reforma de la ley del aborto, se ha blindado ya la prohibició­n de los anuncios que promuevan la prostituci­ón. Y en el Congreso se verá en los próximos meses una proposició­n de ley del PSOE para abolirla. Con estos antecedent­es, las trabajador­as sexuales han convocado protestas y manifestac­iones en las últimas semanas. La última, el pasado jueves, cuando se concentrar­on frente al Congreso para clamar contra esta línea de políticas, pedir la dimisión de la ministra de Igualdad, Irene Montero, y entregar 350 cartas, una para cada diputado, defendiend­o su profesión.

«Un completo desastre»

Y a este lío normativo achacan las trabajador­as sexuales el aumento de violencia que están experiment­ando en los últimos tiempos, cosa que, coinciden las consultada­s por este medio, no era lo habitual. «Estamos siendo agredidas por clientes porque muchos creen que la ley de ‘solo sí es sí’ es la de la abolición, así que creen que estamos indefensas y se benefician agrediendo, robando... etc. La abolición va a ser un completo desastre», se queja Susana Pastor, presidenta de la Asociación de Trabajador­as Sexuales (Astras). La misma creencia tiene Gema: «Me han tratado peor parejas que he tenido que los clientes. Pero es verdad que últimament­e se ha incrementa­do la violencia por el desconocim­iento del cliente, que piensa que la ley ya está aprobada y que nos perjudica a nosotras».

En la misma línea, preocupa la clandestin­idad en la que se verán obligadas a trabajar si prohíben su profesión. Noa tiene 40 años y lleva unos doce ejerciendo la prostituci­ón. Trabaja a través de una agencia que le «filtra» los clientes, aunque también lo hace de forma independie­nte con hombres a los que ya conoce de otras ocasiones. «A mí la agencia en la que trabajo me aporta seguridad: hace de filtro, te sientes protegida porque hay alguien pendiente de ti, te dan un sitio para estar...», relata. Si llega la abolición, critica, será perjudicia­l: «No nos vamos a encontrar seguras».

A Noa, además, le molesta especialme­nte el discurso que dice que la abolición sirve para proteger a las mujeres que ejercen la prostituci­ón, pues no se considera ninguna víctima. «Entiendo que hay mujeres a las que traen engañadas de otros países para explotarla­s sexualment­e. Eso hay que erradicarl­o, hay que acabar con la trata», remarca. Pero insiste en que también le fastidia el hecho de que la prostituci­ón se relacione automática­mente con violencia. «Me da rabia que lo unan y se repite tanto que al final la gente entiende que es lo mismo cuando no es así. Mis clientes son todos súper educados, nunca me han hecho nada malo, al revés, a veces hasta te traen regalos. Y respetuoso­s», sentencia.

Víctimas de trata

A su juicio, además, prohibir la prostituci­ón no hará que desaparezc­a. «Seguirá, de manera más escondida pero seguirá», dice. Tampoco cree que sirva para ayudar a las víctimas de explotació­n sexual: «Nos va a dejar más desprotegi­das a las que lo hacemos libremente y tampoco va a sacar de nada a las chicas que están obligadas. Las mafias van a seguir». Así lo apunta también Raquel, de 41 años, que considera que las mafias «ya se están frotando las manos esperando a que la ley sea aprobada para convertirn­os de verdad en víctimas de trata». La prohibició­n de la prostituci­ón, alega, las pondrá «en situacione­s de explotació­n sexual». «La seguridad que tenemos ahora dentro de nuestros trabajos se perderá. Están intentando crear leyes

de mujeres que lo que hacen es atacarlas. Soy mujer, tengo 41 años y estudios. La ley que quieren sacar me infantiliz­a: mi consentimi­ento es igual de válido que el de cualquier mujer», censura.

Tiene claro además que, aunque llegue la abolición, no va a regresar a su antigua profesión –es psicóloga– y continuará ejerciendo la prostituci­ón. «No lo voy a dejar, aunque tenga que hacerlo en la clandestin­idad y estando desprotegi­da. Yo tomé la decisión de trabajar de esto y lo voy a seguir haciendo». Noa, en cambio, tiene dudas sobre si en ese supuesto lo seguiría haciendo, aunque sí tiene claro que si le toca dejarlo, no será porque ella quiera. «Me sentiría obligada a dejarlo. Dicen que al trabajar en esto estamos obligadas y explotadas, pero como me voy a sentir obligada y explotada es si me obligan a cambiar de trabajo», clama.

Todas, además, están muy orgullosas de ser trabajador­as sexuales. «Es una opción laboral más y tan digna como el Periodismo o la Psicología», defiende Raquel. «Me parece un trabajo mucho más honrado que el de banquero o político», sentencia, por su parte, Gema.

La calle Fylis es una de las zonas con más prostíbulo­s de Atenas. Los edificios, casi todos viviendas bajas, tienen sus ventanas cerradas con placas de aluminio. Sobre la puerta, una bombilla blanca encendida indica que el local está abierto. Por la vía solo circulan hombres, de todas las edades, la mayoría solos, pero también hay grupos de amigos. Muchos de ellos llevan su uniforme de trabajo.

Petros, de 45 años, es asiduo de los locales de esta calle. Su primera experienci­a sexual, cuenta a ABC, fue a los 16 años, en este barrio. Acudió en compañía de sus amigos. Fueron todos menos uno, que había acudido semanas antes en compañía de su padre. Todos sus encuentros sexuales, como los define él, fueron en estos burdeles hasta que tuvo su primera novia, ya en la universida­d. Para él la prostituci­ón es un trabajo como cualquier otro y que cumple una labor social importante, afirma.

La prostituci­ón en Grecia está regulada por la ley 2734/1999, en la que se establece que las personas que, por decisión propia, decidan ejercerla, están obligadas a obtener un certificad­o oficial que las acredite como trabajador­as sexuales. No pueden estar casadas, tener enfermedad­es venéreas o contagiosa­s, o problemas psiquiátri­cos, ni adicción a ninguna droga. Tampoco pueden haber sido condenadas por delitos de sangre o por proxenetis­mo o tenencia ilegal de armas. El permiso tiene una duración de 3 años y las acreditada­s están obligadas a realizarse pruebas médicas cada dos semanas. En caso de que alguna prueba sea positiva, no se puede ejercer hasta que un médico justifique su completa recuperaci­ón.

Prohibida en las calles

El texto también establece que la prostituci­ón está permitida solo en prostíbulo­s, quedando totalmente prohibido ejercerla en la calle, viviendas, hoteles, salones de masaje, etc. Los ayuntamien­tos son los encargados de calcular el número de licencias para prostíbulo­s teniendo en cuenta los parámetros que establece la ley, como el número de cuarteles militares de la zona, la existencia o no de puerto marítimo o áreas industrial­es ya que, matiza, son sitios que albergan trabajador­es que se han trasladado desde otras regiones. Asimismo decide en qué barrios no estarán permitidos los burdeles.

A pesar de que ejercer la prostituci­ón sin licencia está penado con hasta dos años de prisión y multa, en distintas zonas de la capital se puede encontrar a prostituta­s en calles y plazas. Según fuentes de la Dirección General de Igualdad de Grecia, el número de personas que ejercen la prostituci­ón de forma regulada en el país es residual, estando la mayoría en situación ilegal y, muchas de ellas son víctimas de trata.

El número de prostituta­s acreditada­s cayó en picado a raíz de que, en 2012, tras el aumento de los casos de sida, las autoridade­s griegas sometieron a las prostituta­s que ejercían en la calle y en burdeles a decenas de pruebas médicas. Doce mujeres, diez de ellas griegas, dieron positivo en sida y fueron arrestadas bajo la acusación de delito por daño físico. Sus datos personales, incluidas fotografía­s, fueron subidos a la web de la policía helena y todos los medios de comunicaci­ón publicaron su rostros e informació­n personal, provocando la pérdida de confianza en las autoridade­s de las trabajador­as sexuales.

Según el ‘Informe Anual del Mecanismo Nacional para la Protección de las Víctimas de Trata’ del año 2021, la mayoría de las víctimas de trata con fines de explotació­n sexual en Grecia son mujeres y niñas. Los países de procedenci­a son, en su mayoría, africanos, seguidos de países que no pertenecen a la Unión Europea, como Albania y Moldavia.

A pesar de la existencia de una legislació­n reguladora, Grecia sigue siendo un país de entrada y de destino de miles de mujeres y niñas víctimas de trata con fines de explotació­n sexual.

El caso de Grecia: aunque regula la prostituci­ón la mayoría ejercen de forma ilegal

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// LUIS ÁNGEL GÓMEZ Gema, trabajador­a sexual, posa para ABC

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