Las prostitutas, contra la abolición: «Nos empujan a las mafias»
▶Trabajadoras sexuales denuncian que los planes de acabar con la prostitución las llevarán a la clandestinidad ▶Critican que las políticas del Gobierno han provocado que crezca la violencia hacia las prostitutas Las trabajadoras sexuales deben obtener un
Muchas tienen carreras universitarias y se dedicaban antes a otras profesiones, que decidieron abandonar para ejercer la prostitución. Las trabajadoras sexuales quieren acabar con la idea preconcebida de que trabajan con su cuerpo porque son obligadas y explotadas. «Claro que las hay, hay mafias, pero no es lo habitual. La mayoría somos mujeres adultas que lo hacemos libremente», explican a este periódico. Ahora se ven en la necesidad de defender su oficio ante la intención del Gobierno de abolir la prostitución, una de las principales reclamaciones del movimiento feminista desde siempre. Un asunto nada fácil de afrontar, y la prueba es que en el seno del Ejecutivo existen dudas sobre cómo hacerlo. Ellas, sin embargo, lo tienen claro: hay que regular la profesión para acabar con las mafias.
«Nos van a abocar a la clandestinidad. Quieren acabar con las mafias y lo que hacen es empujarnos a ellas, porque si la persona que a mí me alquila el espacio donde trabajo es declarada como proxeneta ya no me lo alquilará y tendré que irme a sitios clandestinos. Nos dejarán en la calle», denuncia Gema, trabajadora sexual de Bilbao. En su caso, alquila una habitación en un centro de masajes. «Mi trabajo es más que sexual, me dedico al masaje terapéutico. Tengo clientes minusválidos que si no fuera por mi trabajo no sabrían lo que estar con una mujer», explica. Es fisioterapeuta titulada, «pero me metí en esto porque en vez de trabajar 16 horas al día por 1.200 euros trabajo menos y gano el doble».
Ahora, cuenta Gema, se siente segura cuando va a trabajar, pero teme que si se avanza mediante leyes hacia la abolición quede desprotegida. «Ahora mismo sabes dónde vas. Sabes que hay seguridad, que hay cámaras, una encargada... De la otra manera nos dejarán vendidas y desamparadas ante la ley y ante cualquier persona», lamenta.
La prostitución es motivo de debate estos meses en el Gobierno y se ha intentado abordar en varias leyes promovidas por el Ministerio de Igualdad. Tras varias discusiones entre PSOE y Podemos, finalmente su prohibición se dejó fuera de la ley ‘del sí es sí’. Ahora,
en la reforma de la ley del aborto, se ha blindado ya la prohibición de los anuncios que promuevan la prostitución. Y en el Congreso se verá en los próximos meses una proposición de ley del PSOE para abolirla. Con estos antecedentes, las trabajadoras sexuales han convocado protestas y manifestaciones en las últimas semanas. La última, el pasado jueves, cuando se concentraron frente al Congreso para clamar contra esta línea de políticas, pedir la dimisión de la ministra de Igualdad, Irene Montero, y entregar 350 cartas, una para cada diputado, defendiendo su profesión.
«Un completo desastre»
Y a este lío normativo achacan las trabajadoras sexuales el aumento de violencia que están experimentando en los últimos tiempos, cosa que, coinciden las consultadas por este medio, no era lo habitual. «Estamos siendo agredidas por clientes porque muchos creen que la ley de ‘solo sí es sí’ es la de la abolición, así que creen que estamos indefensas y se benefician agrediendo, robando... etc. La abolición va a ser un completo desastre», se queja Susana Pastor, presidenta de la Asociación de Trabajadoras Sexuales (Astras). La misma creencia tiene Gema: «Me han tratado peor parejas que he tenido que los clientes. Pero es verdad que últimamente se ha incrementado la violencia por el desconocimiento del cliente, que piensa que la ley ya está aprobada y que nos perjudica a nosotras».
En la misma línea, preocupa la clandestinidad en la que se verán obligadas a trabajar si prohíben su profesión. Noa tiene 40 años y lleva unos doce ejerciendo la prostitución. Trabaja a través de una agencia que le «filtra» los clientes, aunque también lo hace de forma independiente con hombres a los que ya conoce de otras ocasiones. «A mí la agencia en la que trabajo me aporta seguridad: hace de filtro, te sientes protegida porque hay alguien pendiente de ti, te dan un sitio para estar...», relata. Si llega la abolición, critica, será perjudicial: «No nos vamos a encontrar seguras».
A Noa, además, le molesta especialmente el discurso que dice que la abolición sirve para proteger a las mujeres que ejercen la prostitución, pues no se considera ninguna víctima. «Entiendo que hay mujeres a las que traen engañadas de otros países para explotarlas sexualmente. Eso hay que erradicarlo, hay que acabar con la trata», remarca. Pero insiste en que también le fastidia el hecho de que la prostitución se relacione automáticamente con violencia. «Me da rabia que lo unan y se repite tanto que al final la gente entiende que es lo mismo cuando no es así. Mis clientes son todos súper educados, nunca me han hecho nada malo, al revés, a veces hasta te traen regalos. Y respetuosos», sentencia.
Víctimas de trata
A su juicio, además, prohibir la prostitución no hará que desaparezca. «Seguirá, de manera más escondida pero seguirá», dice. Tampoco cree que sirva para ayudar a las víctimas de explotación sexual: «Nos va a dejar más desprotegidas a las que lo hacemos libremente y tampoco va a sacar de nada a las chicas que están obligadas. Las mafias van a seguir». Así lo apunta también Raquel, de 41 años, que considera que las mafias «ya se están frotando las manos esperando a que la ley sea aprobada para convertirnos de verdad en víctimas de trata». La prohibición de la prostitución, alega, las pondrá «en situaciones de explotación sexual». «La seguridad que tenemos ahora dentro de nuestros trabajos se perderá. Están intentando crear leyes
de mujeres que lo que hacen es atacarlas. Soy mujer, tengo 41 años y estudios. La ley que quieren sacar me infantiliza: mi consentimiento es igual de válido que el de cualquier mujer», censura.
Tiene claro además que, aunque llegue la abolición, no va a regresar a su antigua profesión –es psicóloga– y continuará ejerciendo la prostitución. «No lo voy a dejar, aunque tenga que hacerlo en la clandestinidad y estando desprotegida. Yo tomé la decisión de trabajar de esto y lo voy a seguir haciendo». Noa, en cambio, tiene dudas sobre si en ese supuesto lo seguiría haciendo, aunque sí tiene claro que si le toca dejarlo, no será porque ella quiera. «Me sentiría obligada a dejarlo. Dicen que al trabajar en esto estamos obligadas y explotadas, pero como me voy a sentir obligada y explotada es si me obligan a cambiar de trabajo», clama.
Todas, además, están muy orgullosas de ser trabajadoras sexuales. «Es una opción laboral más y tan digna como el Periodismo o la Psicología», defiende Raquel. «Me parece un trabajo mucho más honrado que el de banquero o político», sentencia, por su parte, Gema.
La calle Fylis es una de las zonas con más prostíbulos de Atenas. Los edificios, casi todos viviendas bajas, tienen sus ventanas cerradas con placas de aluminio. Sobre la puerta, una bombilla blanca encendida indica que el local está abierto. Por la vía solo circulan hombres, de todas las edades, la mayoría solos, pero también hay grupos de amigos. Muchos de ellos llevan su uniforme de trabajo.
Petros, de 45 años, es asiduo de los locales de esta calle. Su primera experiencia sexual, cuenta a ABC, fue a los 16 años, en este barrio. Acudió en compañía de sus amigos. Fueron todos menos uno, que había acudido semanas antes en compañía de su padre. Todos sus encuentros sexuales, como los define él, fueron en estos burdeles hasta que tuvo su primera novia, ya en la universidad. Para él la prostitución es un trabajo como cualquier otro y que cumple una labor social importante, afirma.
La prostitución en Grecia está regulada por la ley 2734/1999, en la que se establece que las personas que, por decisión propia, decidan ejercerla, están obligadas a obtener un certificado oficial que las acredite como trabajadoras sexuales. No pueden estar casadas, tener enfermedades venéreas o contagiosas, o problemas psiquiátricos, ni adicción a ninguna droga. Tampoco pueden haber sido condenadas por delitos de sangre o por proxenetismo o tenencia ilegal de armas. El permiso tiene una duración de 3 años y las acreditadas están obligadas a realizarse pruebas médicas cada dos semanas. En caso de que alguna prueba sea positiva, no se puede ejercer hasta que un médico justifique su completa recuperación.
Prohibida en las calles
El texto también establece que la prostitución está permitida solo en prostíbulos, quedando totalmente prohibido ejercerla en la calle, viviendas, hoteles, salones de masaje, etc. Los ayuntamientos son los encargados de calcular el número de licencias para prostíbulos teniendo en cuenta los parámetros que establece la ley, como el número de cuarteles militares de la zona, la existencia o no de puerto marítimo o áreas industriales ya que, matiza, son sitios que albergan trabajadores que se han trasladado desde otras regiones. Asimismo decide en qué barrios no estarán permitidos los burdeles.
A pesar de que ejercer la prostitución sin licencia está penado con hasta dos años de prisión y multa, en distintas zonas de la capital se puede encontrar a prostitutas en calles y plazas. Según fuentes de la Dirección General de Igualdad de Grecia, el número de personas que ejercen la prostitución de forma regulada en el país es residual, estando la mayoría en situación ilegal y, muchas de ellas son víctimas de trata.
El número de prostitutas acreditadas cayó en picado a raíz de que, en 2012, tras el aumento de los casos de sida, las autoridades griegas sometieron a las prostitutas que ejercían en la calle y en burdeles a decenas de pruebas médicas. Doce mujeres, diez de ellas griegas, dieron positivo en sida y fueron arrestadas bajo la acusación de delito por daño físico. Sus datos personales, incluidas fotografías, fueron subidos a la web de la policía helena y todos los medios de comunicación publicaron su rostros e información personal, provocando la pérdida de confianza en las autoridades de las trabajadoras sexuales.
Según el ‘Informe Anual del Mecanismo Nacional para la Protección de las Víctimas de Trata’ del año 2021, la mayoría de las víctimas de trata con fines de explotación sexual en Grecia son mujeres y niñas. Los países de procedencia son, en su mayoría, africanos, seguidos de países que no pertenecen a la Unión Europea, como Albania y Moldavia.
A pesar de la existencia de una legislación reguladora, Grecia sigue siendo un país de entrada y de destino de miles de mujeres y niñas víctimas de trata con fines de explotación sexual.
El caso de Grecia: aunque regula la prostitución la mayoría ejercen de forma ilegal