Elogio del bar
El bar es el pariente infinito de todo español
ME contaba la otra noche Edu Galán, después de aplaudir al poeta Antonio Lucas, que en España cierran bares, pero abren gimnasios. A Galán, que es un forajido de criterio, le preocupa este asunto, y a mí también, porque vale más para mejor vivir una Mahou que una mancuerna. El bar es el pariente infinito de todo español, y lo mismo no acabamos de ponernos de acuerdo en nada, pero enseguida el bar nos hace hermanos. La esperanza aún es posible, si no te cierran el bar de la esquina, según Sabina, que carga cátedra en la materia, pero van sepultando barras y van inaugurando gimnasios, con lo que igual ganamos en abdominales, pero perdemos en felicidades. Hay que ir pensándose en serio la cosa. Entre Instagram y el gimnasio vamos entrenando un existencia de escaparate, y hay así multitudes tan contentas, que se matan a selfis, y hasta abrevian el gimnasio en ‘gym’, para la cháchara, como el apócope de un novio, o una mascota.
España va tirando a preocupante, pero si nos metemos en las hazañas de enredar sobre la palabra ‘filoetarra’, ‘fascista’, o ‘resiliencia’, mientras la sanidad se hunde, los viejos se desamparan, y los jueces se desquician, pues no vamos a pasar de un atletismo de la tontuna que da quizá para pasar un rato, en el gimnasio, o en el bar incluso, pero no arregla nada de cuanto importa, que no es precisamente el diccionario político de los que no han leído nada. Yo mantengo un cansado cabreo estable, ante el panorama crudo, y ya no me crispa, pero sí me aburre que la dicha la avale Instagram, que el congreso incluya el guateque, que la ley la dicten los urgentes, que el ‘var’ resuelva los muertos de frontera, que el cariño se acredite con mascota, y que un póster a la acuarela resulte un mural sexista. El gimnasio no sé yo si es el deporte, que me parece que no, pero ahí está, tan próspero, porque nos ocupa antes el retrato del glúteo que la amistad con cerveza. Malo si nos cierran el bar de la esquina, que es nuestro futuro, donde no es ficción el brindis y queda siempre pendiente una sobremesa de besos.