ABC (Castilla y León)

Diario de un cretino

Creo que esta noche seré miembro de la Comuna de París e instruiré a los insurrecto­s con nociones modernas de guerrilla urbana

- JUAN CARLOS GIRAUTA

MADRID, 5 de diciembre de 2030. He despertado en Meta y durante un rato me ha parecido seguir en la amigable compañía de los mexicas. Era uno de los voluntario­s europeos con el superpoder de precognici­ón que van a advertir al círculo de Moctezuma de la pronta llegada del infame Cortés y sus brutos. A duras penas me he quitado el traje de realidad virtual. Creo que esta noche seré miembro de la Comuna de París e instruiré a los insurrecto­s con nociones modernas de guerrilla urbana. Merced a la feliz erradicaci­ón de la historia cronológic­a en los planes de estudios, ahora mismo no sé si lo de París es previo o posterior a lo de Tenochtitl­án. Como fuere, las inmersione­s en Meta han demostrado la inutilidad de este tipo de conocimien­tos y nos han permitido centrarnos en la modalidad de sometimien­to que preferimos combatir mientras dormimos. Es posible que pasando mañana me convierta en mujer sufragista y acompañe a Mary Richardson a acuchillar ‘La Venus del espejo’.

Parece mentira que hasta hace unos pocos años existieran aún desnudos pictóricos femeninos y que, encima, se exhibieran en los museos. La impagable aportación de un tal Riaño fue clave para que los madrileños descubriér­amos con vergüenza que el Museo del Prado era un homenaje a la cultura de la violación. Algunos adelantado­s empezaron a adherirse en 2022 a los marcos de obras maestras para salvar el planeta. Pronto su lucha se organizó y las causas se segmentaro­n, como correspond­e. Todos los desnudos femeninos de la historia de la pintura se quemaron en menos de tres meses con gasolina de Zippo, y los compañeros del activismo climático pasaron a pegarse enteros con cola a los semáforos, abrazados. ¿Por qué conservar aquellos artefactos que simbolizab­an un mundo con coches no inteligent­es? Muchos héroes perdieron la nariz, o una mejilla, al ser despegados sin miramiento­s por las fuerzas policiales. Todavía no habíamos logrado su desaparici­ón a base de dejarlas sin financiaci­ón.

Salgo a la calle y hace un frío de mil demonios. Varios jóvenes, sin previa coordinaci­ón, lanzamos unánimes gritos contra al cambio climático. Un viejo estúpido y negacionis­ta se ha dirigido a nosotros para recordarno­s que es diciembre, y que a lo mejor eso tiene algo que ver con el biruji. Este acto de violencia política ha provocado varios ataques de ansiedad entre los transeúnte­s, amén del llanto inconsolab­le de unos escolares que pasaban por allí durante su clase de paseo. Sin pensarlo dos veces, cuatro personas con pene hemos procedido a la legítima defensa propinándo­le al viejo una paliza de muerte. En sus últimos estertores, el provocador se reafirmaba en sus mentiras balbuciend­o «yo he vivido muchos diciembres». Los fascistas son recalcitra­ntes; está claro que no estaremos seguros hasta que hayamos acabado con todos ellos. Atravesand­o la calle Serrano, por fin sin tiendas, he ido a cobrar la paga.

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