ABC (Castilla y León)

Crudo invierno

La montería era en esencia igual antes, aunque más ruda

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Diciembre es el ombligo del invierno, el mes de la Navidad en el que se inició todo y el epicentro de la actividad venatoria.

Las perdices, ¡ay, aquellas nacidas y criadas en el campo!, alcanzan su plenitud y con las escarchas su vuelo es todavía más potente. Para los monteros, es el centro de la temporada y tiempo de reflexión.

Es lo que hago. Este curso se inició en Ciudad Real con un simposio dedicado al Libro de la Montería del Rey Alfonso para anticipar el futuro Museo de la Caza, proeza que está llevando a cabo el entusiasmo de Luis Arroyo desde su antigua rectoría de la Universida­d de Castilla-La Mancha. En ese estupendo documento que habla de la cinegética de Alfonso X, sabio y poeta, hasta el Onceno que derrotara a los benimerine­s alejando definitiva­mente al islam, se comenta una cacería al oso en tierras del Alberche que duró cinco días y cuatro noches, tras los cuales «vinieron los monteros muy cansados».

La montería entonces, en los siglos XIII y XIV, se refería principalm­ente al plantígrad­o que reunía fortaleza y fiereza como los cazadores que le acosaban. La organizaci­ón era similar a la actual: lo principal se encomendab­a a lebreles y ventores, que levantaban y perseguían las presas; los cazadores eran lanceros a caballo y en los costados del terreno a batir se situaban las ‘vocerías’ o espantas y las ‘armadas’ de gente con picas para repeler la caza y devolverla a la mancha donde los jinetes habían de acabarlas.

En esencia era parecido a lo de hoy, aunque más rudo: los perros siguen siendo protagonis­tas, los que antes ahuyentaba­n a las reses ahora procuran abatirlas con armas de fuego y los lanceros, reducidos a los hermanos Maura y el conde de Teba, persiguen jabalíes porque el hermano oso está protegido.

La ropa técnica ha sustituido a las mantas zamoranas, los todoterren­os a los caballos, los caminos al monte cerrado… pero sigue siendo una cacería orquestal, cada cual con su función y donde todos han de ir acordes para que nada desafine.

Pero es cierto que los monteros no regresan a casa muy cansados.

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