ABC (Castilla y León)

Camino de Santiago

- VÍA PULCHRITUD­INIS DAVID FRONTELA

Anuncian frío, nieve y bastante agua. Muchos piensan que este no es el momento idóneo para empezar, una vez más, el Camino de Santiago. Poco importa. La mochila estos días abulta un poco mas, los calcetines son largos y las camisetas de las gordas, de las de no pasar frío. El resto es exactament­e igual. Una terrera, más o menos mojada, que se abre ante ti con un objetivo claro, llegar a Santiago para allí abrazar al Santo, para abrazar esa Europa entera que antes que tú se postró a los pies de Santiago.

Algunos dicen que hacen el Camino por cuestiones ajenas a la espiritual­idad, no es mi caso. Sería suficiente ver en las iglesias del Camino la historia y el germen de la privilegia­da Europa en la que vivimos pero la ruta Jacobea esconde mucho más. Esa senda invita a los peregrinos a mirar a Santiago guiados por la Vía Láctea pero, sobre todo, te permite descubrir el sendero que dejas atrás. La vida vivida, las ampollas que nacieron por una costura mal puesta, las emociones que te hicieron llorar y esas llegadas al final de la etapa, tantas veces penosas, que te hicieron reír de alegría.

Las rozaduras ahora se curan con unos parches mágicos que funcionan mucho mejor que aquellas agujas e hilo con los que se remendaban los pies hace veinte años. La marca de las camisetas también ha cambiado e, incluso, las administra­ciones públicas han variado los logotipos que jalonan el Camino aunque nadie haya podido, por ahora, desbancar esa flecha amarilla que tantos desvelos y alegrías te regala a lo largo de la jornada.

Las modas pasan, el Camino se llena y se vacía al son de campañas institucio­nales y hasta los intereses comerciale­s vienen y van. Lo único que permanece es llegar a Santiago y dejar atrás tus pasos con una única guía permanente e indeleble, Dios. El mundo se convertirá en algo diferente, todos evoluciona­remos pero caminar y creer que somos algo mas que cualquier otro ser vivo y que tenemos fe en ello nos hace lo que somos, hombres y mujeres libres. Busquen otra cosa que permanezca en sus vidas más tiempo que eso. La respuesta podría ser que el amor y entonces piensas y te das cuenta que esos amores se mantienen vivos porque Dios te da la esperanza de volver a verlos en Santiago y, antes, te dio la oportunida­d de tatuártelo­s con ampollas en las plantas de los pies y una sonrisa compartida.

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