Lo que España no podría volver a conseguir
Un año más, la celebración del Día de la Constitución no será la conmemoración de lo que España es capaz de lograr, sino de lo que ahora no podría volver a conseguir. La polarización que la nueva política venía a corregir, pero que ha terminado por agravar, ha traído consigo el cuestionamiento de los pocos consensos básicos que quedaban. Entre ellos, la idea de que conmemorar cada año el cumpleaños de la Constitución es una herramienta eficaz para hacer balance de los desafíos que tiene por delante y reflexionar sobre qué soluciones deben aplicarse. En definitiva, para seguir cuidando de la Ley de Leyes.
Hasta la llegada del multipartidismo, las deserciones en el 6-D eran cosa de los partidos nacionalistas e independentistas. Pero Unidas Podemos aterrizó en el Congreso, y con él, el ataque y cuestionamiento a la Carta Magna desde un partido nacional que aspiraba a gobernar. Ahora, Vox intenta reafirmar su disimilitud frente a las grandes formaciones uniéndose a los anticonstitucionalistas que no acuden al
Congreso a celebrar el 6-D. En un ejercicio de contorsionismo político, Iván Espinosa de los Monteros acudirá a la Puerta de los Leones con un grupo de diputados a celebrar la Constitución, pero no participará en el acto que se celebrará allí mismo ni en el cóctel que tendrá lugar en el interior del Palacio. Mal momento para jugar a frivolidades.
Como un goteo que nadie es capaz de taponar, las deserciones crecen cada año. Incluyendo a la bancada de Santiago Abascal, los diputados que no asisten a los actos oficiales de la Constitución son ya 87 de 349 –Unidas Podemos sigue sin cubrir el escaño de Alberto Rodríguez–. Un cuarto del hemiciclo. Cualquier año, Podemos dirá que tampoco acude porque ya saben que lo que cotiza en los extremos es estar en el disenso y no en el consenso.
Ser un partido político con representación en el Congreso y no acudir a los actos oficiales por el Día de la Constitución supone lanzar una clara declaración de intenciones. Equivale a decir «conmigo no contéis para un pacto como el del 78». El problema es que las pensiones, los salarios, la justicia, la educación o el cambio climático, por poner algunos ejemplos, piden a gritos un pacto como el de entonces. Un acuerdo en el que las fuerzas políticas opten por darse la mano para progresar, en lugar de desenterrar el garrote para regresar. Lo contrario de lo que vemos cada día en el Congreso, donde la gran proeza sería hoy que sus señorías se trataran con el respeto y decoro mínimos.
El tiempo dirá si, algún día, España, volverá a estar en condiciones de reeditar un pacto como el del 78. Dependerá no solo de los políticos sino de lo que voten los ciudadanos.