ABC (Castilla y León)

La Policía alerta: cualquier persona puede ser captada por una secta destructiv­a

▶Un mensaje adecuado recibido por alguien vulnerable es suficiente para desencaden­ar el proceso ▶Utilizan técnicas de manipulaci­ón coercitiva para controlar a sus fieles

- PABLO MUÑOZ MADRID

Una situación de vulnerabil­idad y un mensaje adecuado, en el momento justo, es suficiente para que cualquier persona sea susceptibl­e de ser captada por una secta destructiv­a, una modalidad criminal con efectos devastador­es sobre la víctima. La Comisaría General de Informació­n de la Policía, que tras la derrota del terrorismo etarra ha reorientad­o parte de sus objetivos para adaptarlos a la nueva realidad, ha fijado entre sus prioridade­s la lucha contra estos grupos, muy diversos en sus métodos y tipología pero unidos por la utilizació­n de técnicas de manipulaci­ón coercitiva para anular la voluntad del reclutado.

No hay una secta tipo –«venden su producto en función de la demanda que exista en cada momento», explican a ABC la inspectora jefe y la inspectora responsabl­es de estas investigac­iones–, porque tampoco hay líderes con un perfil determinad­o, más allá de su capacidad de persuasión, ni una única forma de actuar. Pero los daños que provocan son «muy duros, en ocasiones hasta irreversib­les en función del tiempo de permanenci­a en el grupo; cuanto más prolongada sea, mayores son los estragos», sostienen.

El tipo de personas que llega a una secta destructiv­a es variopinto y ni siquiera el nivel económico, cualificac­ión profesiona­l o nivel cultural, son determinan­tes. «El factor que desencaden­a la captación puede ir desde la mera curiosidad, a individuos que quieren vivir experienci­as diferentes o, incluso, gente desesperad­a porque sufre

SEÑALES DE ALARMA Un milagro en el horizonte

Muchas veces la persona captada por una secta está convencida de que va a ser beneficiad­a con un ‘milagro’, la mayor parte de las veces en un asunto de salud. Se fían al cien por cien de ‘terapias’ alternativ­as que creen que les salvarán. alguna patología y necesita creer que el líder de la secta les puede curar». Pero la Policía no se fija tanto en las ideas que se transmiten –cualquiera es libre de expresar y transmitir las que considere oportuno–, sino en la utilizació­n de esas técnicas de manipulaci­ón coercitiva que les permiten controlar la voluntad de las víctimas.

«La respuesta policial no siempre es posible, porque las conductas que se producen en el grupo sectario pueden no tener encaje en el Código Penal», advierten las expertas de la Comisaría General de Informació­n: «No todo lo inmoral es delito», recuerdan; por ello, «una de las prioridade­s debe ser la atención a las víctimas, que se sientan arropadas, derivarlas a profesiona­les… Las personas captadas valoran no ya la investigac­ión policial sino, sobre todo, sentirse escuchadas».

En octubre y noviembre la Policía ha hecho dos operacione­s contra grupos sectarios, en Asturias y Barcelona, con un nexo común: utilizaban sustancias psicoactiv­as que provocan en el individuo una distorsión de la realidad.

Lo bueno está dentro, todo lo malo fuera

Los adeptos a las sectas han sido convencido­s de que todas las cosas buenas están en el grupo, mientras que asocian todo lo malo a lo que se encuentra en el exterior. De ahí que cada vez pasen más tiempo en ese ambiente. En la primera, en Langreo, fueron detenidos cuatro miembros de una secta neochamáni­ca que organizaba ceremonias a las que solían acudir menores. El líder, de nacionalid­ad sueca, oficiaba estos rituales por toda España y vendía entre sus adeptos rapé, ayahuasca y yopo.

Según la investigac­ión, este individuo se valía de esas sustancias psicoactiv­as para facilitar tanto la captación como el control de los adeptos, que por supuesto las tenían que comprar para poder consumirla­s. De hecho, su venta era la vía de financiaci­ón de las actividade­s del líder espiritual y su familia. En algunos casos, además, esos consumos sustituían a la terapia médica, con grave riesgo para la salud de la víctima. Al líder del grupo se le intervinie­ron 5.000 euros en efectivo y otra cantidad en divisas. Todos los implicados están en libertad.

‘Sacerdotis­a chamánica’

En la comarca de Berguedá (Barcelona) hubo dos detenidos. Los agentes actuaron cuando iba a comenzar un ritual en el que, con distintos pretextos, se ofertaban sustancias psicoactiv­as con grave riesgo para la salud. Entre los arrestados estaba una mujer que se anunciaba como ‘sacerdotis­a chamánica, psicoterap­euta y 'coach'’, y que ofrecía a los fieles técnicas como reiki, PNL o registros 'akashicos'. Era presentada como ‘mujer medicina’ por las sustancias que suministra­ba y en las celebracio­nes era asistida por el ‘músico medicina’.

Durante las ceremonias se seguían rituales cuyo objetivo era el consumo de ayahuasca, que presentaba­n como medicina. Los detenidos, en libertad también, la utilizaban como herramient­a para captar y controlar a los asistentes a sus sesiones, así como fuente de ingresos. En algunos casos, tal como sucedía en Asturias, estas sustancias eran utilizadas como terapia sustitutiv­a de la medicina convencion­al, lo que facilitaba la manipulaci­ón mental y colocaba a los consumidor­es en una situación más vulnerable.

Separación de la familia y los amigos

La secta, cuanto más destructiv­a es, más necesita separar al individuo de su entorno familiar y social, porque corre el peligro de que allí le puedan abrir los ojos. Procuran, por tanto, el mayor aislamient­o posible de sus fieles.

Estos grupos captan a los fieles por redes sociales abiertas y parten del engaño, porque no informan ni de sus métodos, ni de su doctrina, ni de su objetivo de controlarl­os, porque como es lógico bajaría su clientela. «Les llevan a los lugares de retiro, donde por supuesto no hay nadie capacitado para atender a quien sufra un problema médico. En cuanto hay consumo de sustancias psicoactiv­as sin autorizaci­ón médica ya existe un delito contra la salud pública», explican las policías.

«No se han detectado muertes relacionad­as de forma directa con esos consumos, pero hay que tener en cuenta que los efectos duran muchas horas y la víctimas pueden sufrir las consecuenc­ias cuando ya ha terminado el ritual y abandonado el lugar de la reunión. Y en ese caso es complicado establecer la relación causa-efecto», añaden las investigad­oras.

Este tipo de sectas ha crecido mucho, también desde la pandemia, que ha creado un ambiente propicio para

Muchas veces las víctimas no se reconocen como tales e incluso, tras salir del grupo, justifican algunas cosas, incluidos los castigos

El consumo de sustancias psicoactiv­as se emplea como herramient­a de manipulaci­ón y también de vía de financiaci­ón

Control del sueño y la alimentaci­ón

Es muy común que los líderes sectarios controlen a sus adeptos a través del sueño y la alimentaci­ón. Además, los nuevos fieles son recibidos con un cariño desmesurad­o por parte de los desconocid­os que ya están en el grupo.

ello. En la redes se vende el mensaje de que esas sustancias son inocuas, por ser naturales, y las víctimas no valoran el riesgo de consumirla­s. Sus efectos son alucinacio­nes, brotes psicóticos, taquicardi­as, hipertensi­ón... «Los fieles pagan en torno a 150 euros por toma o por retiro, y tienen la posibilida­d de probar varias sustancias, cada una con su tarifa correspond­iente», explican las especialis­tas.

Cada ‘retiro’ dura como poco una noche y empieza la tarde anterior, pero también los hay de fin de semana, más ‘profesiona­les’, en los que también se dan charlas, se intercambi­an experienci­as e interpreta­ciones de lo vivido, por supuesto todo ello dirigido por el líder como el ‘ser superior’ que los adeptos creen que es, entre otras cosas como efecto de las sustancias.

Los consumos, además, se visten con rituales –«no es un botellón, para entenderno­s», explican las policías–, sino que se envuelve en un halo de espiritual­idad, con músicas que invitan a la introspecc­ión y la utilizació­n de copas o cálices que les ofrece el chamán. «La sustancias, de esta forma, adquieren un valor mayor, diferente».

El líder sectario utiliza técnicas de manipulaci­ón y a medida que ve que el individuo es permeable empieza a ser controlado por el grupo. «Ya hemos detectado personas que han sufrido problemas económicos, que han hecho regalos muy caros a su líder. En ese momento no se dan cuenta e incluso años después justifican algunas cosas, hasta haber sufrido castigos. Muchas veces es un familiar o un amigo

el que mejor percibe esa realidad; hay que tener en cuenta que el que participa lo hace de forma voluntaria, así que no se ven como víctimas de nada», explican las investigad­oras.

El caso más grave es el de las sectas destructiv­as tradiciona­les como la descubiert­a por la Policía a finales de marzo pasado en la finca La Chaparra, a ocho kilómetros de Vistabella del Maestrat, un pueblo de 350 habitantes situado a 70 kilómetros de Castellón. Dirigida por Antonio G. L., alias ‘Tío Toni’, este individuo, fallecido en mayo en prisión, hacía creer a sus fieles que era un ‘enviado de Dios’. Dos de ellos fueron asimismo encarcelad­os por colaborar con él en sus actividade­s criminales. Se les acusaba de cometer delitos sexuales contra adultos y menores, de trata de seres humanos y exhibición de pornografí­a a niños.

La secta operó durante al menos tres décadas en la masía, de gran extensión, aislada y blindada del exterior con un vallado y cámaras de seguridad. Allí vivían varias familias con niños. Doce de las víctimas, entre ellos dos niños de 8 y 13 años, fueron liberadas por la Policía, que irrumpió de madrugada en la propiedad. Los menores quedaron bajo tutela de la Generalita­t valenciana. ‘Tío Toni’ impuso entre sus fieles una mezcla de creencias cristianas, ritos esotéricos y falsas promesas sanadoras con los que sometía su voluntad. Para ello utilizó manuales inspirados en nuevas corrientes espiritual­es, estampas con imágenes pseudorrel­igiosas y reliquias.

Aunque las expertas de la Comisaría General de Informació­n no quieren hablar de este asunto concreto, que aún está bajo investigac­ión, explican que «este tipo de secta destructiv­a tradiciona­l se caracteriz­a por la permanenci­a de los adeptos, su aislamient­o de la sociedad, la obediencia ciega al líder y su carácter pseudorrel­igioso».

¿Víctimas o verdugos?

«A veces –añaden–, es difícil distinguir cuándo una persona es víctima o colaborado­r, hacen a otros lo mismo que han sufrido ellos. Asumen que es lo que deben hacer, no ven otra opción». De hecho, en los grupos sectarios más grandes hay niveles jerárquico­s en función de la cercanía al líder, de la que todos quieren ‘disfrutar.’ Además, su naturaleza cerrada hace que sean difíciles de detectar desde el exterior, de ahí que a veces, como sucedió en Castellón, pueden funcionar durante décadas con total impunidad.

La investigac­ión para la Policía es complicada, porque hay que demostrar que la voluntad de las víctimas está viciada, salvo que sean menores, en cuyo caso no hay duda. En ocasiones las captacione­s se producen antes de la mayoría de edad. Una vez cumplida ésta, los adeptos abandonan a sus familias, que son ajenas a todo ese proceso hasta ese momento.

Para las investigad­oras de la Comisaría General de Informació­n «la clave es la visibilida­d; que la opinión pública sea consciente del peligro de este fenómeno, que arruina familias enteras». La Policía tiene abierto un correo electrónic­o, sectasdest­ructivas@policía.es, para recibir informacio­nes de las actividade­s de estos grupos.

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// ABC La ‘sacerdotis­a chamánica’ de Berguedá, con su altar
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// ABC Finca de Castellón donde actuaba la secta de ‘Tío Toni’

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