ABC (Castilla y León)

Como araña fumigada

- SECCIÓN DE COUMNISTAS JULIÁN REDONDO

Francia vuela, impelida por el estajanovi­smo de Griezmann, la ‘grandeur’ de Mbappé y un fondo de armario envidia de Ives Saint Laurent. Mientras, Zidane calienta para relevar a Deschamps. Sea cual fuere el trayecto de la bicampeona, el cambio está listo. ¿Y Luis Enrique? En el mejor de los casos, le quedan cuatro partidos hasta la final, que ojalá gane, hipótesis plausible, aunque Lloyd’s apueste el 18-D por un Inglaterra-Brasil con triunfo Brexit, que ya es mala baba. En la peor de las conjeturas, si Marruecos-revelación-enQatar le hace un japonés a España, adelantará su despedida. En lontananza, ofertas de clubes que multiplica­n por diez su ficha.

«Los discursos sin discusión en realidad no son discursos sino sermones. Sermonear es más fácil que discutir» (Álvaro Figueroa, conde de Romanones). Lucho no discursea ni en sus tensas aparicione­s en la sala de Prensa ni en sus celebradas intervenci­ones por ‘streaming’. Entretiene o enerva, consciente de que en el fútbol la felicidad es tan efímera como el gol cuando interviene el VAR. Ha visto cómo el equipo viraba del éxtasis a la contemplac­ión. De la exuberanci­a del primer partido al KO en el tercero. De la clase magistral ante Costa Rica, sin un Messi, al caos frente a Japón –escuadra alejada del kamikazism­o y consagrada a la sabiduría del maestro Miyagi– porque no tiene un Messi. Con el marcador favorable (1-0) y una posesión superior al 80%, España reapareció tras el descanso como araña fumigada, que dicen en México; adormilada y contemplat­iva hasta que dos bofetadas la devolviero­n a una realidad marchita.

Luis Enrique no contempori­zó tras el susto y el espanto. Evitó recurrir al sarcasmo, como tantas veces, como aquella ocasión en que Romanones respondió a la provocació­n de un diputado que, para mofarse de él, le espetó que llevaba calzoncill­os largos: «Dígale a su mujer que no sea tan indiscreta». Admitió que durante unos minutos entraron en pánico. Quizá entonces echó de menos a Gayà, porque los tres goles encajados en esta fase llegaron por el flanco izquierdo, sin Alba y acelerando hasta gripar la capacidad de adaptación del joven Balde. O acaso asumió lo inconvenie­nte que es colgar balones sobre el área con Morata en el banquillo. No, LE no es perfecto, pero suma adeptos, como la selección, mejor que la de Scaloni; pero, claro, Argentina tiene a Messi: 35 años y juega todos los partidos… Completos.

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