Croacia consigue una vida extra
La brillante actuación del portero Livakovic en los penaltis acaba con el sueño de la excitante Japón
A Dominik Livakovic, portero del Dinamo de Zagreb, jamás se le olvidará lo que le sucedió en Doha un lunes 5 de diciembre. Plantado bajo los palos, en el momento decisivo de los penaltis, detuvo tres de los cuatro que le lanzaron. Cuando acabó la tanda, todos sus compañeros se le abrazaron, agradecidos y exultantes. Livakovic, con sus reflejos imponentes, ha conseguido aplazar la jubilación de una histórica generación croata, cuyo equipo todavía bebe de la calidad de Modric y Perisic. Por el camino, ha acabado con los sueños de Japón, una de las selecciones más excitantes del campeonato, que había conseguido eliminar a Alemania y condenar a España al segundo puesto de su grupo.
Al señor Moriyasu, entrenador de Japón, tampoco le falló esta vez su libretita, aunque el resultado haya sido amargo por culpa de un mocetón croata con guantes. El técnico japonés había planificado una estrategia muy diferente a la de encuentros anteriores. Si hubiera sido español tal vez les hubiera gritado a sus chavales «a por ellos, oé», pero en el imperio del sol naciente las arengas son más sutiles y otros los modos. Quizá simplemente les hizo una reverencia y les pidió emoción. En los tres partidos previos, sus hombres habían jugado la primera parte agazapados, observando a sus contrarios casi filosóficamente para lanzarse luego contra ellos con una voracidad de depredador. Ayer Moriyasu preparó una revolución.
Y así saltó al campo un Japón sorprendente, dispuesto a sacudir el partido desde el principio. Los croatas, que no esperaban esta repentina explosión, jugaron un primer tiempo somnoliento, casi a desgana, fiados a la calidad que conservan sus veteranos. En defensa anduvieron muy entretenidos con Maeda, que debió resultarles un tipo irritante: el delantero japonés con cara de monje shaolín se pasa la vida corriendo, acechando, hostigando, metiendo el pie.
Los croatas se resistieron a la jubilación anticipada que les proponía Japón. Nada más arrancar el segundo tiempo, Lovren, desde muy lejos, colgó un buen balón al área, como en los heroicos tiempos del fútbol inglés, y Perisic lo cazó. Su espléndido remate de cabeza acabó empatando el partido y entregándole una vida extra a la vieja tropa de Modric. Japón no cejó en su empeño, pero Croacia recuperó por unos minutos las esencias que la hicieron subcampeona del mundo. A un misil de Endo que despejó agónicamente Livakovic respondió Modric con otro obús que Gonda consiguió desviar. Hubo alguna ocasión más de Croacia, pero el partido languideció hasta desembocar en la primera prórroga del torneo.
A Modric, extenuado, lo cambiaron cuando se acercaba el minuto cien, aunque el equipo ajedrezado estaba volcado sobre el área japonesa. Mitoma recorrió todo el campo con la pelota cosida al pie para acabar soltando un cañonazo que obligó a lucirse a Livakovic. Se consolidaba un esquema: Croacia dominaba y Japón corría. Este reparto tácito terminó inclinándose del lado croata, aunque no encontraron el modo de resolver antes de los penaltis. Lo hicieron en la ronda definitiva, gracias a un portero en estado de gracia.