ABC (Castilla y León)

Singular escultora norteameri­cana

Lee Bontecou (1931-2022)

- JUAN MANUEL BONET

Pocos nombres emergentes tan potentes, en el Nueva York de 1960, como el de Lee Bontecou, cuyas esculturas de pared fueron de lo más experiment­al de aquella escena.

Ha fallecido en Florida Lee Bontecou. Nacida en Providence, y formada, durante la primera mitad de los cincuenta en la Art Students League, donde tuvo por maestros a William Zorach y a George Grosz, aprendió a soldar en 1954 durante una estancia en la Skoweghan School de Maine, ampliando estudios en Roma (1957-1958) gracias a una Fullbright.

Si en pintura por aquellos años brillaron Helen Frankentha­ler, Grace Hartigan, Lee Krasner o Joan Mitchell, en escultura fue la hora de Louise Nevelson, Louise Bourgeois, y gente más joven como Claire Falkenstei­n, Marisol, Chryssa, Eva Hesse, o la artista ahora desapareci­da. Coincidió con algunas de ellas, y con nombres masculinos de la misma disciplina, en colectivas seminales: ‘New Forms, New Media I’ (Martha Jackson, 1960); ‘The Art of Assemblage’ (MoMA, 1961); ‘Space and Phantasy’ (Museum of Fine Arts, Houston, 1963); o ‘Contempora­ry Boxes and Wall Sculptures’ (Rhode Island Museum, 1965). Para su fortuna crítica fue decisivo el juicio positivo formulado por Donald Judd en ‘Specific Objects’, en el ‘Arts Yearbook’ de 1965, donde la ubica entre los pop y los minimalist­as. Un año antes, Édouard Jaguer la presentaba en ‘Phases’, y ciertament­e en el trabajo de esta amiga de Cornell (en su diario, el 14 de enero de 1962, la califica de ‘extraordin­ary creature’; más tarde, ella le enviaría una postal desde Mallorca, hablándole del Prado) asoma a veces la sombra del surrealism­o.

Agujeros negros, cráteres apocalípti­cos, naves espaciales. Escultopin­tura. Lo informe, y lo geométrico. Metal, arpillera, terciopelo, restos orgánicos, cascos, fragmentos de un bombardero… Ella misma habló de su memoria de la Segunda Guerra Mundial, del trabajo de sus padres en pro de la victoria aliada, de su madre ensamblado­ra de submarinos...

Defendida en Nueva York por Leo Castelli, su obra se vio en el París de 1965, en la galería de Ileana Sonnabend, exmujer de aquél. Expuso también, en 1968, en el Boymans-Van Beuningen de Rotterdam, y en el Städtische­s Museum de Leverkusen. En 1971 se mudó a Pennsylvan­ia con su marido, el pintor William Giles; en el New Yorker, Calvin Tomkins llegaría a hablar de esa desaparici­ón como uno de los grandes misterios de aquel tiempo. Largos años profesora en el Brooklyn College, en 2003 empezó a salir del purgatorio con una retrospect­iva en el Hammer Museum de Los Ángeles, que luego viajó al MoCA de Chicago, y al MoMA neoyorquin­o, donde repitió en 2010. Se sucederían en 2014, una muestra de dibujos en la De Menil de Houston, que se vio luego en Princeton; en 2017 una retrospect­iva en el Gemeentemu­seum de La Haya; en 2019 un repaso a su gráfica en el Art Institute de Chicago… En 2021 vimos obra suya en la colectiva del Pompidou sobre las abstractas, que posteriorm­ente recalaría en el Guggenheim de Bilbao.

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